EDITORIAL

Francia ante las elecciones primarias

Según las encuestas, es muy probable que más allá de las bravatas del presidente Nicolás Sarkozy, el nuevo mandatario de Francia sea el socialista Francois Hollande. Por lo tanto, conviene preguntarse como impactaría esa noticia en la Unión Europea y, muy en particular, en Alemania. El interrogante es pertinente porque las posiciones de la canciller Angela Merkel tienen mayor sintonía con Sarkozy que con Hollande, cuyas promesas de promover un programa de reactivación económica con pleno empleo, crecimiento económico y gasto público son públicas y notorias.

La paradoja que se daría si se confirmara este escenario político, consiste en que Hollande no está en condiciones de desafiar a Merkel, pero tampoco podría incumplir sus promesas electorales. La contradicción es política y práctica. A nadie escapa que la economía de Francia no tiene la salud de la alemana y que una estrategia como la que plantea Hollande puede provocar en su país situaciones parecidas a las que viven Grecia y España.

Las advertencias de Sarkozy al respecto son claras, pero todo hace pensar que Hollande se mantendrá en sus trece no sólo porque cree en ese discurso, sino porque una amplia franja de la sociedad francesa está de acuerdo con esa salida. Lo que entonces importa preguntarse es si efectivamente Hollande -en caso de ser elegido presidente- logrará llevar a cabo un programa diametralmente opuesto a la tendencia hoy dominante en Europa.

Los observadores políticos estiman que las promesas socialistas poseen más un carácter testimonial que realista. Si Hollande fuera presidente, lo mas probable es que no pueda aplicar lo que ahora promete, motivo por el cual sus pasos políticos no serían muy diferentes a los que marcó en su momento Francois Miterrand, quien llegó al poder aliado con los comunistas y prometiendo un radical programa de nacionalizaciones y reformas sociales, pero al poco tiempo llegó a un acuerdo de gobernabilidad con la “derecha” liberal.

Lamentablemente para los socialistas, el mundo de 2012 es muy diferente al de hace treinta años, cuando Mitterrand sucedió al liberal Valery Giscard d’Estaing. En la actualidad el escenario internacional le otorga a China y los países asiáticos un protagonismo que en 1980 estaban lejos de tener. Por su parte, la Unión Europea como creación política y económica, no está pasando por su mejor momento. A ello se le suma una situación social interna en Francia cada vez más delicada y cuya manifestación más evidente es el crecimiento de la ultraderechista, Marine Le Pen, cuya propuesta despierta simpatías en sectores que no están dispuestos a compartir las políticas sociales con los inmigrantes.

Por su parte, Sarkozy llegó en su momento al poder con la promesa de aplicar medidas económicas liberales que dinamizaran la economía y la pusieran a la altura de la alemana. Pero los resultados estuvieron por debajo de las promesas. Esa es la razón de la tendencia que muestran las encuestas.