editorial

El relato o la realidad

Hace unos años, en medio de esas habituales crisis económicas que nos asaltan a los argentinos, el dirigente radical Juan Carlos Pugliese confesó que a los empresarios les había hablado con el corazón y estos le habían contestado con el bolsillo. El episodio puso en evidencia que ni el voluntarismo ni las sanas intenciones alcanzan para decidir sobre los temas “duros” del poder.

Sería deseable que hoy la presidenta tuviese en cuenta esta anécdota. Es lo que no hizo en el publicitado acto de Aerolíneas Argentinas. En la ocasión, abundaron los reproches y las convocatorias afectivas para seguir protagonizando las peripecias del “relato”. La presidenta no vaciló en acusar a los trabajadores y a ciertos dirigentes sindicales de no colaborar con tamaña empresa.

Atendiendo a lo sucedido con Pugliese, Cristina Fernández debería considerar que las reconvenciones a sus supuestos seguidores o las ponderaciones a su propio sacrificio personal no tendrán ninguna gravitación a la hora de decidir en las cosas que importan. Los sueldos de los trabajadores de Aerolíneas son buenos comparados con los de otros trabajadores, pero ínfimos con relación al que percibe -por ejemplo- el joven Mariano Recalde, e insignificantes respecto a la fortuna personal que la presidenta acumuló.

Puede que esté muy dolida por la muerte de su marido y que no haya podido celebrar el duelo como corresponde. Al respecto, no piensan lo mismo algunos de sus críticos que señalan que gracias a la puesta en escena montada durante el velorio de Kirchner, su imagen política se revirtió de manera asombrosa. Asimismo, más de un trabajador dirá que ninguna convención laboral le reconoce a los deudos más de setenta y dos horas de permiso. Y por último, cualquier ciudadano podría recordarle que el “sacrificio” al que dice estar sometida como presidenta no es tal, salvo que toda decisión libre y voluntaria tomada por alguien en pleno dominio de sus facultades, sea considerado un sacrificio.

En consecuencia, importa saber que la realidad no se construye con “relatos” y las contradicciones duras del poder no se saldan con reproches o “tirones de orejas”. Haber obtenido el cincuenta y cuatro por ciento de los votos es una excelente performance política, pero se sabe que a la hora de gobernar esos porcentajes oscilan a favor o en contra.

Es que, como se dijera en su momento, las autoridades de la democracia están sometidas a evaluaciones periódicas. Es verdad que algunas de esas evaluaciones incluyen contenidos afectivos, pero lo aconsejable en no es hablar con el corazón sino con el lenguaje de los hechos. No está de más recordarle a la presidenta que alguna vez hubo un líder político que dijo con descarnado realismo que “mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar”.