Sobre la temperatura del agua para el mate

Sobre la temperatura del agua para el mate
 

La cuestión no menor del precio de la yerba, funciona como un árbol (depende si es con palo o no: lo siento, debí decirlo) capaz de tapar el bosque: ¡cuántos chambones esconden su impericia detrás de esta cuestión, cuando en realidad el principal arruinador de mates, o no, es la temperatura del agua. Estoy recaliente con este tema, mirá.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Las múltiples organizaciones y estudios que hoy abordan desde un punto de vista interdisciplinario el mundo laboral, ni siquiera consideran la huella hídrica y sobre todo la huella psíquica de un mate mal cebado.

Porque enhebrar unos mates a la mañana en el laburo o a la tarde en tu casa, incluso con el precio actual de la yerba, es fácil: el mate es una de las cosas de más rápida y relativamente fácil preparación. En unos pocos minutos está listo y uno está disfrutando o padeciendo unos mates, sin protocolo. Pero en otras épocas, la temperatura del agua hasta era cuestión de enconos insalvables y había toda una semántica sobre el producto que te servía una china, según te quemen la jeta o te manden de una con diarrea al baño. La temperatura del agua era cosa seria.

Por entonces, de alguna manera estaba monopolizada la fuente calórica: el braserito, la cocina a leña, la hornalla... Pero ahora, la consabida desregulación y proliferación de agua caliente cambió todo. Por un lado democratiza y vulgariza el acceso al agua caliente en cantidad (en cualquier sala de espera, en cualquier estación de servicio, en cualquier parte), pero por el otro elimina el control férreo de la temperatura del agua, antes sostenida en una íntima y secreta pulseada, por el cebador que iba probando de a poco y a sorbitos el punto justo, como quien orejea las cartas en una mano brava de truco con los vagos...

Ahora el mecanismo que se comprueba es más o menos así: “Che, voy a preparar unos mates: andá a buscar agua”. Y el designado, un desaprensivo que se maneja mecánicamente o a ojo, se llega hasta el dispenser de agua caliente y fría, arrima el termo, aprieta el botón y ya delega alegremente a la máquina -fría, aunque te dé agua caliente- la temperatura de tu mate. Y no es que puedas confundirte de botón y traer agua fría para inaugurar un tereré súbito; o la traigas muy caliente, al punto de hervor y de quemado de la yerba; sino que vienen esos espantosos puntos intermedios, en que te zampan un mate con yerba nueva, pero irremediablemente tibio, semi, casi...¡un espanto, bah!

Nadie estudia los daños que ello ocasiona en las personas. Y las múltiples organizaciones y estudios que hoy abordan desde un punto de vista interdisciplinario el mundo laboral, ni siquiera consideran la huella hídrica y sobre todo la huella psíquica de un mate mal cebado. Ahora, que medimos todo, no tenemos ni idea de la trazabilidad de un mate correcto o irremediablemente malerva. Toda la mañana de culo, laboralmente hablando, porque el dispenser no te dispenser agua a la temperatura adecuada...

También existen esos otros artefactos que actúan directamente en un enchufe y que sumergís en el termo. Además de que se puede contribuir alegremente con la EPE a cortar el suministro de energía eléctrica, tampoco con este sistema se puede regular exactamente la temperatura para el mate.

Y también contás con unas simpáticas hornallas, eléctricas ellas, en la que podés poner una pava e ir tanteando con el método tradicional la temperatura hasta llegar al punto deseado.

Pero lo cierto es que en general hemos delegado, entre tantas delegaciones que nos hacen ser cómodos seres pasivos a la merced de las corporaciones que trabajan para que no trabajes, la tarea artesanal de testear personalmente la temperatura del agua, que no puede medirse en grados centígrados, sino que es una inefable combinación de factores, mucho de ellos subjetivos, otros en efecto atados a la física. Es algo impersonal e intransferible que “sabe” el que ceba -disculpen el juego de palabras- y que ratifica o completa el o los que reciben el mate. El mate correcto, amable y bien cebado, esconde en su verde tramado la temperatura justa. Así de simple y poético.

Días terribles en que uno debe desechar un termo de agua entero e ir por otro, armar o corregir un mate (pero ya estás emparchando, ya estás a la defensiva, ya no comandás vos el proceso, sino al revés), sólo porque el agua no está bien. Por sus insospechadas derivaciones, por el modo en que estas cuestiones pueden socavar las relaciones humanas y laborales, quiere que se dé al tema debida difusión. O por lo menos, infusión.