Cazador de almas

Por María Luisa Miretti

“El desalmado”, de Carlos Chernov. Emecé. Buenos, 2011.

¿Qué otra cosa es la vida sino una caída hacia la muerte?

(Chernov)

Imposible permanecer indiferente o intentar hacerse el distraído. Chernov (1953) tiene esa virtuosa habilidad para captar al lector de un tirón y casi sin respirar. No obstante, se sugiere recordar el concepto de “pacto ficcional”: prepararnos de antemano a sabiendas de que estaremos en el plano de la ficción.

Lisa y llanamente es una novela atrapante. Su historia, muy bien estructurada y elaborada, nos ubica primero en el Chaco frente a un nacimiento de gemelos, con la salvedad de que uno de ellos no llora, ni pestañea, ni emite sonido alguno. Llaman a un “brujo” pilagá quien lo recupera, trayéndole a la vida.

Pacto satánico, costumbres ancestrales o una parodia de la vida misma con sus avatares, la gran incógnita se va develando, mientras el protagonista se debate entre sus dudas interiores en un infierno insoportable, pero del que quiere tener más datos y señales, y la vida paralela que lleva con su hermano, a quien no puede dejar de custodiar. Cuestiones de identidad que remiten al tema del doble, a las voces interiores que nos habitan y determinan muchas conductas y actitudes. (Según la leyenda cuando nacen gemelos, uno de los dos ha venido sin alma, y como no se sabe cuál es, se los sacrifica).

Ricardo se hace médico y Eduardo se convierte en un jugador compulsivo. Viven en Buenos Aires, mientras crecen y maduran en esa simbiosis casi mítica que les impide separarse, aunque ambos andan por andariveles distintos, tras derroteros diferentes. La meta de uno es capturar almas y la del otro, entregarse al placer del juego.

La profesión le sirve como mascarada a Ricardo, atento a la muerte de cada sujeto, a quienes les acelera el fin, para luego “succionarles” el alma. Lo que comienza siendo una intrigante búsqueda para aplacar el llamado interior, se convierte en rutina, con la particularidad de adoptar las características de la persona a quien le quita el alma (sin importar género o forma).

La tarea se torna insaciable y ante la imposibilidad de poner coto, retorna al brujo pilagá con quien tiene una entrevista y la sentencia de un mandato que deberá cumplir a corto plazo, relacionada con el hermano y “un hombrecito”, hecho que se manifiesta sin eufemismos, primero con la controvertida muerte de su hermano y luego la aparición de ese objeto, un tercero que había quedado aplastado en el vientre materno.

Una narrativa despojada y de estructura lineal, pero de profundos significados capta de inmediato la atención y deja al descubierto el sello autoral, no sólo por su impronta escrituraria sino también por una profesión (médico psiquiatra y psicoanalista) que le permite acceder a las profundidades del alma humana, traducida en el manejo de las situaciones clave, los escenarios y los distintos comportamientos de los actores puestos en escena. Nada queda sin tratar. Hay un alto voltaje erótico en las relaciones vinculares (destacados en sus anteriores Anatomía humana o El amante imperfecto en la que se regodea hasta el extremo con el amor obsesivo y los límites de la locura), la caracterización de los personajes y las sucesivas reacciones frente a las evidencias, sin perder el goce estético que brindan ciertas reflexiones en torno al amor y la vida.

Los descubrimientos finales son verdaderos hallazgos. Una carta de la madre antes de morir, el envío de su Biblia era muy religiosa- y dentro de ella la sorpresa de “el hombrecito” preanunciado, la actitud de una hermana ausente, de los sobrinos y el desenlace mismo, revelan una dosis de extremo verismo dignos de destacar.

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De “El gran Jack”, de Daniel García.

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