Buen intento, Adam

Adam Sandler en el doble papel de Jill y Jack, en la película dirigida por Dennis Dugan. Foto: Agencia EFE
Laura Osti
Adam Sandler se la rebusca. Su opción es la comedia, y como todo comediante, explota un perfil siempre asociado a su figura. Es que la tradición en este rubro indica que el actor prácticamente se identifica con su personaje, el cual se repite con apenas mínimas variantes en cada película. No se sabe si es una imposición del género o una costumbre arraigada y respetada como dogma.
El caso es que, en esta apuesta, Sandler parece todavía un tanto impreciso. Al menos, en Jack y Jill no transmite mucha convicción.
Entonces, hay que decir “la idea es buena...” y dejar en suspenso la opinión final, un poco por respeto y otro poco por indulgencia.
No es que no tenga dotes para la comedia, es que quizás el guión no lo acompaña.
El tema central de la película es la relación entre gemelos. La tesis es que los hermanos gemelos mantienen una relación indisoluble a lo largo de toda su vida, que puede adquirir características muchas veces extravagantes, lo que contribuye a abonar la leyenda de que poseen “poderes” diferentes al resto de los mortales.
En este caso, Jack (Sandler) tiene una hermana melliza, Jill (Sandler), con quien tiene un vínculo más bien desapacible.
Él es un exitoso ejecutivo de publicidad instalado en Los Ángeles con su esposa y dos hijos, y ella es una solterona nacida y criada en el Bronx, de donde nunca salió. Todos los años, visita a su hermano para el Día de Acción de Gracias, y la película empieza justamente en esa fecha. Como en cada ocasión, Jack va a esperar a su hermana al aeropuerto y la familia compartirá la cena tradicional. Sólo que esta vez las cosas tomarán un rumbo inédito y Jill se quedará en casa de sus parientes más tiempo del habitual.
El personaje femenino se devora a su gemelo, que parece más bien comprimido en el traje de la normalidad. Jill es una versión desopilante de mujer, es tan tosca, grosera y masculina, que no transmite en ningún momento ni una pizca de convicción. Está ridiculizada y exagerada, quizás deliberadamente.
Es chocante, apasionada, ruidosa y para nada elegante. Es capaz de arruinar los mejores momentos familiares con un arranque caprichoso y su autoestima herida, pero es buenaza y querible.
Para levantar la apuesta, la película incluye varios cameos con personajes de la farándula muy conocidos, como Johnny Depp, Shaquille O’Neal y otros. En tanto que Al Pacino tiene un papel relevante, lo que le pone pimienta al espectáculo, como para que no derrape por inconsistente y aburrido. La estrella legendaria de Hollywood se interpreta a sí mismo, aunque en un estado de alienación mental. Juega al actor veterano atrapado en una especie de demencia senil en la que su psiquis es invadida por sus personajes más famosos. Solitario y con costumbres excéntricas, se siente ferozmente atraído por Jill, a quien trata de seducir, mientras Jack lo quiere convencer para hacer un comercial de capuchinos.
Pero la melliza se siente más atraída por el jardinero, un inmigrante mexicano, con quien tiene la oportunidad de vivir momentos de diversión extrema en una fiesta con su comunidad.
La película pone el acento en algunos prejuicios típicos como la rivalidad entre hermanos, la discriminación al diferente, ciertas desviaciones patológicas del éxito, el mito de la familia perfecta, etc., pero... se queda a mitad de camino en todo o casi todo. Tootsie y Mrs. Doubtfire pueden dormir tranquilas.




