UN RECORDATORIO DEL GRAN CANTANTE FRANCÉS

Brassens exagera...

Se cumplieron 90 años de su nacimiento y 30 de su muerte. Fue una de las tres “B” del cancionero francés de todos los tiempos, junto a Jacques Brel y Guy Beart. Influyó en varias generaciones de cantautores. Fue cronista, poeta y un agudo crítico de su ép oca.

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Héctor Horacio Pez

Si una metáfora se ha apropiado de manera contundente en estos tiempos, no resulta extraño indicar que la adjetivación de Zygmunt Bauman relacionada con el estado líquido de la sociedad y de sus manifestaciones vitales, merece ser considerada como una de las expresiones que ha despertado múltiples adhesiones en el pensamiento contemporáneo. Hoy, siguiendo ese razonamiento, todo se reduce a una aparición efímera seguida de una inexorable desaparición. De tal suerte, que asistimos a una sucesión de acontecimientos que dejan su impronta en la pantalla globalizada y en un gesto líquido, se escabullen, sin que se lastime la epidermis más delgada de la sensibilidad colectiva y la desaparición opera como acto inexorable y terminal.

En el itinerario de la canción popular ocurre algo curioso: los sucesivos revivals producen una suerte de feedback que devuelve, envasados en un túnel del tiempo y de manera cíclica, los mensajes que la música desde su nacimiento abstracto y sonoro, ha conservado vivos en la memoria colectiva. Aquí lo efímero, lo líquido, no se evapora, por el contrario permanece en reservorios protegidos como figuritas/cromos presleys, beatles, gardeles, piafs, rollings, mozarts, tantos bichos raros del pentagrama, que pululan cual estrellas intermitentes por el universo de la canción.

La vigencia

No resultará extraño entonces, referir a la “exagerada” vigencia, cada vez más enorme de un tal Georges Brassens. Militante de las paradojas de la vida, hizo propia la de su vida: nació en un barrio popular de Séte (Francia) un 22 de octubre de 1921 y falleció un 29 de octubre de 1981, es decir, en una semana de octubre se puede evocar su noventa aniversario y el trigésimo de su muerte. Hijo de un albañil y de madre italiana, fue desertor en la milicia francesa durante la Segunda Guerra Mundial y bien temprano se inclinó por las letras y canciones que le merecieron inolvidables actuaciones en el Olympia de París y el premio Nacional de Poesía de la Academia Francesa de la Lengua, más de 50 discos y presencia en diferentes escenarios del mundo.

Extraño caso el de Monsieur Brassens: su visión profunda y simple a la vez de la marginalidad, sus exabruptos voluminosos, su corrosiva mirada y la atroz desconfianza del protocolo y la apariencia que exhibió como forma de expresión y de vida, le propinaron una vigencia absoluta, desprovista de todo otro aspecto que no sea el amor a la simpleza y la musicalidad, en síntesis, a la potencia del mensaje cuando se lo percibe auténtico. Sus canciones exhalan textos plenos de ironía de alto contenido político y crítica social.

En 1951, “El gorila” mereció el corte de la censura de época, porque relataba la disyuntiva de un primate en fuga del zoológico que, para saciar su apetito debe optar entre una anciana y un juez: “y en lugar de elegir la vieja/ como era de esperar,/ agarró al juez de una oreja/ y se llevó hasta un matorral...”. Su virulencia se transformaba en ternura cuando debajo de un paraguas encontraba la felicidad o si se volvía pequeñito “ante una muñeca que dice mamá cuando la acaricio”. En su canción “Mi testamento” dirá: “estaré triste como un sauce/el día que me llame Dios”. Y es que, a pesar de todos los detractores y del sabor empalagado de sus fanáticos seguidores, persiste en el ambiente una necesaria inclinación a aceptar, con verdadera justicia, la consigna que nace de una de sus últimas letanías: si existe, exagera.

Voz inconformista

Cuando su mensaje adquiere múltiples versiones por artistas procedentes de variadas latitudes: Maxime Le Forestier, Julien Clerc, Salvatore Adamo, Ives Montand, Renaud, Nacha Guevara, Loquillo, Joaquin Carbonell, Paco Ibañez, Emmanuelle Beart, Olivia Ruiz, Javier Krahe, Juliette Greco, Joaquín Sabina, Joan M. Serrat, Alain Souchon y tantos otros donde se observa además su clara influencia. Cuando el grupo de rock francés Sinsemilia, Bandabardó (Italia), y Arbolito entre nosotros, se prenden de su tema clásico “Mala reputación” y actualizan la crítica del trovador cincuenta años después. Alex Kapranos, cantante de Franz Ferdinand, lo calificó como “un anarquista poético, dueño de una voz inconformista jamás registrada; su prosa- sostuvo- fue más subversiva que la de Dylan o de los Sex Pistols”.

Hoy, el mensaje líquido de Brassens sigue humedeciendo el aire sonoro del planeta: un rosedal, junto a viñas, plantas aromáticas, libros antiguos, artesanías, permite gozar en libertad de un lugar encantado, el Parque Georges Brassens que lleva su nombre en el barrio Saint Germaindes-Prés de París. De este modo imprime su marca proponiendo un encuentro que evocará eternamente al inolvidable cantautor en el trigésimo aniversario de su partida. Y es que, ciertamente Brassens si existe, exagera...

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El músico junto a Salvador Dalí . foto: archivo el litoral

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