Otra alternativa en el banco de pruebas

Poroto mung, un protagonista oculto de las ensaladas

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Proceso biológico. En la maduración las chauchas cambian de verde a negro; mientras que los porotos se mantienen brillosos, uno de los requisitos para poder venderlo. Fotos: Juan Manuel Fernández

Es la verdadera materia prima de los conocidos brotes de soja. Se trata de un cultivo de ciclo corto que puede colocarse a u$s500 la tonelada. Después de iniciarse con el garbanzo, Carlos Neumann se le animó y sembró un lote en San Carlos Sud.

 

Juan Manuel Fernández

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Cierto cansancio por las dificultades para vender la cosecha y una natural tendencia a la innovación llevaron a un agricultor de San Carlos Sud a probar un cultivo casi desconocido en el país. Luego de intentar alguna vez la siembra de lenteja, y más recientemente con el garbanzo, Carlos Neumann se animó este verano a implantar poroto mung (Vigna Radiata) atrás de un girasol.

También conocido como “la variedad verde” del poroto de soja, en realidad es la materia prima de la que se obtienen los conocidos brotes que se usan para las ensaladas. Se trata de un cultivo corto, de 90 días, que se realiza por contrato y demanda un adecuado tratamiento a cosecha, ya que necesita entregarse prácticamente sin daño ni contaminantes por ser un producto que llega directo, sin procesamiento, a la mesa del consumidor.

Neumann se decidió a probar en un puñado de hectáreas para ver si la ecuación es tan buena como le dijeron: que con un costo similar al de la soja se podría cobrar u$s500 por tonelada.

Naturalmente innovador

Hijo de un inmigrante alemán que llegó a San Carlos a trabajar el cristal, vive en el campo junto a su mujer y dos de sus tres hijos. Lleva casi 30 años como agricultor -explota unas 470 hectáreas, 150 propias- y también presta servicio de cosecha. “Siempre fui bastante emprendedor”, se autodefine, y cuenta que aprendió de administración como presidente de los Bomberos Voluntarios. Una mirada a la chata basta para saber de su gusto por las novedades: además de GPS le agregó una cámara que filma el camino y otra en al culata que le muestra en el retrovisor si nada se interpone en una maniobra marcha atrás. A sus 58 años también es un ávido usuario de internet, participante de foros agropecuarios y tuitero (@AgroNeumann).

A pesar de que es un cultivo de verano, llegó al poroto mung luego de sembrar garbanzo como alternativa al trigo en el invierno. Se decidió por sugerencia de la firma a la que entregó la cosecha. “Conversando con uno de los ingenieros, me dice: ‘mirá estamos haciendo esto como novedad’; y ahí nomás me mostró los números”. Así fue que sembró 22has “como para poder cosechar un equipo”.

Si bien el precio de referencia es de u$s500 la tonelada, la siembra se hace por contrato y el valor se lo definen contra entrega. “Como es alimento -explica- tiene que tener una buena calidad final, porque llega a la mesa, no se industrializa”. Por lo tanto se exige buena apariencia (“verde brilloso”, aclara) y tener “buen poder germinativo, ya que es el famoso brote de soja que encontramos en las verdulerías”.

Todo a prueba

Por tratarse de un cultivo sin modificaciones genéticas, para el manejo se usan los agroquímicos tradicionales. “Lo hicimos como alternativa porque es un ciclo bastante corto; entonces lo probamos arriba de un girasol”, relató. La fecha óptima de siembra es desde el 15 de diciembre al 15 de enero. “Nosotros -aclara- sembramos el 26 de enero y ahora tenemos el riesgo de la helada”.

A escasos 100 metros de la casa, el cultivo de poroto mung parece una soja petisa, de sólo 40 centímetros. Las hojas son muy similares, lo mismo que las flores; pero las chauchas son finas, largas y se agrupan en racimos de dos o tres unidas en un vértice. Al madurar se vuelven negras y los porotos, pequeños, mantienen un verde lustroso.

Lo ideal es sembrar a 30 o 40 centímetros, según le informaron a Carlos. “Pero no tenemos esa máquina y nos aconsejaron hacerlo a 52”, explicó. De todos modos hicieron “unas tiradas a 26, para ver qué resultado da”. No resultó, cree que por la demora en la siembra; pero calcula que si lo hubieran hecho en fecha se hubiera comportado mejor a esa distancia que a 52.

En cuanto a sanidad, hizo un tratamiento contra chinche, más un aplicación preventiva de fungicida. Previo la siembra, barbechó el lote con glifosato, luego con otro herbicida para hoja ancha y luego un graminicida. Y sin embargo está renegando con girasoles guachos.

A la cosecha, según las instrucciones que recibió, necesita condiciones secas. Otro punto complicado, ya que los otoños se caracterizan por ser húmedos. “Analizándolo un poquito bien, no es un cultivo para esta zona”, admite, pero sin arrenpentirse. Además, la maduración del grano no es pareja, por lo que tendrá que utilizar un desecante. “Hay que cosecharlo con 13 o 13.5% de humedad y no hay que demorarse porque la chaucha puede abrirse en el lote”, advierte.

Conocedor de los efectos mecánicos en la trilla, Carlos estima que “lo ideal sería recolectarlo con una cosechadora axial para que el grano tenga la menor rotura posible, porque tiene que tener buen poder germinativo”. Ese es punto sensible si se quiere disfrutar de sus brotes en una ensalada y las heladas también podrían amenazar esta capacidad.

Abierto a tomar nuevos desafíos, Carlos Neumann afirma que “en esto no hay que quedarse”, y plantea el próximo paso: “hay que seguir con la agricultura de precisión”. Lo dice pese a que sus campos son planos y parejos. “Pero despacito tenemos que ir incorporándolo porque servirá para hacer trabajos afuera”, reflexiona, como siguiendo su instinto de supervivencia.


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En el patio. El lote está a pocos metros de su casa. Puede apreciarse la similitud con la soja, aunque es un cultivo más petiso. Foto: Juan Manuel Fernández

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Poroto mung, un protagonista oculto de las ensaladas
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Plagas. El recorrer el lote se observó gran cantidad de “siete de oro”, quizás producto de la presencia de girasol guacho, y también chinches. Foto: Juan Manuel Fernández

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La búsqueda permanente

El primero de los cultivos alternativos que adoptó Carlos Neumann en su historia como agricultor fue la lenteja. “La sembramos porque había gente que tenía buenos resultados en la zona”, recordó; pero cuando levantaron la cosecha no tenía precio y la tuvieron que aguantar un año.

Luego probó girasol alto oleico de ciclo corto “como para sembrarle algo arriba”. Y más tarde “también estuvimos probando unos maíces precoces; no tuvimos buenos resultados pero hay que seguir experimentandolo para hacer un doble cultivo”.

El año pasado fue el turno del garbanzo. “La experiencia es muy buena. Como toda cosa nueva hay que experimentarla y seguir probando”, recomendó. Advirtió que tuvieron un error al levantar la cosecha que los perjudicó porque, por indicación del asesor, esperaron que madure el último cascabullo (la chaucha del garbanzo) para la trilla. Pero una lluvia antes de la recolección les arruinó la calidad “y nos dio más trabajo colocarlo”. Además, comentó que la cooperativa en ese momento “tenía una sobreoferta de garbanzo”, por lo que recién hace una semana pudo entregar la mercadería en una firma cordobesa.

Carlos destacó que por grano de 9mm se paga u$s850 la tonelada, de 7mm u$s700, de 6mm u$s600 y el resto “con precio soja”. O sea que, habiendo demanda, aún la peor calidad “siempre es un valor superior a lo que es el trigo; además lo entregamos y lo cobramos, pero el trigo a lo mejor no lo hubiésemos podido vender todavía”.

El año pasado sembró 43 hectáreas y cosechó un promedio de 23 quintales, aunque con mucho descarte: “grano chico, malo o partido”. Sin embargo, a pesar de los contratiempos, no quiere volver al trigo: “este año vamos a duplicar la superficie”, afirmó.

“Hay que cosecharlo con 13 o 13.5% de humedad y no hay que demorarse porque la chaucha puede abrirse en el lote”, explicó el productor