Acordes de arpa y cantares de guitarra

Acordes de arpa y cantares de guitarra

Un centenar de arpistas paraguayos participaron, en junio de 2009, de una serenata en los jardines del Palacio,ww sede del gobierno en Asunción, Paraguay, en homenaje a Félix Pérez Cardozo. Foto: Archivo El Litoral

Nidya Mondino de Forni

“Cuando en la crecida majestad del río / va boyando el verde del camalotal / paloma de sueños levanta la luna / su vuelo errabundo sobre el Paraná.// Con ese mensaje de flor y de selva / de agreste romance de indio y mensú / llegaron tus manos a mi tierra gaucha / tejiendo armonías, oh mitá guasu.// Acunando un sueño se nos va la vida / y el viajero parte para no volver.// Hoy el arpa india se quedó dormida / como una guarania que no pudo ser.// La misma esperanza y el mismo camino / los mismos cantares bajo el cielo azul / artista querido, no te olvidaremos / no te olvidaremos, oh mitá guasu.// La misma esperanza y el mismo camino / los mismos cantares bajo el cielo azul / por eso te canto con voz de guarania / por la vidalita que cantaste tú”.

Es éste el texto de “Canción del arpa dormida” que escribió Atahualpa Yupanqui apenas se enteró de la muerte de Félix Perez Cardozo, agradeciendo “Con voz de guarania” la vidalita que el paraguayo compusiera alguna vez.

Pérez Cardozo, el legendario “mitá guasu” (niño grande: de corazón inmenso) nació en Hy’aty, comunidad del Guairá que hoy lleva su nombre. El medio en el que vivió en sus comienzos no puso a su alcance más que una rudimentaria arpa india, pero sus manos admirables y obedientes a su alado espíritu fueron descubriendo poco a poco armonías desconocidas, secretos del folklore guaraní y de la música autóctona americana. “Tren Lechero”, “Llegada”, “Mi despedida”, “El sueño de Angelita”, “Angela Rosa”,

“En ti hallé consuelo”, “Coronel Martínez”... representan las más importantes composiciones para arpa. Párrafo aparte merece “Guirá Tupin” (Pájaro Campana) cuya melodía —se cree— pertenece a un lugareño y que él convirtió en una excepcional página onomatopéyica que inmortalizó al pájaro e hizo oír toda la gama de la armonía tropical y la voz milenaria de la raza guaraní.

El Guirá Tupin es el pájaro que, en días primaverales, posándose en las copas de los “tayi” florecidos emite un sonido estridente que se prolonga retumbando en la espesura de la selva. Las notas que emite simultáneamente pasan glisando de la tónica a la dominante. Repitiéndose primeramente en forma espaciada, llega a un acelerando hasta transformarse en un verdadero repicar de campanas, como queriendo aprisionar la sutil sinfonía selvática, llena de colorido y sugerencias. Como el Quetzal de Centro América no se resigna a la opresión y si se lo priva de la libertad muere.

“Acariciando cuerdas”, este “mago del arpa” hizo oír voces de esteros, de floresta, de aves, de insectos... en polcas, guaranias, galopas. Ecos del folklore de indoamérica, de aires tristes, de cuecas y zambas del norte argentino, de estilos sureños hechos vidalas y triunfos. Eximio intérprete, enriqueció la técnica de interpretación del arpa, brindó notables aportes a su construcción, agregándole cuatro cuerdas, y además dio proyección a la música popular paraguaya. Augusto Roa Bastos le dedica

“Tu arpa, el agua de miel y melodías”:

“Para tu zarpa musical, la ardiente / costumbre de la luz y los metales; /el arpa clara, fragua de ralente, / donde vienen a arder los naranjales.// Para tu corazón, esta herrería / del Paraguay donde la sangre canta / con su collar de pena en la garganta / y su silencio rojo noche y día.// Para tu lengua, el bronce transparente / de este bullir de colmenar espeso.// Y esta querencia para tu regreso / con tu solar penumbra en nuestra frente.// Y estás, por fin, volcánico artesano, / despierto para el sueño que no acaba; / y haces brotar al aire un reverbero / de milagrosos pájaros...// Tu mano, tu zarpa musical de buen gigante, / tu corazón de tierra que en la muerte / sigue latiendo incorruptible y fuerte / con la tormenta de una luz fragante...// Tú solo. El arpa. Un pájaro campana / echa a volar del arpa entre tus manos / y para siempre escuchan tus manos / para siempre escuchan tus hermanos / cantar en hondos valles de mañana...”.

Félix Pérez Cardozo (1908-1952) murió en Buenos Aires. Sus restos fueron velados en el Teatro Municipal bonaerense con la presencia de su madre y amigos. En un instante uno de ellos, Alejandro Villamayor “echó a volar” el “Pájaro Campana”. Hoy lo reconocemos como mensajero de paz y armonía, embajador sin credenciales de la belleza musical que tiene su vertiente sonora en el mismo corazón de nuestra América. A la “Canción del Arpa dormida” de Yupanqui y Gimenez la estrenó una orquesta de cuerdas cuando se hizo un festival para repatriar sus restos, Hilario Cuadros (1) escribe “Sesenta palabras”:

“Con el aire y tu bagaje de canciones paraguayas / con tu ‘Llegada’ viniste y con el ‘Guirá Campana’ / has cumplido con tu Patria que de mi Patria es hermana, / gritando a todos los vientos que así se quiere y se ama.// Vivirás eternamente en los acordes de tu arpa, / y en los cantares más gauchos que nacen de mi guitarra”.

(1) Cuadros y Pérez Cardozo son autores de la cueca “Los sesenta granaderos”.