editorial

Lluvias, reclamos e inversiones

Luego de un período caracterizado por precipitaciones escasas o moderadas, la inusual lluvia que cayó días atrás en la ciudad y en parte de la región volvió a poner en alerta y en debate a vecinos y autoridades.

Más allá de las diferencias planteadas en cuanto a las mediciones pluviales, es indudable que se trató de un fenómeno con características particulares, si bien se explicó en este diario que se trataba de algo esperable para la transición que supone el cambio de una estación a otra.

La conjunción de los daños materiales, que en algunos casos pueden llegar a ser irreparables, con el innegable impacto sobre el humor y el ánimo de los vecinos, justifica sobradamente la preocupación por los anegamientos. No en vano, concejales de la oposición plantearon en el cuerpo deliberativo local sus dudas acerca de cómo reaccionó la ciudad al fenómeno pluvial y por qué el escurrimiento en las zonas más afectadas, aún varias horas después de finalizado el fenómeno, fue excepcionalmente lento.

En cualquier caso, tanto los avatares estacionales como las características propias de la ciudad, rodeada de ríos, baja y con una morfología que exige un gran esfuerzo para la extracción del agua, requieren una infraestructura acorde, capaz de dar respuestas eficientes tanto a la demanda ordinaria como a la derivada de episodios que, por su envergadura, sean menos frecuentes.

En este sentido, debe apuntarse que hay obras realizadas y otras en ejecución, y que sus efectos se hicieron sentir. Pero una atención integral del problema requiere un detallado estudio que configure un verdadero plan rector, como el que se elaboró para el municipio, aunque no llegó a concretarse en su totalidad. Y es que la envergadura de este plan de obras requiere inevitablemente de la asistencia crediticia internacional, con lo cual la gestión debe ser el resultado del accionar conjunto de todas las jurisdicciones -nacional, provincial y municipal-, independientemente del signo político.

Aún así, el sostenido aumento del área urbanizada, con la consecuencia de una mayor impermeabilización del suelo, y el impacto regional del crecimiento de localidades vecinas, obliga a considerar el tema ya no desde una perspectiva exclusivamente local, sino en relación con toda el área metropolitana.

Por otra parte, no puede dejarse fuera del análisis -y del reproche- la persistencia de conductas nocivas, que determinan el taponamiento de las bocas de desagüe por la presencia de diversos objetos, desaprensivamente arrojados en la vía pública. Ante la magnitud de los perjuicios y la insuficiencia de las campañas concientizadoras, el municipio anticipó la intención de realizar una denuncia para que esto sea debidamente investigado y, llegado el caso, sancionado.

En definitiva, resulta ocioso e ingenuo aspirar a soluciones automáticas o unidireccionales. Y pretender que todo está en manos de las autoridades, sin menguar en lo más mínimo lo que les compete, es decididamente irresponsable.