Mesa de café

¿Una comedia de enredos?

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Remo Erdosain

-La presidenta está sana -dice José satisfecho.

-Me alegro de que la señora goce de buena salud consiente Marcial- aunque el precio que debió pagar haya sido la extirpación de la glándula tiroides.

-Lo que yo quisiera saber -digo- es por qué dijeron que había un cáncer y después resulta que el cáncer no era tal.

José suspira y toma un trago de café.

-Pareciera que los gorilas lamentan que la compañera esté bien.

-Y a mi me parece, dice Abel, que los que se lamentan son ustedes.

-¿De qué nos lamentamos nosotros? pregunta José inquieto.

-De que la presidente no tenga cáncer.

-No se me ocurre por qué nos vamos a lamentar que la compañera esté sana.

-Se perdieron la oportunidad de una puesta en escena basada en el martirilogio de una presidente que, además de viuda, tiene cáncer, señala Marcial.

-Esa es una interpretación que corre por tu cuenta. Falta que salgas a pintar en las paredes “Viva el cáncer”.

-No jodamos -reacciono-, ni digamos una cosa por otra. Aquí los únicos que usaron la palabra “cáncer”, fueron ustedes. Nadie más.

-Empezando por la “compañera presidente” que ni lerda ni perezosa se puso al frente de la lucha contra el cáncer en el mundo.

-Eso demuestra que la compañera tiene coraje -contesta José-, recibe la peor noticia del mundo y sale a la calle con admirable entereza.

-Es una interpretación -puntualiza Marcial-, yo, por mi parte, podría postular que la señora montó una de sus habituales escenas con la tranquilidad de saber que en el peor de los casos se trataba de un cáncer benigno.

-Hay que ser muy retorcido para pensar de ese modo -observa José.

-En eso estoy de acuerdo -consiente Marcial- hay que ser muy retorcido, pero en este caso el retorcido no soy yo precisamente.

-Lo que yo me pregunto -interviene Abel-, es cuáles pueden haber sido los motivos del gobierno para mentir en este caso.

-El motivo es uno solo: victimizar a la presidente. La señora es viuda y ahora tiene cáncer ¿Quién puede ser el desalmado capaz de criticar a una pobre mujer que padeciendo tantas desgracias compromete su vida para salvar a la Argentina? -enfatizo.

-No te parece que estás exagerando, observa Abel.

-Los que exageraron una vez más, apunta Marcial, fueron los compañeros. No sé si la exageración proviene de un médico que se equivocó y se equivocó feo, o de la Unidad Médica Presidencial o de todos juntos, incluida la “compañera”.

-A este tema, los únicos que le dan vueltas son ustedes -dice José impaciente-. Hubo un diagnóstico de carcinoma papilar que luego no se confirmó. Suele ocurrir. Pero ahora resulta que lo que debería ser una buena noticia, para los gorilas es un fraude.

-El fraude lo pueden haber cometido ustedes -resalto-, un gobierno responsable trata de ser prudente con la salud de la presidente. No se largan noticias así nomás, como si se estuvieran comentando partidos de fútbol.

-Lo más prudente -insiste Marcial- hubiera sido decir que había una neoplasia o un adenoma folicular. Y punto.

-Es más -menciono-, lo que se dijo es que era un tumor compatible con un carcinoma papilar, lo cual no es exactamente un cáncer o no tiene necesariamente que serlo.

-A los señores de la Unidad Médica Presidencial les ocurrió lo mismo que a Galtieri -acusa Marcial.

-¿Cómo es eso? preguntamos todos, algo extrañados por la comparación.

-Muy sencillo. Galtieri mandó a invadir las Islas Malvinas apostando a que los ingleses no iban a iniciar ninguna acción bélica. El negocio era redondo: posábamos gratis de guapos y nacionalistas.

-¿Y eso qué tiene que ver con lo que estamos hablando? pregunta Abel.

-Que los muchachos del gobierno, sabiendo que en el peor de los casos se trataba de un cáncer benigno, se largaron a montar la escena.

-Y la primera actriz de esa obra de teatro fue, como es habitual, la señora -completo.

-Exactamente -confirma Marcial mientras se cruza de piernas y clava sus ojos en José.

-Ustedes no puede probar lo que dicen -acusa José enojado.

-Por supuesto que no puedo probarlo -reconoce Marcial- pero lo que nadie me puede prohibir es que saque mis propias conclusiones. Esta es una mesa de café, no es un tribunal.

-Los hechos hablan por si solos -retruca José- hubo un diagnóstico de cáncer que no se confirmó. No sé por qué dan tantas vueltas.

-Te recuerdo -digo- que no hay hechos, hay interpretaciones. Motivo por el cual es falso que los hechos hablen por si solos.

-Admitamos -acota Abel-, que algo raro pasó. Dejemos de lado la interpretación de Marcial, y detengámonos en lo que sucedió. O se equivocaron los médicos, o se equivocó la Unidad Médica Presidencial, o se equivocaron los asesores de la presidente.

-O se equivocó la presidente -agrego.

-Todo puede ser -admite Abel- pero yo me niego a aceptar que una presidente de la Nación se preste para una maniobra de ese tipo.

-Yo no la subestimo -dice Marcial- Yo creo que es capaz de eso y de mucho más.

-Repasemos los hechos -exige José-. El 27 de diciembre se informó a la opinión pública acerca de un carcinoma papilar. Se sabe que sobre estos diagnósticos siempre hay un margen de error, mínimo pero margen al fin.

-Y da la casualidad de que el margen fue más importante que el continente.

-¿Por qué no? -salta José.

-Yo creo -digo- que en el más suave de los casos hubo un descuido.

-Desde el punto de vista de la responsabilidad política, a la hora de informar corresponde ser muy prudente porque se trata de la salud de la presidente, la máxima autoridad política de la Nación. En cualquier parte del mundo se empieza informando lo mínimo.

-O sea que vos aconsejas mentir, acusa José.

-Te repito -retruca Marcial-, no fui yo el que empezó a hablar de cáncer, ni soy el que está mintiendo. Lo que digo es que por razones institucionales nunca se empieza diciendo que hay un cáncer. No se puede sembrar la alarma alegremente. Y lo que ustedes hicieron fue eso.

-Yo creo -digo- que los compañeros de la Unidad Médica Presidencial y los asesores políticos del gobierno se hayan comido el amague. Como siempre están dispuestos a montar un simulacro, apostaron a que ésta era la oportunidad ideal para poner en escena el gran culebrón del año: la compañera tiene cáncer, pero va a seguir luchando para defender a la patria de sus enemigos. El título podría haber sido así. “La viuda de Calafate le declara la guerra al cáncer”. El resto se lo dejamos a “Fuerza Bruta”.

-¿Y se puede saber por qué cambiaron de opinión y admitieron que no había cáncer? pregunta Abel.

-Repito: se comieron el amague. No es la primera vez que este gobierno miente. Y tampoco será la última. En este caso, es probable que en algún momento alguien se haya dado cuenta de que se estaban pasando de rosca y dieron marcha atrás. Pero la primera reacción fue la que conocimos: la presidente viuda y con cáncer. Negocio redondo. Sobre todo porque se trataba de un cáncer benigno.

-No comparto -dice José.