/// PUBLICACIONES
/// PUBLICACIONES
“El novelista ingenuo y el sentimental”
El novelista turco Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006. Foto: Archivo El Litoral
Orhan Pamuk presenta en El novelista ingenuo y el sentimental un ensayo sobre la novela, que en principio es una reivindicación, un panegírico y un homenaje a un género literario que, al menos respecto al fervor que despertaba en el siglo XIX, parece haber perdido crédito y devotos.
Tal como señala el título, el objetivo primero del novelista turco fue ahondar en la distinción que propone Friedrich Schiller en su ensayo Sobre poesía ingenua y poesía sentimental, entendiendo por sentimental “el estado de ánimo que se ha apartado de la simplicidad y el poder de la naturaleza y ha quedado demasiado atrapado en sus propias emociones y pensamientos”. Los ingenuos serían los escritores espontáneos, inconscientes de las consecuencias intelectuales o éticas de sus escritos, que quizás crean sean dictados por la naturaleza, alguna musa o Dios. Al contrario, el poeta “sentimental” (repetimos, en el sentido de emotivo, reflexivo) considera con atención los métodos y técnicas que utiliza, y tiene plena certeza sobre lo artificioso de todos sus esfuerzos.
Cuando se descubrió que el Robinson Crusoe de Defoe no era una historia cierta, su autor se sintió avergonzado. Al contrario -sobre todo bajo regímenes dictatoriales- muchas veces los novelistas afirman que sus historias son totalmente fruto de la imaginación. “Durante cientos de años -desde Don Quijote o incluso La historia de Genji, hasta Robinson Crusoe, Moby Dick y la literatura contemporánea-, escritores y lectores han intentado, sin éxito, alcanzar algún tipo de acuerdo sobre la naturaleza de la ficcionalidad de la novela. No querría que se dedujera de estas palabras que deseo que tal acuerdo llegue a alcanzarse. Al contrario, el arte de la novela obtiene su poder de la ausencia de un consenso perfecto entre escritor y lector sobre la interpretación de la ficción. Los lectores y los autores reconocen y están de acuerdo en el hecho de que las novelas no son imaginarias por completo, ni tampoco están basadas en hecho reales por completo”.
Citando a menudo a Borges, Pamuk señala los errores derivados sea de una posición a ultranza ingenua que de una sentimental. No sólo en los autores, sino también en los lectores, que obstruyen la fruición de una novela. Estos lectores serían de dos tipos: “1. Los lectores completamente ingenuos que siempre leen el texto como una autobiografía o una especie de crónica oculta de una experiencia vivida, por mucho que les adviertas que están leyendo una novela. 2. Los lectores completamente sentimentales que creen que todos los textos son constructos y ficciones, por mucho que les adviertas que están leyendo tu autobiografía más honesta. Debo advertirles que se alejen de este tipo de personas porque son inmunes a la dicha de leer novelas”.
Pamuk propicia, pues, un equilibrio entre tales tendencias contrapuestas, y analiza al personaje, al tiempo, espacio, trama, apelación visual de las novelas, dando especial importancia a lo que llama “el centro de la novela”. Todos los elementos, todas las situaciones, todas las palabras se diría, de una buena novela confluyen a un centro, cuyo descubrimientos es razón y meta de la lectura de una novela. “En última instancia el poder del centro de una novela no reside en lo que es, sino en nuestra búsqueda de él como lectores. Cuando leemos una novela que destaca por un equilibrio y unos detalles delicados, nunca descubrimos un centro en un sentido definitivo, sin embargo, tampoco abandonamos las esperanzas de encontrarlo. Tanto el centro como el significado de la novela cambian de un lector a otro. Cuando analizamos la naturaleza del centro, lo que Borges llamaba el tema, estamos analizando nuestra visión de la vida. Estos son los puntos de tensión que nos impulsan a seguir leyendo novelas”. Publicó Mondadori.