Palabras de amor

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Otra pareja célebre con sus luces y sombras fue la de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares.

No es feriado ni asueto pero el 14 de febrero ya está instalado en nuestra agenda. Una fecha de origen discutido, pero que pone en primer plano el sentimiento más bello, al que poetas de todo el mundo dedicaron los versos más apasionados.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA.

“¿Que de qué nace el amor? De un roce, de una mirada/ muchas veces de un error,/ y casi siempre de nada”.

“Eres mi secreto.../ no puedo nombrarte/ Puedo nombrar astros/ continentes, mares.../ y a ti que eres todo / no puedo nombrarte...”.

Luis Cané, poeta argentino.

San Valentín fue un sacerdote italiano martirizado en Roma el 14 de febrero de 270. Pero había otro Valentín que había sido obispo de Terni en Italia. Lo cierto es que el tiempo hizo de ellos un mismo personaje: protector de los enamorados. Éste, leyenda o no, ponía el templo a disposición de los enamorados que se veían a escondidas del emperador Claudio II, quien impuso la veda sexual entre sus soldados para que no se distrajesen en banalidades carnales y del corazón.

Con altibajos, la fecha cruza el mar y se instala por estos lares, cada vez con más entusiasmo y -no podía ser de otra manera- explotada en su faz comercial, lo que no quita que sirva para evocar ese sentimiento tan antiguo como el hombre, tan fuerte como su contraposición: el odio. Pero origen de historias increíbles nacidas junto con el ser humano, cargadas de ribetes inverosímiles.

El amor ha sido fuente de inspiración de grandes obras relacionadas con los sentimientos y nacidas del fuego inspirador y también de la desesperación. Es muy difícil de definir; no se puede predecir, puede nacer de una mirada, de un roce, de una palabra, una actitud. Nubla la razón, dificulta la respiración y origina un maravilloso aleteo de mariposas en el estómago. Y lo que es más increíble, no tiene edad, o mejor dicho tiene la propiedad de insuflar ímpetu de juventud en quien tiene la suerte de padecerlo.

Hubo grandes amores a lo largo de la historia, increíbles, románticos, desesperados, insensatos, dramáticos, que sirvieron para crear leyendas que vencieron al tiempo. Muchos de ellos tal vez oculten sus verdades y razones, otros fueron definidos por la tradición popular, otros -contados de generación en generación- adquirieron ribetes perfectos para arrancar suspiros, sobre todo al corazón femenino, más afecto a las grandes historias románticas. Lo cierto es que allí están y viven inmortales, a través de los que no dejan de leerlos y repetirlos, con la secreta esperanza de que alguna vez en la vida, aunque más no sea una sola vez, un nombre, una mirada, una melodía, hagan brillar con calor, las cenizas de un recuerdo.

VERSOS ENAMORADOS

Casi todos los poetas se refieren a él. Luis Cané dice: “¿Que de qué nace el amor? De un roce, de una mirada/ muchas veces de un error,/ y casi siempre de nada”. Pero también él juega con el amor oculto: “Eres mi secreto.../ no puedo nombrarte/ Puedo nombrar astros/ continentes, mares.../ y a ti que eres todo / no puedo nombrarte...”.

El amor total: “Sé que desearte es mucho desear; / pero también es mucho pretender la vida y la tengo.../ la vida sin ti no puede ser”. (Arturo Lomello)

De alguna forma siempre la mujer se asocia a la desesperación de la pérdida, también en el amor: “Partí llevando en la boca/ la muerte de tu silencio/ temblaron todos los cielos/ cuando dijiste: te quiero” (Horacio Guarany).

El amor eterno, mas allá de todo lo conocido: “Te amé y mi pobre corazón aún te ama, y aunque se hundiera el universo un día, de sus escombros la triunfante llama de mi insensato amor, renacería” (H. Heine).

“Ya nada hay que decir/ la telaraña del silencio/ nos atrapó en el último rincón./ Todo está dicho en esta hora,/ solamente se requiere atención/ para escuchar al mundo./ Con la luz/ se fueron las palabras/ y tu mano/ como un pájaro/ descansa.” (Jorge Vázquez Rossi).

El mendocino Alfredo Bufano: “No hay pena más pena/ que la pena del querer/ porque uno no sabe nunca/ si es de cicuta o de miel”.

No podemos olvidar a Antonio Machado, transido de dolor ante la pérdida de su Leonor: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería./ Oye otra vez Dios mío mi corazón clamar./ Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía./ Señor ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Gastón Gori, no precisamente asiduo a la poesía, no escapa sin embargo al arrebato del amor: “Te siento llegar pausada y generosa/ y para esperarte mejor/ corto una rosa/ y sueño que sueño con el amor”.

Otro poeta santafesino, Oreste Abiate, exquisito para la síntesis del haiku, decía en un poema no muy conocido: “Vengo a llorar mis horas de silencio/ En el rumor parlero de las aguas/ escucho como el piélago la nombra/ Y la llama mi voz mientras me ausencio;/ siento que al rojo vivo el yunque fragua/ su imagen que se esfuma entre las sombras”.

La delicada poeta cubana Dulce María Loynaz, expresa con nostalgia: “El beso que no te di se me ha vuelto estrella dentro.../Quién lo pudiera tomar y en tu boca, otra vez beso”

Y hablando de nostalgias: “Al promediar la tarde de aquel día/ cuando iba mi habitual adiós a darte/ fue una vaga congoja de dejarte/ lo que me hizo saber que te quería”, de Leopoldo Lugones.

Tal vez dentro de la literatura argentina, pocos han descripto el estar enamorado con tanta riqueza de palabra y sentimiento como Francisco Luis Bernárdez con su “Estar enamorado”. Precisamente él, al cantarle a Laura decía: “Esta mujer que siente lo que siento y está sangrando por mi propia herida/ tiene la forma justa de mi vida y la medida de mi pensamiento”.

Alfredo Bufano también ignoraba el paso del tiempo para la intensidad del amor: “Mientras sean nuestras almas/ dulce hoguera de amor vivo/ poco importa que la nieve/ brille en tu pelo o el mío”.

Y en esta evocación no pueden faltar los repetidos pero completos versos de Benedetti: “Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada,/ te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro.../ si te quiero es porque sos/ mi amor mi cómplice y todo/ y en la calle codo a codo/ somos mucho más que dos”.

LOS DOS QUE FUERON UNO

Hubo amores que fueron odios. Profundos, viscerales, nacidos de seres demasiado inteligentes para entregarse íntegra o incondicionalmente. Parejas que trascendieron los límites del tiempo y la memoria, y se ubicaron en el parnaso del recuerdo y la leyenda: Píramo y Tisbe, antecesores de la inmortal Romeo y Julieta de Shakespeare; Psique y Eros, Sansón y Dalila, Marco Antonio y Cleopatra; espirituales como Dante y Beatrice; castigados como Abelardo y Eloí-sa o Inés de Castro y Pedro I de Portugal; transgresores como la Duquesa de Alba y Goya; Horatio Nelson y Lady Hamilton; trágicos como Rodolfo de Hasburgo y María Vetsera, interesados como Aristóteles Onassis y Jackie Kennedy; desesperados como Camille Claudel y Rodin, egoístas como Martínez Sierra con María Lejárraga; imaginados como Don Quijote y Dulcinea; posesivos como George Sand y F. Chopin; románticos como Elizabeth Barret y Robert Browning, Eugenia de Montijo y Napoleón III. Y, así, desde que el hombre pisó la faz de la tierra.

OTROS AUTORES

Tal vez los que hayan escrito más acertadamente sobre este tema hayan sido los que recurrieron a la ironía como Enrique Jardiel Poncela o Noel Clarasó: ¿ será coincidencia que los dos sean españoles? De este último: “El hombre y la mujer han nacido para amarse, pero no para vivir juntos. Los amantes célebres de la historia vivieron siempre separados”.

¿Hubo algún amor realmente eterno? ¿Que fuese capaz de vencer al tiempo y el olvido? ¿Sinceramente fiel hasta la muerte? Es difícil saberlo.

Machado, negándose al olvido, pero conciente de él lo recrimina: “Escribiré en tu abanico/ te quiero para olvidarte,/ para quererte te olvido”.

Y cómo no mencionar a Alfonsina Storni, brava, enamorada, sola por siempre: “Ver que se adelante, la garganta libre, el hombre más bello, no desear amar”.

Otra pareja célebre con sus luces y sombras fue la de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares: “Si yo pudiera arreglar las cosas me hubiera gustado serle fiel a Silvina”, confesó él alguna vez. Ella lo amó a pesar de todo. En 1946, habían publicado una novela policial en conjunto, con un título por demás sugestivo: “Los que aman odian”.

Sí, a veces el amor también engendra odio, un amor enfermizo que destruye con obsesión por igual al amado como al amante. Pero esas son otras historias que en algún momento contaremos.

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En “sobre piedras” se aborda el tormentoso encuentro camille claudel y auguste rodin.

“Te siento llegar pausada y generosa/ y para esperarte mejor/ corto una rosa/ y sueño que sueño con el amor”.

Gastón Gori, poeta santafesino.

“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería./ Oye otra vez Dios mío mi corazón clamar./ Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía./ Señor ya estamos solos mi corazón y el mar”.

Antonio Machado, poeta español.

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antonio machado

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francisco luis bernardez.

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miguel cané.

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gastón gori.