Crece la galaxia de medios oficialistas

La construcción del relato de “David vs Goliat” le dio buenos resultados al gobierno kirchnerista durante los últimos años. Desde que el expresidente Néstor Kirchner transformara al grupo Clarín en el enemigo público número uno, el oficialismo apeló a la estrategia de presentarse ante la sociedad como el contrincante desvalido, obligado a enfrentar a “la corpo”, los poderosos “medios dominantes”. Desde entonces, el rótulo le cupo a todo medio de comunicación que no actuara como una mera propaladora oficial.

 

Poco a poco, se fueron reduciendo los márgenes para quienes intentaran defender algún grado de independencia periodística. Según el discurso oficial, quien no apoya incondicionalmente al gobierno forma parte de ese enemigo interno siempre acechante, dispuesto a boicotear cualquier intento de cambio en el país.

El empeño por presentar al gobierno nacional como el contrincante débil es una falacia. El poder real y la capacidad económica del Estado no pueden compararse con los de grupos empresarios, por fuertes que sean. Pero está probado que la victimización da buenos resultados.

Hace tiempo que las condiciones que sustentaban aquella supuesta lucha contra los medios poderosos se desvanecieron en la Argentina. Gracias a la creciente utilización de fondos públicos el gobierno supo construir una verdadera red de usinas informativas tendiente a acallar cualquier voz disonante.

A lo largo y ancho del país, empresarios ligados con el poder central vienen adquiriendo medios de comunicación privados. Ahora, el kirchnerista Cristóbal López -dueño de gran parte del negocio del juego en la Argentina- compró Radio 10, de gran audiencia, el canal de cable C5N y las FM Pop, Mega y Vale, por una suma varias veces millonaria en dólares.

Aliados del gobierno controlan numerosos medios de comunicación en Capital Federal y en sitios clave del interior. Son propietarios de diarios, revistas, sitios de internet, canales de televisión abierta y por cable.

En todos estos casos, dichos medios se ven beneficiados por una enorme porción del dinero destinado a la publicidad oficial.

Frente a la contundencia de los hechos, no parece haber sido una casualidad lo que ocurriera hace poco durante el programa que el periodista Marcelo Longobardi conduce en C5N. La emisión fue levantada del aire, sin previo aviso, mientras el exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, criticaba al gobierno de Cristina Fernández.

Testigos presenciales de los hechos dieron fe de que la censura se produjo luego de que el hasta entonces dueño del canal recibiera una llamada desde la Casa Rosada.

Se puede estar o no de acuerdo con las líneas editoriales de los medios de comunicación que no responden al gobierno y que, por lo tanto, deben enfrentar todo tipo de embates. De hecho, cometen, cometieron y cometerán equivocaciones.

Sin embargo, frente a este contexto que tiende a profundizarse, pronto se habrán convertido en el último resquicio de voz disonante en un país que tiende a moldearse en el cuño de una única verdad oficialista.