Teatro capitalino
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Eleonora Wexler brilla en “Las descentradas”
Héctor Puyo
Télam
La directora Eva Halac logra una correcta versión de “Las descentradas”, una obra de Salvadora Medina Onrubia estrenada en 1929 y ahora regresada con un protagonismo esencial de Eleonora Wexler, en el Teatro Regio de Buenos Aires.
Medina Onrubia fue una adelantada a su tiempo, madre soltera, militante anarquista y oradora de barricada, que sufrió la enorme contradicción de casarse con Natalio Botana, poderoso dueño del diario Crítica adherente al conservadurismo, quien desde esas páginas alentó el golpe contra Hipólito Yrigoyen.
Propia historia
Mucho de esas circunstancias hay en “Las descentradas”, su obra más conocida y notoriamente autobiográfica: Elvira Ancisar (Wexler) es lo que en su tiempo se llamaba “una oveja descarriada”, es decir: una mujer que razonaba seriamente y no se atenía al papel femenino habitual.
Sin embargo, su personaje de ficción es más bien una representadora de su papel, más frágil de lo que supone ella misma, y eso se verá en una última parte, cuando deba postergar sus juegos peligrosos y entrar en sensatez.
Casada con un político poderoso (Ernesto Claudio), lo que más la une a su marido es un resentimiento que más se parece al odio, no sólo por la distancia física entre ambos sino porque conoce los chanchullos oficiales de su esposo y quiere desbaratarlos.
Es así que denuncia lo que sabe en forma anónima a un periodista (Roberto Vallejos), que resulta ser nada menos que el prometido de la hija (Guadalupe Docampo) de la amiga que le brinda su casa (María Urdapilleta), pero ese vínculo se complica.
Hay un primer acto que se desarrolla durante la fiesta de compromiso de los jóvenes y en la que Elvira despliega su picardía y su seducción, en particular con los hombres (varios), al tiempo que enarbola unos conceptos que se dan de bruces con su medio social.
Allí la mujer intenta dar la nota frente a lo convencional de sus amigas, con situaciones y diálogos que, anacronismos incluidos, no desdeñarían José González Castillo ni Francisco Defilippis Novoa, coetáneos de la autora.
Es que Salvadora, vinculada a Alfonsina Storni, Simón Radowitzky y David Alfaro Siqueiros, en distintas épocas y por distintos motivos, era una mujer de notoria lucidez y manejo social, que podía ser encantadora y, al mismo tiempo, lanzar frases como navajas.
Eso es lo que sucede con la protagonista de “Las descentradas”, que avanza a la velocidad de la luz mientras el resto de los personajes apenas vislumbran sus destellos, y ese apuro vivencial es también lo que deriva en drama.
Redescubrimiento
Hubo hace cuatro años una magnífica exhumación de “Las descentradas” a cargo de Adrián Canale en Puerta Roja, pero Halac se vale para salir adelante de la seducción innata de Wexler, algo excedida en movimientos de manos pero con una voz espléndida.
La directora cuenta con los recursos que le da una sala oficial, con una funcional escenografía de carácter art déco de Micaela Sleigh también vestuarista con paneles que suben y bajan y objetos que pueden servir para distintas ubicaciones de la acción, aunque con una amplitud de escenario que quizá conspire en la concentración.
Logra interesantes composiciones además de la de Wexler: Carlos Scornik como el retorcido notario, Guadalupe Docampo como la jovencita, María del Carmen Sánchez como la amiga escritora, lo mismo que Ernesto Claudio y María Urdapilleta, en sus breves intervenciones, integran un elenco digno y de buen rendimiento.
La directora Eva Halac recupera la obra más conocida de la polémica Salvadora Medina Onrubia, esposa de Natalio Botana. La seducción innata de la protagonista y su espléndida voz son puntales de la puesta.
Elvira Ancisar
(Wexler) es lo que en su tiempo se llamaba “una oveja descarriada”: una mujer que razonaba seriamente y no se atenía al papel femenino habitual, aunque más frágil de lo que supone ella misma. Foto: Télam