Un fotógrafo de alma
Alejandro Villar es jefe de fotógrafos de El Litoral, trabaja desde hace más de 40 años, sacó la foto que mejor resume la pasión del hincha de Colón y se repuso de un tremendo choque con un tren. Sencillamente, un “Gordo” bueno.
TEXTOS. ENRIQUE CRUZ (H). FOTOS. MAURICIO GARÍN Y GENTILEZA A. VILLAR.

Alejandro Villar y una foto histórica: la hinchada de Colón en Córdoba, hace 18 años.
Siempre le digo al queridísimo “Gordo” Villar, que aquella tarde en el estadio de Córdoba, cuando sacó la foto que mejor resume la pasión que despierta Colón, “no sabía lo que estaba haciendo”. Con las secuelas de un terrible accidente a cuestas, Alejandro trepó hasta casi lo más alto de la platea cubierta y exactamente a las 14.30 de ese día, media hora antes del comienzo del partido con Banfield que Colón perdió por penales y no pudo ascender, inmortalizó la mayor peregrinación humana que se vio, en una cancha de fútbol, de gente propia y no con la ayuda de la del lugar.
Estaba ya, ese día, instalado en mi lugar de trabajo en el mal llamado Chateau Carreras (hoy Mario Alberto Kempes), cuando ví subir al “Gordo” con su cámara. Se paró, miró a la multitud de sabaleros que ya llenaban la popular (fueron más de 20.000), y sacó la foto. El no lo quiere admitir cuando se lo comento, tiene sus razones y le creo. Pero lo que hizo, aún hoy y más de 18 años después, sigue emocionando a cuanto sabalero mire esa foto que encierra tanto sentimiento y cariño incondicional. Es la mejor postal del hincha. Y la sacó el “Gordo” Villar.
Alejandro nació y se crió en el populoso barrio Roma. En el Parque Garay jugaba al fútbol todo el día, pero además tenía los clubes de la zona, como República del Oeste y Rivadavia Juniors. El Gordo es sabalero, pero su profesión de fotógrafo lo llevó a respetar muchísimo a Unión. “Cuando era chico, me pasaba el día en Unión. Es un club bárbaro, y en esos tiempos, hace 50 años, tenía una vida social y deportiva impresionante”.
Hizo sus estudios en la escuela Beleno y luego pasó al Nacional. De chico le gustó mucho el rugby y jugó en El Quillá desde 1962 hasta 1970 -llevado de la mano del profesor Juan Hachmann- donde cosechó muchos amigos. Su padre, lo dice con orgullo Alejandro, “fue el hombre que trajo, junto a Danilo Birri,
Leyendecker, el alemán Welschen y otros que seguramente me estoy olvidando, a la Asociación de Reporteros Gráficos a Santa Fe. Eso permitió que a los 20 años tuviese mi credencial y pudiese trabajar. Mi papá, Pirulo, fue el mejor referente”.
- ¿Tu papá entonces fue el responsable de que seas fotógrafo profesional?
- Mi papá y otra gente que conocí, sobre todo en Casa de Gobierno: Ruiz Moreno, Pegasano... No puedo olvidarme de mis comienzos y de Hugo Raina, un gran amigo mío, un tipo al que respeté muchísimo en todos los aspectos. Allí estaban también otros como Céttolo, Gino Bianchi Galetto, el Lalo... Otro amigo es Freddy Heer.
- ¿Cuándo entraste a El Litoral?
- En 1982. Los mismos fotógrafos me metieron, porque ya me conocían de mi paso por otros diarios, como el Nuevo Diario. Lalo Salva sabía muy bien quién era, los dueños del diario también. A Gustavo Víttori lo conocía del rugby, a Manuel Víttori también porque es de mi misma edad, prácticamente.
- ¿Siempre te gustó más el deporte?
- Totalmente, para mí no había fiesta, ni lluvia, ni nada. Era estar pendiente de Unión y Colón, la liga, el rugby, y seguirlos. Viajé bastante con los clubes, estuve el día en que Unión se salvó del descenso en Junín, cuando ascendió en Instituto y tuve la suerte también, más allá del resultado, de ser testigo de aquel día en Córdoba con Colón. Trabajé, como te dije, en casi todas las revistas de deportes que salieron en Santa Fe y en Nuevo Diario durante cuatro años; hice notas con Ernesto Patrono en El Gráfico y recuerdo especialmente cuando fuimos a hacerle una nota a Trossero a Esmeralda, cuando el Gringo contrajo hepatitis; éste formaba una de las mejores defensas que vi jugar. En Nuevo Diario trabajé con Patrono,
Raviolo, Tomás Rodriguez y un gran amigo como Julio Juan Cantero. Yo le hacía fotos para Crónica y lo recuerdo con mucho aprecio porque viví la mejor época de Monzón. Ya que lo nombro al “Negro”, acompañé a Brusa, Roteta, Porta, Gauchat y otros a la cárcel de Batan en Mar Del Plata, en el primer encuentro entre el alumno y el maestro después del juicio.
- ¿El fotógrafo siempre busca tener el gol?
- Trabajando para El Litoral, necesito tener el gol; casi lo exige la gente. En cambio, para un diario de afuera o para una agencia, no es tan importante. De todos modos, depende de las circunstancias. Recuerdo que en la década del ‘70 hubo un partido entre Colón y Boca en Santa Fe; ganó Colón con gol de penal de Zuccarelli y esa foto fue la que salió en La Nación donde fui corresponsal gráfico por 20 años. Fue la primera foto que me publicó La Nación en tapa y recuerdo que la estuvieron esperando hasta muy tarde.
EXPERIENCIA LÍMITE
- ¿Qué pasó el día de tu accidente?
- Había viajado a Chaco a hacer Colón-Chaco For Ever un miércoles. El viernes descansé y el sábado venía para el diario. Fue el 4 de marzo de 1989, casi no había trenes en ese entonces. Yo vivía en Las Flores y venía por López y Planes hacia el sur; se venía una tormenta muy importante, eran las 7 de la mañana y estaban bajando la barrera en ese momento. Intenté frenar, el auto hizo un trompo y quedó parado en la vía. Ví el tren a 15 metros, era una mole, alto como de tres pisos, impresionante. Atiné a bajarme del auto y lo conseguí, pero cuando el tren arrastró el auto, me llevó también a mí. Fueron unos 10 metros por lo menos. Tuve lesiones muy importantes en las piernas. Me llevaron al Cullen primero, luego al Santa Fe y el doctor Oscar Sosa fue el que me salvó la vida. ¡Es un ser humano espectacular!
- ¿Qué se te pasó por la cabeza en ese momento?
- Cuando ví el tren, lo único que pensé fue en salir del auto, en tirarme como sea. Después, en la recuperación, el estrés que me causó fue tremendo Yo tenía 38 años y me deprimí. A los 6 meses volví al diario: hacia tareas pasivas. Pero recuerdo que hasta un año y medio después no estuve bien. Me ayudó la inquebrantable fe en Dios y también el deporte, en este caso el rugby.
- ¿Por qué?
- Porque ahí te enseñan a tener actitud, aprendés a sobrellevar una derrota y te entrenás muy bien para poder triunfar. Estoy seguro de que eso me llevó a superarme. También me dio una ayuda muy grande un gran ser humano que fue Susana, mi hermana, y lógicamente toda mi familia.
- Daría la impresión de que uno crece de golpe en estos casos.
- A mí me enseñó a fortalecer mi solidaridad, a pensar más en el que está al lado mío y no ser individualista. Cuando mi hijo cumplió 18 años, juntó a sus amigos en casa y me hicieron hablar. Lo único que les dije fue que, si querian ser felices, sean solidarios. Eso lo aprendí de mis padres.
- ¿Qué rescatás de la vida? ¿Qué te dio?, ¿qué te quitó?
- Por empezar, haber conocido a Dios y los principios que me dio mi familia. Me dio a mi mujer, Selva; mis hijos Alejandro y Carlos, y ahora mis nietos: Alejandro, Bautista, Carmela y Juan. A mí el accidente me quitó un poco el humor. Es que sufría de verdad y eso me llevaba a estar malhumorado. Pero no puedo desconocer que la vida fue generosa conmigo en darme muchos amigos y que siempre he tratado de ir con la verdad. No me gusta la palabra intransigente, pero en eso lo soy. No me gustan los prejuicios ni tampoco las falacias. Fue siempre mi estilo de vida.










