Para mis amigos jóvenes

Dr. Alberto M. Niel.

Varios amigos míos en tren de críticos literarios de entrecasa, de confianza, me han confesado que les gusta lo que escribo, y espero que sea cierto, que los entretiene, les hace recordar cosas y episodios agradables de antaño aunque a veces, pocas, deben recurrir al Enciclopédico o al lunfardo para descifrar alguna palabreja de mi cosecha o predilección o invención, con prefijos y sufijos griegos y latinos que trata de explicar o expresar exactamente (seguimos con las “x”) lo que quiero decir y transmitir, escribiendo como si fuera una carta, con las mismas palabras que utilizo al conversar con quien tenga la paciencia de escucharme, porque son mucho más frecuentes los monologuistas que los dialoguistas, los charlatanes que los lacónicos y ya estoy podrido de aguantar diarreas verbales de gente que se aprovecha de mi condición natural de paciente escucha y confesor ocasional. Por favor ¡busquen otro inodoro espiritual para evacuar sus emunctorios mentales!

Volviendo al tema: escribo así porque me gusta y porque se me da la gana; porque soy así y así lo expreso. Al que le guste que me aguante; y al que no ... ¡allá él!...

Hablando con jóvenes que piensan, cosa que hago a menudo y me encanta cuando me tratan como si fuera uno de ellos, que no se escandaliza por nada, salvo que sea una estupidez, una crueldad, una desconsideración o una exhibición desvergonzada y proselitista de alguna barbaridad inusual que desean hacer costumbre, pretendiendo que oponerse y desobedecer a sus padres, a sus maestros y a sus buenos amigos que peinan canas y que serían sus naturales mentores es una rebeldía posmodernista que demuestra personalidad, olvidándose que quien sabe más que uno, que ha vivido y luchado en forma para acumular una experiencia positiva y que, en estos casos, brinda con amor, para ayudar y evitarles sufrimientos, dolores y frustraciones que ellos conocieron y padecieron, son dignos de respeto, de afecto, de cariño, a quienes hay que escuchar atenta y pacientemente para aprovechar y repetir lo útil, lo eficaz, lo práctico, lo solidario que se extraiga en beneficio de los demás, que es lo que más aporta puras e intensas satisfacciones que permiten vivir en plenitud.