“La penúltima oportunidad”

Dos ánimas buscan el amor

Dos ánimas buscan el amor

Silvana Montemurri y Cristina Pagnanelli son las actrices protagonistas de la obra de Rafael Bruza estrenada por la Comedia Universitaria de la UNL. Foto: Gentileza Producción

Roberto Schneider

Juana y Marta están muertas; quizás sean invisibles. La obra prácticamente lo es. Rafael Bruza crea en “La penúltima oportunidad” dos caracteres femeninos algo interesantes, poco opuestos. Ambas están enamoradas del mismo hombre. Viven, obvio, en el cementerio y, como se sostuvo antes del estreno de la Comedia Universitaria de la UNL, al conocer la noticia de la muerte de su ser amado “deciden suicidarse para encontrarse con él en el más allá, con el objeto de seguir disputando su amor”.

El amor por ese hombre es el tema. Y sobre él las dos mujeres parlotean incansablemente. Es una larga conversación monotemática, aunque aparezca esbozado el paso del tiempo, con algunos chispazos de humor. La obra es en realidad mucho más ambiciosa que eficaz y está estirada para hacerla pasar por acción dramática. La idea no es mala, aunque los diálogos sean poco atractivos y de escaso valor literario. La fuerte procacidad de muchos pasajes del texto en nada contribuye a levantar la trama. Palabras y más palabras, como diría Hamlet, pero sin que quede nada en el cedazo de la retención. Como venimos sosteniendo, salen poco bien parados ambos personajes, a los que poco les falta para resultar patéticos. La pieza es menor y en su estructura dramática es deficitaria.

La puesta en escena del mismo Bruza no profundiza. A este director no le faltan aptitudes para hacerlo. Pero es evidente que eligió el camino más fácil o menos comprometido, lo que no deja de extrañar en él. Hay rutina y repetición en los movimientos, liviandad en el trazado de los caracteres y hasta se tiene la sensación, para nada gratificante, de que las actrices han sido libradas a lo que sus propias fuerzas puedan dar.

Silvana Montemurri y Cristina Pagnanelli son dos de las mejores actrices del teatro santafesino. La afirmación es contundente e indiscutible. Aquí se las nota haciendo un esfuerzo permanente por intentar salvar las debilidades de un texto que no les sirve de sostén. Enfrentar a ambas era un jugada rica, riesgosa, hasta apasionante para el espectador. Esa jugada se perdió en el intento y sólo queda el acto de indisimulable entrega actoral que realizan. La escenografía e iluminación son de Mario Pascullo; la música, de Hugo Druetta. El diseño de vestuario y dirección de arte son de Osvaldo Pettinari. Se destaca la excelente realización y entrenamiento de objetos de animación de Fabián Rodríguez y las máscaras, confeccionadas por Javier Saavedra. En la totalidad, se desdibuja la historia de dos mujeres enfrentadas por el mismo amor porque la carnadura de ambos personajes no va más allá de la retórica.