EDITORIAL

Espacios con un sentido amplio de cultura

Cuando comenzó a gestarse la recuperación de lo que hoy se conoce como El Molino, Fábrica Cultural, y La Redonda, Arte y Vida Cotidiana, costaba comprender cómo esos espacios ganados por el abandono luego de décadas de inactividad y vandalismo, podrían ser rescatados y -más todavía- destinados a actividades para la comunidad.

Desde hace un año, ambos proyectos son una grata realidad que transformó el entorno en uno y otro extremo del Parque Federal. Este último dato no es menor: en una ciudad que durante años centralizó su actividad administrativa pero también cultural en el centro o, a lo sumo, desde los bulevares al sur, la posibilidad de contar con espacios de participación e intercambio en otros puntos de la cuadrícula, suma un punto a favor de innegable impacto. Y, dicho sea de paso, el parque también fue jerarquizado y como se observa todos los días y en particular los fines de semana, es elegido por cientos de santafesinos para esparcimiento y actividad física.

Lo cierto es que aquel discurso, que resultaba difícil de traducir en imágenes porque contrastaba con la postal de deterioro que presentaban ambos edificios, se transformó en dos obras concretas y relevantes que, junto a la Esquina Encendida -ubicada aún más al norte, en Estanislao Zeballos y Facundo Zuviría-, conforman el denominado Tríptico de la Imaginación. En este punto cabe detenerse: la terminología utilizada por la ministra de Innovación y Cultura no es casual: es la misma que en su momento definió al diseño de este corredor como “tajo urbanístico” que se abría, en una respetuosa fusión entre novedad y patrimonio, hacia la Santa Fe profunda que llega hasta los barrios. Así fue como, sobre Salvador del Carril el emblemático edificio ferroviario que hoy es La Redonda -así, con mayúsculas- dejó de ser noticia por los robos a su estructura y jerarquizó a un amplio sector que, de norte a sur, es centro geográfico de la capital santafesina.

En este contexto, la instalación de novedosos escenarios y dispositivos de juego interactivo, la habilitación de talleres de fabricación artesanal y producción artística, la conjugación permanente de actividades con referencias y referentes de la cultura santafesina, y la organización de encuentros y espectáculos de calidad y arraigo popular, otorgaron a ambos edificios, suficiente vida y movimiento como para justificar sobradamente su existencia. Además de lo que implica su presencia en el paisaje urbano, todo ésto les otorgó el rango de concreción de una verdadera política en la materia.

Más allá de las palabras y de la sorpresa inicial, lo cierto es que en ambos casos se logró el propósito de transformar dos construcciones representativas de la actividad santafesina, y abrirlas al uso y disfrute común, bajo un concepto amplio de cultura que se basa en la participación y la apropiación social de los espacios. Una concepción que, por ésta y otras acciones desarrolladas en el resto del territorio provincial, fue avalada por las flamantes autoridades por cuatro años más.