AL MARGEN DE LA CRÓNICA

Un problema llamado “suegra”

Armar una familia por estos días no es sencillo. Primero hay que enamorarse de alguien, luego lograr que esa persona se enamore de nosotros, después hacer crecer esa unión, consensuar proyectos comunes, y una vez que todo eso se vuelve relativamente firme, considerar la idea de convivir o casarse.

Pero los desafíos, a veces, no terminan allí. Por cuestiones personales o económicas, son muchas las parejas que deben compartir la casa con alguno de los suegros.

Pese a que la convivencia con la madre política puede comenzar dentro de un marco de respeto, generalmente no continúa por los mismos carriles con el paso del tiempo, y la situación suele volverse delicada.

Quizás sean varios los que, al leer esto, recuerden con añoranza sus tiempos de privacidad -propia y de pareja- en sus hogares antes de la llegada de “la bruja”.

Este factor desestabilizante, pone muchas veces en peligro la armonía en la relación, e incluso puede derivar en que aquellos tortolitos que un día supieron soñar una hermosa vida juntos, se decidan a tirar abajo el proyecto de un solo portazo.

Para aquellos hombres que necesitan un pretexto para mudar diplomáticamente a la tercera en discordia, acá va un perturbador dato.

El impacto que tienen las suegras sobre sus yernos, superaría largamente los chistes que puedan hacerse en un asado con amigos, y provocaría más daño del que pudiera imaginar. Esta semana, un grupo de científicos publicó un estudio según el cual los hombres que comparten la misma casa con sus madres políticas, son más propensos a sufrir problemas de potencia sexual, así como también serios desarreglos cardiovasculares.

La investigación, realizada en el Instituto de Morfología Humana de Michigan, refutó la tradicional hipótesis que sostenía que algunos de los problemas de salud de los hombres se debían a una mala relación con su propia madre, colocando la responsabilidad en la ajena.

De hecho -y acá va lo más llamativo- determinaron que aparentemente el cuerpo del hombre estaría genéticamente programado para no tolerar a la madre de la esposa.

Según como lo apodaron, se trata de un “síndrome de la suegra”, derivado de un conflicto inconsciente entre dos personas dominantes que conviven y luchan por el poder dentro de un mismo espacio.

Esta investigación dejaría dos cosas más que claras. Primero: no aguantar a su suegra es absolutamente normal y hasta sería un camino sin escapatoria determinado pura y exclusivamente por responsabilidad de sus genes (y no suya). En segundo lugar, deja abierta una buena excusa para en desinteresada defensa de su propia salud- ayudar a la invasora a armar su bolso y dejarla ir, con la promesa de permitirle ejercer su reinado en paz y armonía, pero en casas diferentes.

Nosotros nos encargamos sólo de reproducir esta investigación científica. Utilizarla a su favor o no, depende exclusivamente de usted...