foro de la cadena agroindustrial argentina

El mundo necesita más alimentos y demanda la capacidad argentina

El economista Enrique Szewach planteó la oportunidad de una demanda global que incluye los biocombustibles. Pero advirtió la necesidad de reglas claras y tecnología productiva. Dijo que las retenciones son “poco efectivas” para favorecer el consumo local y desincentivan la inversión.

 

De la Redacción de El Litoral

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El licenciado Enrique Szewach, autor del documento “El aporte de la agroindustria: hacia un progreso sostenible”, elaborado por especial encomienda del Foro Agroindustrial, fue uno de los primeros expositores de la cita santafesina de la cadena. Allí, expuso los dos pliegos que ofrece el presente argentino: la oportunidad de un mundo que crece y los desafíos de institucionalidad e infraestructura para acompañar la producción.

“La evolución del mundo emergente -planteó- seguirá permitiendo que vastos sectores de la población mundial abandonen la economía de subsistencia y la pobreza extrema, y se incorporen a la actividad económica más organizada, con cambios importantes en sus patrones de consumo, en particular de alimentos”.

Expuso que “estos cambios en los patrones de consumo hacia alimentos de mejor calidad, implican una gran oportunidad para los países con capacidad para producir dichos alimentos”. Al mismo tiempo, dijo que “se avizora un crecimiento sostenido de la demanda de biocombustibles y de otras variantes de la producción de base biotecnológica durante las próximas décadas”, y “también aquí se presenta una oportunidad importante” para la argentina.

“Este aumento de la demanda a un ritmo naturalmente superior a la evolución de la oferta, permite proyectar términos del intercambio, precios relativos, altamente favorables hacia los commodities alimenticios y sus derivados de mayor valor agregado. La Argentina produjo un salto de gran magnitud en su producción agroindustrial, gracias a la combinación de cambio tecnológico, un ambiente institucional favorable a la difusión de las nuevas tecnologías; estabilidad de las reglas de juego macroeconómicas y cambios extraordinarios en la

organización de la producción, el Management y la calidad de los recursos humanos”, sostuvo el especialista.

Condiciones “desdibujadas”

Szewach expuso que “estas condiciones, en especial las referidas a la estabilidad de las reglas macroeconómicas, y a la incorporación de innovaciones tecnológicas, se han desdibujado en los últimos años, y están poniendo en riesgo la evolución futura del sector o, al menos, no se generan las condiciones para maximizar la producción agroindustrial en sentido amplio, desincentivando la diversificación, y la ampliación de cadenas de mayor valor agregado en el sector”.

“Estas limitaciones de la política económica -señaló- a la maximización de la producción agroindustrial han perdido el sustento teórico y empírico. Los términos del intercambio parecen presentar un cambio estructural

favorable y el sector, en su nuevo esquema de organización de la producción, demanda más empleo y de mejor calidad”.

Advirtió en tal sentido que “el uso de derechos y restricciones cuantitativas a la exportación como mecanismos para independizar el precio interno de los alimentos del internacional y favorecer a los sectores locales de más bajos recursos resulta poco efectivo. En algunos mercados, como el de la carne, desincentivó tanto la oferta, que los precios al consumidor se duplicaron forzando una baja del consumo. En el caso de otros productos, las filtraciones hacia sectores de mayores ingresos y la redistribución en contra de los productores primarios hansido de magnitud”.

Retenciones y reforma fiscal

“Los derechos de exportación se han convertido sólo en un recurso fiscal más y las restricciones a la exportación en instrumentos discrecionales y poco efectivos para su propósito original”, dijo Szewach.

“Por lo tanto -planteó- la eliminación de las restricciones cuantitativas pueden hacerse de inmediato sin efectos sustanciales sobre los precios pagados por los consumidores de más bajos ingresos, que, en todo caso, podrían ser ayudados de otra forma. Mientras que los derechos de exportación podrían ser gradualmente eliminados en el marco de una reforma fiscal impositiva del gasto público y de la coparticipación federal”.

Expuso que “de esta manera se generaría un esquema de incentivos a la producción agroindustrial diversificada, no sólo por los efectos precio directos de estas medidas, si no también por la importancia de una ‘señal’ institucional de esta naturaleza sobre las decisiones inversión de mediano y largo plazo”.

“Los supuestos efectos negativos de una sobreoferta de divisas por el crecimiento de las exportaciones agroindustriales, sobre el tipo real de cambio, no deben ser imputados a dicha mayor oferta de divisas, si no a la política fiscal, monetaria-cambiaria y de ingresos procíclica que aceleró y acelera la caída del tipo de cambio real, por alterar los precios relativos artificialmente”, aseguró.

Por último señaló que “en ese sentido, lo que se impone es una política macroeconómica compatible con un escenario internacional favorable a la exportación agroindustrial y no limitar las mismas, conspirando contra el crecimiento y el progreso”.

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Szewach planteó la baja incidencia del financiamiento, la expansión del gasto y el retraso del tipo de cambio, como problemas a resolver . Foto: Mauricio Garín

Infraestructura y educación

Szewach expuso que los cambios macroeconómicos “deben ser acompañados por modificaciones en el marco institucional general y particular del sector y por acciones positivas en las negociaciones internacionales, de manera de amplificar los efectos benéficos de dichos cambios y facilitar la transición del resto del sector productivo de bienes y servicios para adaptarse a las nuevas condiciones globales”.

En particular planteó que “es necesaria una aceleración de la inversión en infraestructura de transporte y logística, que permita canalizar eficientemente los incrementos de producción, reduciendo, a la vez, los costos y la discriminación en contra de las regiones más alejadas de los centros de consumo y los puertos de exportación”.

“Todo esto -añadió- debe ser acompañado de una política educativa que permita la oferta de capital humano calificado y que brinde genuina igualdad de oportunidades”.

Por último, aludió a “una política social de ayuda a los sectores de menores ingresos, con subsidios directos a la demanda, con transferencias automáticas y sujetas a contraprestaciones educativas y de formación laboral, para reducir la dependencia de dichos sectores a la ayuda pública, con su inserción en el mediano plazo en el mercado de trabajo”.

China

Un estudio de McKinsey Global Institute indica que el ingreso disponible de la clase media china en las zonas urbanas pasará del 40% del ingreso total actual al casi 70% para 2025. En términos de población, ello representa unas 520 millones de personas que pasarán de la pobreza a la clase media, con un poder de gasto (a valores actuales) en torno a 1,6 billones de dólares, más de 4 veces el PBI argentino. El grueso de ese poder de compra se destinará a alimentos y bebidas, cuya demanda crecerá al 6,7% anual.

India

Debe resolver problemas de infraestructura, diferencias regionales, crecimiento y distribución desequilibradas, en un complejo marco cultural y religioso. Pero proyecta crecer del 4 al 10 % promedio. Su clase media pasaría de 50 a casi 600 millones de personas en 2025. El 25% del consumo de esa población será de alimentos y bebidas, a una tasa de crecimiento anual del 4,5%. Un mercado a valores corrientes de hoy de unos 800.000 millones de dólares. Entre China e India, se podría estimar que la demanda en 20 años crecerá en 1,2 billones de dólares.