Cuando el paisaje sorprende

Cuando el paisaje sorprende
 

La Reserva Natural Ría Deseado es un diamante sobre la Costa del Atlántico en Santa Cruz. Cañadones naturales y una fauna única le dan color y vida. A 70 km., los Miradores de Darwin permiten transportarse al pasado.

TEXTOS. ALINA POZZOLO. FOTOS. ALINA POZZOLO Y PABLO BENIGNI

Ingresamos a Santa Cruz. Luego de intensos días en Chubut abandonamos la casa de nuestros amigos Marce y Fede, en Comodoro Rivadavia, y seguimos por la RN 3 hacia Santa Cruz.

En el camino, anduvimos hasta llegar a los Bosques Petrificados, una reserva que guarda entre sus secretos los restos de lo que fueron inmensos bosques de árboles gigantescos antecesores de las actuales araucarias o pehuenes hace 150 millones de años.

Traíamos con nosotros mucho de lo que fueron estas tierras antes de todo, y queríamos un poco más. Casi sin saber que nos encontraríamos con un aporte inolvidable, nos dirigimos camino a Puerto Deseado, una pequeña ciudad sobre la costa del Océano a la que se accede luego de desviarse a la altura de Fitz Roy (RN3) y tomar la RN 281 por un tramo de 117 km.

La fuerza del agua y el viento le fueron dando forma a Puerto Deseado hasta formar en ella importantes acantilados e imponentes rocas talladas que le dan la bienvenida a las visitantes en el primer encuentro con la calle principal de la ciudad. Junto a estas formaciones, se encuentra el Río Deseado abrazando cada una de las rocas e imprimiéndole su turquesa al paisaje santacruceño. No fue necesario andar demasiado para saber que allí permaneceríamos más de una tarde.

LA PRIMERA EXPERIENCIA

No fue sencillo conseguir alojamiento con mascotas, así que nos decidimos por el camping. El clima se presentaba estable y el reparo de las rocas nos dio la confianza para poner manos a la obra y armar, por primera vez, la carpa.

El primer intento no resultó; pero a poco de probar, la segunda vez teníamos la carpa en pie y habíamos logrado conseguir un sitio donde dormir. Además, el camping estaba en la puerta de acceso de la Reserva Natural de la Ría lo que nos daba un plus de paisaje y tranquilidad.

ATRAVESANDO LA RESERVA

El paisaje nos invitaba a recorrer. Un río extenso, montañas, y un toque de curiosidad nos animaba a conocer lo que había más allá. Fue así que decidimos emprender un camino que veíamos en el mapa:

- Dice que para allá hay cuatro puntos para conocer, alguno tiene que ser lindo-, señaló Pablo, sin saber que nos embarcábamos en un recorrido de ida.

A pocos kilómetros de comenzar, ya nos habíamos detenido. Estábamos en la reserva de la Ría Deseado, una zona de acantilados que se destaca por poseer un accidente geológico único en Sudamérica: se trata de un río que abandonó su cauce y fue ocupado por el mar. Durante el período Jurásico la región vivió grandes erupciones volcánicas que produjeron, como consecuencia, la formación de cañadones, como así también las costas que delinean la ría y las islas: una verdadera postal.

Caminos de ida y de vuelta nos llevaban hasta la costa y nos devolvían al centro de las formaciones. Estábamos en grandes alturas y, de golpe, a nivel del mar. Todo se sucedía de un minuto a otro, y no podíamos dejar de observar a cada paso. Así fue que atravesamos el Cañadón Torcido, uno de los primeros cañadones de la Reserva que se destaca, no sólo por su vista -delante de él se encuentra la Isla de los Pájaros, donde cientos de aves anidan permanentemente-, sino porque hasta él llegan también algunas especies que pueden ser admiradas de cerca. Desde las terrazas que se forman en los cañadones es posible contemplar toda la margen.

EL CAÑADÓN DEL PUERTO Y EL OTRO LADO

Después de unos 13 km. de recorrido se accede al Cañadón del Puerto, el más grande en su extensión. Recorrerlo de manera completa permite ver la Reserva desde la otra margen, descubrir, al otro lado, un nuevo paisaje de costas y admirar la isla Viedma en las aguas de la Bahía Uruguay. El camino continúa hacia La Hoya y concluye en el Cañadón de La Mina, el último punto de acceso turístico. La Reserva tiene una extensión de 40 km. desde la boca de la Ría, en dirección Oeste, hasta Paso Marsicano.

Anduvimos por allí durante todo el día hasta que la tarde comenzó a caer sobre la costa, anunciando que la vuelta al camping estaba próxima para degustar una cazuela de mariscos. El viento se llevaba a su paso todo lo que encontraba, pero no pudo con las huellas que el paisaje dejó en nosotros.

TRAS LOS PASOS DE DARWIN

La excursión del naturalista Charles Darwin por la Patagonia ha sido un punto de partida de muchas investigaciones como así también de contemplación de lugares y riquezas. Cuando llegamos a Puerto Deseado, conocimos que uno de los principales atractivos eran los “Miradores de Darwin” . Pero los tiempos y condiciones de la excursión no coincidían con los nuestros. Los Miradores de Darwin se encuentran en los establecimientos de la estancia La Aurora, perteneciente a los sucesores de Rafael Wilson, a unos 70 km. de Puerto Deseado. Según se ha podido establecer, fue en estas tierras donde, a bordo del Beagle, Darwin recorrió las aguas del Deseado y señaló en su diario de viaje ‘“No creo haber visto en mi vida lugar más aislado del resto del mundo que esta grieta rocosa en medio de tan dilatada llanura”.

Entre consultas y explicaciones logramos dar con la dueña de la estancia quien, gentilemente, nos facilitó el ingreso a la misma para el día siguiente, temprano en la mañana.

Salimos de Deseado rumbo a Tellier (el poblado que se pasa al ingresar, viniendo por la RN 281) donde tomamos el ripio manejando por la RP47. A tan sólo 30 km. encontramos el cartel de la estancia que nos anunciaba que habíamos llegado. Sabíamos que nos esperaba una experiencia interesante, pero nunca pensamos que podría significar tanto en nosotros. Después de andar por algunos caminos llegamos a una tranquera, tal como nos habían especificado. Y fue allí donde, por falta de información, anduvimos por el mal camino. En realidad, no sabíamos que había otro y nos dirigimos por el primero que encontramos.

Inmensidad es la palabra que recuerdo haber pensado cuando vi, desde el Mirador, aquel vasto cañadón debajo de mis pies y ese gran territorio de arena zigzagueado por un estrecho hilo de agua. Nos tomó algunos minutos poder volver a comunicarnos. Estábamos, sin saberlo, en uno de los puntos más altos, el río estaba muy lejos y desconocíamos que otro camino nos permitía bajar así que, sin dudarlo, hicimos el primer intento de llegar hasta la margen del río. Fue sencillamente imposible; la roca nos abrió paso hasta que no hubo chances y, luego de haber descendido por 20 minutos, tuvimos que retomar sobre nuestros pasos.

Estábamos seguros de que se podía estar allí y decidimos buscar la manera. Así fue que encontramos el segundo recorrido que nos condujo hasta un camino transitado y, paso a paso, logramos descender. Si inmensidad me había venido a la mente minutos antes, era ahora la sensación de estar viendo algo único lo que me movía a estar allí:

kilómetros y kilómetros de arena y arcilla que cientos de años atrás habían estado repletos de agua, se mostraban ahora como una plataforma lisa.

Anduvimos largo rato hasta dar con la famosa piedra que el dibujante que acompañaba a Darwin, en su expedición de la Navidad de 1833, dibujara y fuera el punto de partida para que los historiadores pudieran saber que era allí donde habrían hecho su campamento. Remontarnos hasta aquellas épocas, imaginar la situación, nos hacía sentir solitarios expedicionistas. No salíamos de nuestro asombro a cada paso, y nos maravillábamos con los guanacos que nos observaban desde lo alto, sintiéndonos tan pequeños en esa vastedad.

RÍO DESEADO

Después de las fotos y las conjeturas, comenzamos a caminar lentamente -el viento corre muy rápido y la arena suelta golpea fuerte- hasta lo que imaginábamos era el margen del río que habíamos visto desde arriba. Poco a poco la idea tomó forma y apareció delante de nosotros un marrón y correntoso lecho de agua que años antes había sido navegado por los exploradores en grandes barcos. Hoy es sólo accesible a través de gomones o embarcaciones muy pequeñas.

Sin cansarnos de admirar, decidimos volver. Todavía nos quedaba un duro retorno hasta la base del camino con viento en contra, y luego la subida, aunque contábamos ahora con un plus de adrenalina. Volvimos por el mismo camino que nos había dejado allí y retomamos la ruta 47 en silencio. Aún hoy, después de haber andado muchos kilómetros más al sur y por otros paisajes, no he logrado sentir sensación igual que la de aquel día en los Miradores de Darwin.

PARA RECORRER LOS CAÑADONES

Lamentablemente no conocimos ninguna empresa de turismo que realice esta excursión por tierra recorriendo la Reserva. Lo que se puede conseguir es una excursión con gomones que lo llevan a diferentes islas. Para hacerla por tierra, es necesario contar con vehículo, dado que son más de 25 km. de montañas. Lo mejor es dirigirse a la Oficina de Informes de Puerto Deseado, San Martín 1525, donde le podrán facilitar un plano de los cañadones para un recorrido más sencillo y que le permitirá reconocer lo que está observando. Un paseo imperdible. Lleve agua y comida, porque no hay servicios dentro de la reserva.

Conociendo Deseado

Además de la Reserva Natural, Puerto Deseado tiene otros importantes atractivos:

- Faros y pingüinos: se encuentra aquí la única colonia del pingüino de penacho amarillo que existe en la costa patagónica. Para conocerlo es necesario tomar una excursión que se interna 25 km. en mar abierto.

- Museo Brozoski: podrá ver allí la corbeta Swift (1770), una pequeña nave de guerra británica del siglo XVIII que se hizo conocida por frecuentar los mares del sur.

- Museo ferrocarril: se trata de los orígenes de Puerto Deseado que la unían con Colonia Las Heras.

- Cueva de los Leones: se trata de un paseo a la salida de la ciudad que se puede visitar junto con lo que se denomina circuito Chico.

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Río deseado, en los miradores de darwin.

EXCURSIÓN A LOS MIRADORES

Lo ideal es poder realizar el paseo con una empresa de turismo dado que se recorre los sitios por donde pasó Charles Darwin. Se remonta la ría hasta su final en gomones semi-rígidos, y se navega por el cañón del Río Deseado. Luego se hace un trekking hasta los miradores. Se puede llegar a los miradores por el agua; en una excursión náutica de 7 horas, o por tierra, en 4 horas ida y vuelta. Otra opción que se ofrece es, como hicimos nosotros, pasar a través de la estancia La Aurora, a 70 km. de Puerto Deseado.

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El zig zag del rio abraza cada roca.

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Las aves anidan en los cañadones.

EL RECORRIDO

Aunque al día de hoy nos encontramos recién llegados a Ushuaia, después de la gran experiencia de Puerto Deseado hemos andado largos recorridos. Pasamos por Puerto San Julián, estuvimos en la costa de Puerto Santa Cruz, y conocimos Río Gallegos. Pasamos a Chile, vibramos con Punta Arenas y recorrimos las Torres del Paine.

EN LA WEB

Todo nuestro relato y la experiencia de los Bosques Petrificados, antes de ingresar a Deseado podés leerlo en http://turismo.ellitoral.com

INFORMES

Dirección de Turismo de Puerto Deseado [email protected] - www.puertodeseado.tur.ar