Fin de un año excepcional, inicio de uno complicado

Entre nostalgia y acopio de poder

La Argentina gozó en 2011 de los “términos de intercambio” más altos de los últimos 60 años. En 2012, Cristina intentará suplirlos con sobredosis de poder.

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La presidenta iniciará 2012 con licencia por la extracción de un tumor. Pero la espera un año difícil por muchas razones. Foto: DPA

Sergio Serrichio

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Aunque lo pasó de riguroso luto, la presidenta Cristina Fernández, viuda de Kirchner, extrañará 2011. Tanto por lo que fue el año que se cerró con las campanadas de la medianoche del sábado, como por lo que promete ser el que ha comenzado.

Es posible citar decenas de eventos, desarrollos, anécdotas que jalonan un período. De cómo se los seleccione, jerarquice y agrupe, y de la lectura que se haga de ellos, depende el cuadro, la síntesis de un tiempo.

El 54 por ciento obtenido por la presidenta en las elecciones del 23 de octubre, y mejor aún- los 37 puntos porcentuales de diferencia que le sacó a su más inmediato rival, han de figurar en casi todas las evaluaciones. El crecimiento del PIB cerca de 9 %, según las cifras oficiales -más próximo a 6 % según cálculos más creíbles, pero en todo caso un avance vigoroso y entre los más altos de América Latina-, y la expansión más modesta del empleo -hasta llegar a una tasa oficial de desocupación de 7,2 por ciento, la más baja desde la década del ochenta- son también datos importantes del cuadro económico-social.

Pero si desde aquí tenemos que elegir un dato clave del 2011, es éste: la Argentina gozó de los más altos, los más favorables “términos de intercambio” de los últimos 60 años. Se trata de un concepto algo abstruso, pero muy poderoso. Tanto, que sirvió para entender gran parte de los problemas de los países subdesarrollados en la segunda mitad del siglo XX, a partir de la prédica del economista argentino de mayor influencia internacional en ese período, Raúl Prebisch.

En síntesis, los términos de intercambio son la razón entre los precios a los que un país vende en el mercado mundial lo que más y mejor produce, y aquellos a los que compra lo que produce en cantidades insuficientes o a costos muy altos, o directamente no produce.

Sectores transables

Gran parte de la economía y de la vida social de un país no pasa por esos bienes y servicios. Pero la relación que surge de la parte que sí pasa por ahí y que los economistas llaman “sectores transables”- determina el poder adquisitivo internacional de una economía e influye de modo determinante en el bienestar de una sociedad. Sin “términos de intercambio” tan favorables no existirían los logros que el relato oficial atribuye enteramente al “modelo”.

La excepcionalidad de 2011 en tal sentido tiende a pasarse por alto debido a que el fenómeno empezó a diluirse en la segunda parte del año, cuando por fortuna, con el grueso de la cosecha ya vendida- empezaron a debilitarse precios clave para nuestra economía, como el de la soja, que aún habiendo caído casi cien dólares más que duplica los valores de hace un decenio. En esa ahora cuestionada abundancia de ingresos para los productores, de divisas para la balanza comercial y de tributos para el fisco, se basó gran parte del crecimiento de los últimos años.

Por instinto político y por lectura económica, el gobierno se está preparando para una etapa más difícil. De ahí el maratón de leyes y concentración de poder que apuró en las últimas semanas, mientras mucha gente mira para otro lado. La lista ya fue referida aquí: prórroga de la emergencia económica (hasta completar una docena de años) y de impuestos, delegación legislativa en algunos de ellos, y dos medidas orientadas a imponer el “relato” y controlar el clima social: una ley que da al Estado el rol de gran y exclusivo árbitro en la producción, distribución e importación del papel para diarios y otra para supuestamente- combatir el terrorismo.

La “coartada” del Gafi

Para ese último cometido, los personeros del “relato” fabricaron una coartada. “Es una imposición del Gafi (Grupo de Acción Financiera Internacional)”, dijo Eugenio Zaffaroni, el juez de la Corte Suprema más afín al gobierno, como para mostrar que el kirchnerismo admite el disenso y a veces debe ceder -hay enemigos poderosos, no siempre se gana- al imperialismo.

Pero como dice el constitucionalista Roberto Gargarella, lo que el Gafi pide a los países miembro son medidas para combatir el lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo, no las figuras de tipo penal abierto y sobreabarcativo que impulsó el gobierno y sancionó diligente el Congreso. El engendro kirchnerista es tan amplio e impreciso -ergo, peligroso- que según José Sbatella, titular de la agencia argentina que responde al Gafi, abarca los títulos de prensa como potencial vector terrorista.

Ni qué decir de la protesta social. “Cuando piensa en el terrorismo, el Gafi no piensa en luchadores sociales ni en militantes de base, sino en Medio Oriente”, dice Gargarella. Ocurre que el gobierno dictó la ley por su exclusiva voluntad, para “tener atados y bajo extorsión a todos los que piensan distinto”.

Un esquema similar sirve para entender el quiebre entre el gobierno y el titular de la CGT, Hugo Moyano. Un tipo arisco, ambicioso, con poder de movilización y bloqueo. Un buen socio del kirchnerismo en los tiempos de abundancia, cuando había más para repartir, pero incómodo para los tiempos que vienen.

Así las cosas, lo que se viene es una pulseada entre el acopio de poder del kirchnerismo -al que ya habría que llamar cristinismo- y los efectos políticos, económicos y sociales del fin de la buena racha. Si 2011 fue el año de los excepcionales términos de intercambio, 2012 será el de los términos del cambio.

Lo que se viene es una pulseada entre el acopio de poder del kirchnerismo -al que ya habría que llamar cristinismo- y los efectos políticos, económicos y sociales del fin de la buena racha.

Por instinto político y por lectura económica, el gobierno se está preparando para una etapa más difícil. De ahí, el maratón de leyes y concentración de poder que apuró en las últimas semanas, mientras mucha gente mira para otro lado.