Un hecho muy significativo para la comunidad de Laguna Paiva

A 50 años de la finalización de la huelga ferroviaria

Un conflicto que duró 42 días y en el que hoy sale a la luz la identidad y el relato de un niño que viajaba en el tren que fue incendiado en la jornada del 11 de noviembre de 1961.

Agencia Laguna Paiva

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Mañana (10 de diciembre) se cumplirán 50 años de la finalización de la huelga que La Fraternidad y la Unión Ferroviaria pusieron en marcha el 30 de octubre de 1961, en oposición a la política de racionalización dispuesta para este sector de la economía del país por el presidente Arturo Frondizi (1958-1962): cerrar ramales y talleres, reducir la dotación de personal y privatizar determinados servicios, entre otras medidas, como forma de frenar el déficit generado por el mismo.

Los días fueron pasando y los meses de octubre y noviembre quedaron atrás en el marco de una lucha que llegaría a su término en la noche del 10 de diciembre cuando, a las 23.35 horas, el Dr. José María Guido anunciaba el acuerdo a que habían llegado con los gremios que representaban a los trabajadores del riel, logro en el que tuvo un papel significativo la mediación del cardenal Antonio Caggiano.

Conocida esta noticia, la alegría y la esperanza por un futuro mejor se fue adueñando de los locales sindicales, de las calles y de los hogares de cientos de ferroviarios que pronto verían, con un inocultable orgullo, la llegada y el paso de vagones del Belgrano que, procedentes de distintos puntos del país, traían pintada una inscripción que calaría muy hondo en los lugareños: “¡Viva Paiva la heroica!”, la que hacía alusión a la decisión de hombres y mujeres del entonces pueblo Reynaldo Cullen (1913-1967) de impedir, el 11 de noviembre, la circulación de un tren que intentaba debilitar la huelga.

La formación, compuesta por una locomotora diésel, 6 vagones y 2 furgones era custodiada por miembros de la policía Federal y transportaba 10 pasajeros. Dentro de estos últimos, como da cuenta el diario El Litoral en su edición del día siguiente, viajaba un niño de 11 años cuya identidad no se conocía, acompañado por su abuela paterna.

El enfrentamiento entre fuerzas de seguridad y manifestantes llegó a su punto culminante cuando el avance del tren fue bloqueado por la colocación de durmientes y cuanto objeto la gente encontró al alcance de su mano, todo lo cual se vio seguido por la acción de los huelguistas que liberaron el aire de las mangueras de freno del último coche y tumbaron vagones sobre la vía principal para impedir el posible retroceso del mismo.

Ante este cuadro, la policía efectuó disparos de bombas de gases lacrimógenos y de armas de fuego, lo que exasperó a los autoconvocados en el lugar que vieron cómo dos trabajadores resultaron con heridas de mucha gravedad.

En medio del incendio

La reacción popular no se hizo esperar y desembocó en la quema de vagones, lo que obligó a que la dotación policial y el personal a cargo de la conducción del tren abandonaran el lugar, como lo hicieron por su cuenta los pasajeros, pero no así el niño que había sido llevado al furgón para protegerlo de los incidentes y que en la confusión quedó solo y librado a su suerte. Una botella con líquido inflamable fue tirada hacia el interior por una de las ventanillas, desatando un incendio que quemó parte del brazo izquierdo de esta criatura y un espeso humo hubiese provocado su asfixia de no mediar la intervención de un grupo de ferroviarios que rompió la puerta y lo sacó.

Ese niño, después de medio siglo, se sabe quién es: un hombre de 62 años, que tiene una familia y reside en Vera y Pintado. Su nombre es Horacio Rubén Nuñez y recuerda lo que ocurrió en esa jornada que forma parte de la historia de Laguna Paiva que tuvo al ferrocarril como su principal fuente de trabajo. Desde la habilitación de la estación (1908) que terminó por darle su nombre hasta la conversión del ex taller de vagones dependiente del Estado en un emprendimiento privado que actuó como tal con el nombre de Cooperativa de Trabajo Industrial Laguna Paiva Limitada entre 1993 y 2007, año este en que fue vendida a la firma Emepa, son hechos clave de esta historia.

Hoy, Nuñez relata que su viaje en ese tren se debió a que le habían dado de alta en un sanatorio de la capital provincial donde permaneció internado durante 25 días como consecuencia de un accidente que tuvo en una colchonería de San Cristóbal donde trabajaba para ayudar a su padre con los ingresos que éste aportaba mensualmente al hogar como empleado ferroviario. Y precisamente, la escasez de dinero lo llevó a tomar ese tren que en su intento por abrir una brecha a la medida de fuerza dejó tanta secuelas para unos y otros.

Los gritos, los insultos, el ruido provocado por las piedras y cascotes lanzados manualmente o con gomeras por los manifestantes, los disparos de armas de fuego y de bombas de gases lacrimógenos efectuados por las representantes del orden, como las llamas y el humo de los coches quemados todavía están presentes en su memoria. A la vez que recuerda la preocupación y el cuidado que recibió de mujeres y hombres ferroviarios luego de ser rescatado del furgón que quedó destruido, al igual que otros vagones, por el fuego. Sus vivencias, sin duda, enriquecerán lo escrito hasta el presente de algo que forma parte de la historia de una localidad y de un medio de transporte que tanto progreso trajo al país.

A 50 años de la finalización de la huelga ferroviaria

El 30 de octubre de 1961, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria pusieron en marcha este paro que marcó la historia de todos aquellos que se vinculaban con el ferrocarril. Foto: Agencia Laguna Paiva

A 50 años de la finalización de la huelga ferroviaria

Horacio Rubén Nuñez, hoy tiene 62 años. Cuando tenía 11 viajaba en el tren que al intentar pasar por Laguna Paiva fue quemado en gran parte.

Foto: Guillermo Di Salvatore

Impacto en la población

El pueblo Reynaldo Cullen, con un origen y desarrollo estrechamente ligado a la actividad ferroviaria (1908-1993), sufrió las consecuencias del paro, tanto en el terreno ocupacional como en el económico y demográfico. Dejó como saldo una disminución en el número de empleados que cumplían sus funciones en las distintas reparticiones ferroviarias, como así también una modificación en la posterior composición por edad de la población obrera.

Por otra parte, levantada la medida de fuerza, a la incertidumbre sobre el futuro de la principal fuente de trabajo se agregó otro problema: el personal, lejos de percibir la totalidad de lo adeudado en concepto de sueldo por los 42 días de paro, sólo cobró el 82% de lo que le correspondía y bajo la modalidad de un préstamo reintegrable en 18 cuotas mensuales, que les serían descontadas por boleta, a partir del 1º de enero de 1962.

Esta situación resintió la economía del núcleo familiar que se encontró con un poder adquisitivo reducido para hacer frente a las habituales necesidades y al pago de compromisos contraídos con anterioridad y durante la huelga. Esto influyó, a su vez, en el normal desarrollo de aquellas actividades que dependían, de manera casi exclusiva, de los jornales de los obreros y empleados del riel.

En lo relativo a su estructura demográfica, la localidad se vio perjudicada por su crecimiento poblacional, como consecuencia de la puesta en marcha de un proceso de emigración por quienes, en forma voluntaria o compulsiva, quedaron al margen de la principal fuente de trabajo.

Precisamente, el censo de 1970 revelaría, claramente, la incidencia que la huelga de 1961 tuvo al respecto, al contabilizar una población de 11.556 habitantes que, comparada con la registrada en 1960, mostraba una pérdida de la misma, en valores absolutos, de 680 personas.