¿Civilización o barbarie?

La reciente creación de un instituto que “reescriba” la historia encendió la polémica. A partir de ahora, “buenos y malos” del pasado volverán a la realidad cotidiana, condicionando la agenda política.

Federico Aguer

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“A la historia no la escriben los que ganan, la escriben los que la estudian”, se escuchó decir esta semana en el marco por la interesante discusión planteada por la reciente creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, que se propone reescribir la historia argentina a través de algunos de los grandes personajes del pasado.

Para el Gobierno, se hace imperativo trazar una línea histórica que destaque a los referentes del movimiento nacional y popular. Pero para lograrlo, apelará a métodos fuertemente cuestionados por los historiadores, quienes advierten con preocupación que la tarea estará a cargo de divulgadores de la historia y no de científicos reconocidos en la materia. De allí se desprende que no se aplicará un método con rigor historiográfico para la investigación, sino más bien serán aproximaciones ligadas al sentimiento, la política y porqué no, la conveniencia.

“Esta es una corriente que trata acerca de una manera diferente de ver la historia”, se defendió Pacho O’Donnel, a la sazón funcionario kirchnerista. Para él, la finalidad del Instituto será promover, mediante becas, la investigación, el estudio y la difusión de “otra historia”.

Para el argentino de a pie, el tema puede ser pasajero, hasta intrascendente. Sin embargo, el proyecto descalifica a los historiadores formados en universidades y encomienda el esclarecimiento de la verdad histórica a un grupo de personas que en sus libros han hecho más hincapié en pormenores de las vidas privadas, tales como patologías médicas, romances, infidelidades de alcoba, y otros pormenores de los protagonistas del pasado, antes que intentar analizar los hechos de fondo a la luz del contexto en el que se desenvolvieron.

“El enfoque maniqueo que el instituto adopta no admite la duda y la interrogación, que constituyen las bases para construir, sí, saber científico”, manifestaron preocupados algunos críticos de la idea. “Se avanza hacia la imposición del pensamiento único, una verdadera historia oficial. La idea del Gobierno de intentar imponer una sola perspectiva se proyecta ahora al pasado”, agregaron otros.

En momentos en los que se decide -por ejemplo- una ley que prohiba la tenencia de tierras productivas a los extranjeros, la idea de defender los valores nacionales y populares será una clara barrera contra la “ola extranjerizante”. Veremos si se impone la barbarie o la civilización.