Con alambre no

Homenaje a los héroes de Malvinas

Tantalio

¿Quieres hacer un bien? Haz sólo las cosas que estés seguro que sabes hacer bien.

Si puedo y no me derrumbo en el empeño, voy a comenzar a opinar sobre aquellas cosas que no están bien hechas y también sobre las que se han logrado realizar en forma excelente. Las que están en el medio, para mí caen entre las primeras. En mi opinión, la antítesis de lo que creo imprescindible para hacer cualquier tarea, es el lamentablemente popular método de atar las cosas con alambre.

Personalmente, creo que el hecho más trágico registrado en nuestro país por el uso de este método, fue la guerra de las Malvinas. Sólo sirvió para que murieran muchos compatriotas, otros quedaran heridos física o psicológicamente, muchísimos -la mayoría desconocidos- se convirtieran en héroes, demasiados se hicieran ilusiones porque aman a su país y a la justicia, y todo para que al final, volviéramos veinte años atrás en el camino de las negociaciones.

Pero todavía recuerdo, cuando la prensa oficialista mentirosamente nos anunciaba los triunfos de nuestros soldados, marinos y aviadores, mientras las fuerzas británicas, lentamente, tomándose todo el tiempo necesario para desarrollar al máximo su poderío, se aproximaban a las islas. Una persona culta (me consta) que ese día esperaba junto a mí en la cola del ex-Banco Quilmes, me dijo: “déjelos que vengan; ya van a ver que nosotros aunque sea con una pinza y un alambre, los vamos a dejar mirando para arriba”. Lamentablemente, se equivocó y muchísimo. Y lo peor, a él no le costó nada. Alternando entre la locura y la embriaguez, Galtieri seguía pensando que los Británicos se quedarían en casa, en el apoyo Estadounidense y de todos los Países No Alineados, rechazaba la única instancia favorable de negociación que se vislumbraba a través de una posible mediación de F. Belaunde o, mejor aún, de A. Haig y ni siquiera entendía que los pobres muchachos y hombres maduros, pronto ni siquiera tendrían lo indispensable para no morirse de hambre y de frío.

Desde esos días, me quedó la idea de que en realidad, lo que se había planificado, aún pensando en un posible éxito político, siempre había estado atado con un alambre y para colmo, muy débil. Es decir, pergeñado por chantas (1),pero no inofensivos, sino incompetentes y malignos.

Y me reafirmó en mis convicciones de que el empalme con alambre, las soldaduras caseras con pegamentos, los arreglos con cinta adhesiva y lo atado con un piolín, no deben ser usados más que en emergencias y ser removidos cuanto antes, para dar lugar a su reemplazo, por lo que se aconseja su exelencia. Pero suelen pasar al terreno de los “provisorios para siempre”.

¿Por qué comento esto? Porque me propongo criticar a lo “chanta maligno” y sólo elogiar a lo extraordinario o exquisito. Porque creo que a los argentinos, con mucha frecuencia nos encanta -se vea o no- arreglar las cosas con alambre (con todo el respeto que me merece el alambre).

(1) Argentinismo, tomado del lunfardo.