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“El imperio de los sentimientos”

Beatriz Sarlo en Santa Fe, en 2009. Foto: Mauricio Garín.
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“El imperio de los sentimientos”

Beatriz Sarlo en Santa Fe, en 2009. Foto: Mauricio Garín.
Quince años después de su primera edición, se publica, revisado y corregido el ensayo de Beatriz Sarlo sobre las narraciones de circulación periódica en la Argentina, titulado El impero de los sentimientos.
Entre 1917 y 1925 se centra el apogeo de las narraciones semanales en nuestro país (en publicaciones como La Novela Semanal o La Novela del día). Un fenómeno que circuló con varios cientos de miles de ejemplares, y que evidentemente respondían al reclamo de un gran público, cuyo gusto evidentemente contribuyó en moldear. “Son responsables, con otras publicaciones, de la densidad del campo, aunque ocupen una zona particularmente ciega a los cambios estéticos o ideológicos producidos en los años veinte. Una de las revistas de la vanguardia las llamó literatura de barrio, de pizzería y de milonguitas”. Este juicio de la revista Martín Fierro, confiesa Sarlo, despertó su curiosidad y la incentivó al estudio que originó este libro.
Se trataba de abordar esta literatura popular “sin suficiencia elitista ni sumergiéndola en una exaltación acrítica que llega a legitimar su existencia por el círculo epistemológico del populismo cultural: si la gente las leía, habría de demostrar que tenían algo bueno”. Y continúa: “Hay que reconocerlo desde el principio: según nuestros gustos literarios (quiero decir, los de un crítico de literatura o los del público ‘culto’ de este último tramo del siglo XX), las narraciones semanales son candorosamente insuficientes. Hecha esta comprobación, es posible que una parte significativa de la cultura consumida por sectores medios y populares urbanos parezca exclusivamente destinada al análisis sociológico. El infierno de la mala literatura: expulsada del universo estético, paga allí eternamente sus culpas”. Sin embargo, declara Sarlo, aparte de esa lectura histórica-social, también quiso tratar a estos folletines como literatura propiamente dicha. “Desde esta perspectiva escribí los capítulos sobre el sistema de los textos, los códigos del cuerpo y la mirada, el modelo de la felicidad y sus figuras semánticas”.
Sarlo estudia a los consumidores de esta literatura, los modos de lectura, los autores (hay que tener en cuenta, por ejemplo que figuran en estas publicaciones también autores que pertenecen al registro de la “alta” literatura, como Josué Quesada, Hugo Wast o Horacio Quiroga -que dirige la publicación El Cuento Ilustrado-), las representaciones del amor y de la felicidad en estas narraciones, y los códigos del cuerpo y la mirada que funcionan en ellas.
“Para contar sus simples y repetidas historias, estas narraciones no eligen un estilo simple. Eligen un estilo de clisé que garantiza la existencia de un plus. En ese plus está su estética, basada tanto en una pronunciada tipificación de personajes y situaciones como en una serie de moldes estilísticos”, concluye la autora. “Persuasivas, estas narraciones difunden valores de clase media, apuestan a un ideal no siempre realizado de felicidad serena en una sociedad que, al ser escenario de la tumultuosa incorporación inmigratoria, estaba afectada por procesos de transformación que las clases dominantes contemplaban con inquietud. Estas ficciones proporcionan valores explícitos y estables a este mundo todavía en gestación, lábil y fluido”. Publicó Siglo XXI.
Fundéu bbva
“Aire espirado” y “prever”
La Fundación del Español Urgente (Fundéu BBVA) en la Argentina recuerda que el verbo apropiado para referirse a la expulsión de aire de los pulmones es “espirar” y no “expirar”. A pesar de su similitud, son palabras de significados distintos, pues “espirar” es ‘expeler el aire aspirado’, mientras que “expirar“ es “acabar la vida o un periodo de tiempo”, pero en ocasiones se confunden en noticias como “La espirometría es una prueba de soplido en la que se mide el volumen de aire expirado”.
La Fundéu BBVA, aclara que en este ejemplo, por las razones expuestas, lo apropiado habría sido “La espirometría es una prueba de soplido en la que se mide el volumen de aire espirado”.
La Fundación del Español Urgente, que trabaja en la Argentina con el asesoramiento de la Academia Argentina de Letras, finalmente explica que la palabra “expirar” tampoco es apropiada para el olor despedido, donde de nuevo debe ser “espirar”, como en “La habitación espiraba un fuerte olor a formol”.
Asimismo, recuerda que el verbo que indica “ver con anticipación”, “conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder” y “disponer o preparar medios contra futuras contingencias” es “prever” y no “preveer”.
El verbo “prever” está formado por el verbo “ver” y el prefijo “pre”, es decir ver antes, y debe conjugarse igual que “ver”. A veces, se mezclan los verbos “prever” y “proveer”, lo que da lugar a la creación del híbrido “preveer”, con formas como “prevée”, “preveyó”, “preveyera” o “preveyendo”, en lugar de “previó”, “previera” o “previendo”.
Son incorrectas, por tanto, frases como “El gobierno santafesino prevée aumentar las tarifas de agua y luz”, “Ni los gobiernos de derecha ni los de izquierda preveyeron los problemas económicos” o “La solución está en la obra pública y la planificación a largo plazo, preveyendo el crecimiento de la población”.
Se precisa que este error se extiende a todos los tiempos y formas del verbo “prever”: “prevee”, “preveemos”, “preveímos”, etc. en lugar de “prevé”, “prevemos”, “previmos”, etc.