UN RECURSO ESTRATÉGICO
UN RECURSO ESTRATÉGICO
El agua, en el centro del debate
El 22 de marzo fue el Día Internacional del Agua, instituido para tomar conciencia sobre el recurso, su carácter estratégico, y las políticas destinadas a su utilización tanto para consumo humano como para la producción. En San Luis, importantes especialistas discutieron la problemática. Y este viernes lo hará Santa Fe, con un foro del que participarán además Santiago del Estero y Chaco.

Néstor Fenoglio
“¿Y ustedes qué problema pueden tener con el agua?”, preguntó un colega puntano cuando le conté que venía desde Santa Fe. Quería decir, porque lo explicitó, que nosotros tenemos 900 kilómetros con el generoso Paraná discurriendo a lo largo de nuestro territorio y con un caudal promedio que ronda los 20 mil metros cúbicos por segundo. “Nosotros, cuando tenemos un metro cúbico, hacemos una fiesta”. Y se refería también a nuestro promedio de lluvias que es por lo menos el doble de los escuálidos 600 milímetros anuales que allí caen en unos pocos días -y después nada- en un sitio específico, su sierra central.
San Luis, donde el agua es una política de Estado desde hace bastante tiempo, fue sede del Primer Congreso Internacional del Agua, que nucleó a un calificado número de especialistas nacionales y extranjeros.
El tema del congreso, centrado en el carácter estratégico del recurso, tendrá actualización regional el viernes, en Avellaneda, en nuestro norte provincial, cuando se realice el segundo foro del agua (ver página 4) con la participación de las provincias vecinas de Santiago del Estero y Chaco, cuyos gobernadores comprometieron asistencia.
La idea -en San Luis y en Santa Fe- es poner en el centro del debate el manejo del recurso, las políticas públicas y el modo en que los Estados pueden dotar de agua de calidad a todos sus pobladores y para cubrir sus necesidades y esto, desde luego, incluye a la producción, un capítulo que a veces se deja afuera: se prefiere asegurar el agua para consumo humano, lo cual es lógico, pero se piensa en un hombre escindido de su actividad económica, algo que en la práctica no existe...
A poco de escuchar en la esforzada San Luis las distintas disertaciones (en un temario tan amplio que incluyó políticas públicas, usos personales, producción, huella hídrica -concepto de moda que intenta determinar cuánta agua hay detrás de una hamburguesa o de un kilo de azúcar- y sustentabilidad, entre otras), empecé a comparar dos realidades que son literalmente incomparables: la de San Luis y la de Santa Fe. Pero igual insisto en compartir esas elucubraciones, acaso porque siempre cuando viajamos tendemos a comparar.
En primer lugar, en San Luis, y ante la evidente escasez, el agua es política de Estado desde hace veinte años. Y en los próximos días el gobernador Claudio Poggi presentará un plan maestro que planifica la política en la materia ¡hasta el 2050! En Santa Fe, la política de agua es relativamente reciente y, para decirlo de una vez, en treinta años no pusimos un caño, a pesar del Paraná o justamente por eso...
Para los puntanos, también mendocinos, sanjuaninos o riojanos, la cuestión es vital. Nosotros no le hemos dado importancia y en general nos hemos dedicado todo este tiempo a sacarnos el agua de encima, sin siquiera pensar en que todo el oeste santafesino tiene agua con alto contenido de arsénico, o que en muchas zonas directamente falta, tal como sucede en el noroeste (San Cristóbal y 9 de Julio) y en el norte profundo, en Vera y General Obligado.
Para decirlo política e incorrectamente, al justicialismo en la provincia no se le ocurrió o no vio nunca el tema de los acueductos como una necesidad. El plan de acueductos es socialista, sostiene algún capricho contra natura (como el acueducto para el noroeste: insisten en tomar agua del endeble y contaminado Río Dulce, de otra jurisdicción) y está literalmente en pañales. Son obras millonarias e importantes, que requieren financiamiento externo y que demandarán varios años para que lleguen a impactar en mejoras para los hogares de los santafesinos. Pero en algún momento, hay que empezar.
En rigor de verdad, el único acueducto importante no lo hizo la provincia, sino la Nación: es el Centro, que toma agua en Monje. Los acueductos santafesinos son por ahora dibujos en el mapa. Distinta es la situación en Chaco, por nombrar una provincia vecina, en sintonía con la Nación y que estará enrostrándonos sus acueductos el viernes en Avellaneda.
En San Luis, en los últimos años, la provincia aumentó un 50 por ciento las reservas de agua; además de ya tener en funcionamiento 20 diques y presas; y 2.500 kilómetros de acueductos y todo con recursos propios: no hay sospecha de que Cristina aporte allí (y allí hay una similitud con Santa Fe).
Otra diferencia importante es quAlgunos de todos estos temas -incluyendo las responsabilidades personales, porque es cierto que no somos los mejores ciudadanos del mundo: dilapidamos agua grosera, alegre y salvajemente- serán tratados este viernes en Avellaneda, que tiene el rumor del Paraná cerca pero lejos, con los Bajos -hectáreas y hectáreas potencialmente productivas- vacíos y con poblaciones enteras mendigando agua.

La Dra. Ana Carolina Herrero.
Foto: El Litoral
“Argentina es el cuarto exportador”
La Dra. Ana Carolina Herrero es ecóloga y profesora de la Universidad Nacional de General Sarmiento. También, una de las especialistas que más ha estudiado el creciente interés por la huella hídrica de productos y procesos, un concepto que vamos a escuchar seguido de aquí en adelante. “Es que no sólo vendemos limones, soja o carne, sino agua -explica-; cualquier producto que consumimos tiene una trazabilidad, tiene agua detrás”.
Y abunda. “efectivamente detrás de cada producto, actividad o servicio que consumimos, hay una marca, una huella hídrica, que es un indicador que nos permite medir, contabilizar, visibilizar la cantidad de agua que hay detrás”.
“Lo importante es que empieza a tomarse conciencia de esta realidad, porque medimos productos, pero también es valioso que una empresa cualquiera mida su propia huella hídrica, o sea, que pueda determinarse cuánta agua demanda su producción, su proceso industrial, su actividad. Porque una cosa es la eficiencia y la racionalización que una empresa pone en su propia planta y otra es dimensionar también cuánta agua hay en el proceso previo, en la materia prima. Lo que uno mira es la cadena completa, todo el ciclo del producto”.
La profesional explicó además que hay una suerte de regla muy general y básica que parcela ese proceso: primero las materias primas, luego el proceso en la planta y después en la elaboración del producto. Y que esos tres procesos se cuantifican genéricamente en cien-uno-diez, respectivamente. “Está muy bien que una industria sea eficiente en su planta, pero pronto la sociedad exigirá que lo sea también en el proceso completo. El día de mañana, un empresario podrá optar entre sus proveedores a aquellos que son más eficientes y usan menos agua, pues eso mismo sumará o restará al producto que elabora. Ya es y será de modo mucho más marcado una ecuación económica y una cuestión competitiva. Porque pronto esta huella hídrica podrá certificarse con su ISO respectiva”.
Herrero precisó que Argentina es el cuarto exportador en un grupo en el que están Estados Unidos y Canadá. “Cuando exportamos, exportamos agua y el importador no paga por ese bien preciado. Como ecóloga, no soy partidaria de poner precio al agua, pero hay todo un debate al respecto porque nuestros recursos, como el agua o los nutrientes, se están yendo y nadie paga por eso. Hay una movida que intenta poner la mira en esta cuestión, insistir en que el agua es un recurso estratégico y su presencia en los productos debe cuantificarse y pagarse también. Por varios motivos, para que comience a reconocerse como insumo -en cualquier producto derivado del petróleo el insumo está en la cuenta que pagamos-, y también para que se evite el despilfarro”.