Actuar se llama el juego

Actuar se llama el juego
 

Claudio Paz

En varios años de carrera no abandonó el costado lúdico del teatro. Al contrario, sigue pensando que actuar es “ponerse en el lugar del pibe” y admite que el trabajo que encontró para vivir, como vendedor de autos, también lo apasiona. Buen humor, buena voz, presencia escénica y una nominación inesperada.

TEXTOS. NANCY BALZA. FOTO. FLAVIO RAINA.

UN DESCUBRIMIENTO. “Supe que quería se actor cuando tenía, más o menos, 13 años. Ésto lo cuento en chiste porque es un chiste y tiene un poco de verdad: yo era un gordito acomplejado y me gustaba mucho jugar al fútbol: en ese momento quería ser Pelé; después, Maradona. Pero, cuando me di cuenta de que no tenía talento para jugar al fútbol, dije: ‘tengo que elegir una profesión para conseguir chicas’. Y entonces elegí teatro. A las chicas nunca las conseguí, pero sigo actuando. Esa es la parte graciosa de la situación. pero creo que uno no encuentra al arte, te encuentra él a vos. En un momento aparece y creés que eso es lo tuyo, que es tu pasión. Como cuando sos chico y jugás a ser alguien. Ésto es así: es lúdico, es jugar a ser un personaje. Es lo divertido de todo ésto. Como todo trabajo, tiene un costado traumático: el estreno, los ensayos, el estrés. Pero creo que es como seguir jugando, como ponerse en el lugar de pibe”.

EL APOYO FAMILIAR “También se sumaron un montón de factores para elegir la actuación, como la aprobación familiar. No me costó nada: mis viejos son dos tipos mágicos y maravillosos, tipos de laburo que siempre respetaron lo que quería hacer. Capaz que nunca me lo dijeron explícitamente pero (el mensaje) se entendió siempre: ‘lo que a vos te haga felíz, lo que te haga bien’. Nunca tuve resistencia en mi familia; al contrario, me apoyaron en cualquier cosa; siempre que no sea de dudosa procedencia. Mi viejo es hijo de gallegos, trabajador de sol a sol, honesto y recto. Además, entre las personas que me sostienen y me sostuvieron están Lautaro (21) y Federico (19), mis hijos, que de chiquititos bancaron ensayos y funciones, y que los fines de semana por la noche estaban conmigo ‘haciendo teatro’. También mi amada Silvia, mi compañera desde hace diez años, casi un ángel de la guarda, quien me acompaña, me banca y me entiende. Es muy difícil hacer una actividad en la que llegás a tu casa un domingo de madrugada y que te comprendan”.

LA FORMACIÓN. “Primero vino el juego y después la formación. Parte de la secundaria la hice en la escuela de Comercio de San Carlos Centro, y había un profesor, Iovaldi, que había hecho teatro con Carlos Catania y gente que estaba en esa movida. Él tenía formación y empezamos a hacer improvisaciones y juegos; tomamos unos cuentos clásicos, e hicimos una puesta en escena en la escuela. Hoy puedo intelectualizarlo y recordar que era como un teatro circular, con toda la gente alrededor. Me divirtió muchísimo y descubrí que lo podía hacer bien. Ahí empezó el juego. Después, con el renacimiento democrático, hubo en San Carlos un proyecto que nació de la inquietud de un grupo. Se convocó a un profesor de Santa Fe, Luis Mansilla, mi primer maestro, para formar un grupo de teatro (ahora está Sergio Abbate en su lugar). Empezamos a tener ciertas técnicas. Después, a los 22 ó 23 años me vine a Santa Fe a estudiar en la Escuela de Teatro y ahí tuve grandes maestros, unos verdaderos genios: Raúl Kreig, Carlos Klein, Marina Vázquez... Son mis amigos, y fueron y siguen siendo mis profesores porque, con ellos, el aprendizaje es permanente. Más adelante lo conocí a Edgardo Dib, a Sergio Abbate, Rubén Von Der Thusen, tipos talentosos y estudiosos del teatro”.

EDIPO “Con ‘Edipo y yo’, que primero hicimos como Comedia Universitaria, seguimos como grupo independiente. Mentiría si dijera que no esperaba algo genial de parte de (el director) Edgardo Dib. Un dia me invitó a tomar un café y me dijo: ‘quiero hacer Edipo Rey, de Sófocles’. Le pregunté qué iba a hacer yo y me dijo que todos los personajes, hasta Yocasta. Empezamos con esta talentosa locura, donde la obra atraviesa pasos de comedia y hace homenajes a la comedia blanca de los ‘80, a Shakespeare, a Chéjov, a las propias obras de Dib, hasta llegar a la verdadera tragedia de Edipo. Fue inesperado (el éxito) en algún punto, pero no me sorprende que Edgardo haga algo tan bueno. El que no conoce la tragedia se ríe, y el que la conoce, se ríe más. Siempre está jugando al límite, en el borde, pero todo está sostenido con una gran formación y con un talento de la hostia. Cuando la obra viaja lejos, me reemplaza Julio Di Santi, un actor muy talentoso”.

ENTRENAMIENTO. “Leo mucho, veo teatro y me perfeccioné. Y también me entreno en los ensayos. Me formé en la Escuela de Teatro, hice cursos -sobre todo con Raúl Kreig- de clown y de máscara neutra, entre otros, e investigué mucho. Tengo una buena voz e hice entrenamiento en la Escuela de Teatro; además en una época estaba en un coro y aprendí técnica vocal; trato de respirar bien. En mi familia también tienen una voz fuerte”.

UNA ELECCIÓN. “Soy un vendedor de autos y me gusta mi trabajo, y soy un actor que no vive de ésto y me gusta que sea así. Primero, porque me gusta vivir como un burgués y además me da la posibilidad de elegir los proyectos. No me gusta la docencia, mientras que a colegas míos les encanta. Pero no quiero hacer pasar privaciones a mis hijos ni pasarlas yo. Sin intelectualizar, en un momento decidí que vivir de la actuación no era para mi. Me gusta vender autos, como me gusta actuar, leer o ir a la cancha”.

LA NOMINACIÓN. “Me sorprendió que me nominaran a Santafesino del Año. No lo podía creer. En 2007 me dieron el Premio Máscara y ahora llegó esta nominación. Yo estaba trabajando en la concesionaria, me avisó un compañero de trabajo y pensé que era un montaje que me habían hecho para una broma. Fue raro pero lindo, un mimo al ego. No se si los actores somos egocéntricos y no se puede generalizar; no me gustan los guetos. Un actor puede ser vendedor de autos, jugador de fútbol o jugar a las bochas el domingo a la tarde en el Parque Garay; es un humano que trabaja con ciertas sensibilidades que los demás no trabajan pero que, además, tiene que protegerse a lo largo de su otra vida. Siempre me acuerdo de Tato Pavlovsky que dice que, cuando va a la cancha, se desconoce y es un salvaje porque grita cosas que en su vida no diría. Y eso es un actor: una persona que va a la cancha, que se enoja, que discute”.

SANCARLINO

“Nací en San Carlos Sur. Mi papá es quesero y trabajaba en La Moderna, una fábrica que estaba en el medio del campo y no existe más. La familia de mi mamá es de San Carlos Sur y la de mi papá es de un pueblo que está más cerca de Gálvez. Me crié allí y cuando era un poco más grande, mi papá se trasladó a San Carlos Centro. Ahí pasé mi infancia y mi adolescencia”.

EN LA ESCUELA

“Cursé la primaria en la escuela Mariano Moreno, empecé la secundaria en la escuela de Comercio y terminé en la nocturna. Ya en Santa Fe, hice la carrera de Promotor Sociocultural en la Escuela de Teatro y empecé a estudiar Profesorado de Letras, pero dejé por falta de tiempo.”

FÚTBOL Y COWBOYS

“Tuve una infancia linda: en parte, la pasé en el campo donde vivían mis abuelos y también en el pueblo con mis amigos, jugando a la pelota. También jugaba a los cowboys. Es horrible decirlo pero mi ídolo era John Wayne, un facho tremendo pero que para mi, en ese momento, era lo máximo”.

CALIDAD ACTORAL

“En la Argentina hay grandes actores: Julio Chavez es un monstruo, un camaleón, Rodrigo de la Serna es un capo. En Santa Fe, Raúl Kreig, Sergio Abbate y Rubén Von Der Thusen, entre otros, son excelentes. Hay muy buenos talentos acá y en el país”.