Artes visuales /// - Entrevista a Raúl Ishikawa
La idea de la finitud siempre está presente
Artes visuales /// - Entrevista a Raúl Ishikawa
La idea de la finitud siempre está presente

Raúl Ishikawa :“No me arrepiento de nada”, dice el consagrado artista. Fotos: Archivo El Litoral
DOMINGO SAHDA
—¿Cómo te definís?
—Soy un pintor abstracto, textual básicamente, con, y ahora lo descubro y tomo conciencia, una clara influencia de mi origen ancestral.
—¿Lo de abstracto?
—En ciertas cuestiones que aparecen en mis planteos. Después de que hice la última muestra en el Museo Municipal, un diseñador rosarino por correo electrónico me envió un material, un texto que se llama Wabi-sabi y es un estudio sobre el arte japonés con influencia Zen. Ahí encontré conceptos que me terminaron de aclarar un montón de cosas.
—¿Sentís así que te ubicaste en un camino definitivo?
—Fue más personal y me aclararon ciertas cosas que para mí eran intuitivas, por haber escuchado a mi padre pero que no lo tenía sistematizado. Ahí encontré algunos principios del Wabi-sabi, que no es un concepto unívoco sino una constelación de cosas que da cierta nostalgia, la conciencia de vivir en el tiempo, de ser efímero. Tiene que ver con la ceremonia del té, es decir, ciertos valores que están asociados a esa ceremonia y que se transfieren a manifestaciones en distintos campos artísticos que están imbuidos en el espíritu Zen. El budismo Zen busca el camino de la intuición, un camino de espiritualidad y de trascendencia a partir de la meditación y no es que yo lo sea, pero encontré un montón de elementos. Por ejemplo, la relación con la naturaleza, entendida la vida como algo natural.

Serie Paisajes Interiores Nº 5, 2010.
—Sería no la descripción de los objetos de la naturaleza sino el sentido último de la misma.
—La idea de que estamos en un proceso, de que se viene de algún punto y se va hacia otro punto. La idea de lo imperfecto, de lo irregular, de la belleza intrínseca de algunos materiales que consideramos ordinarios.
—Así dichas las cosas vos interpretás que tu hacer, más que con la exaltación de la imagen, tiene que ver con el proceso de develamiento de la condición humana.
—Es así, acordate de que mi muestra se llamaba “Paisajes interiores” porque cuando hablamos de paisaje tiene que ver con la representación de un lugar y de un momento. Este concepto tradicional de paisaje es generalmente hacia un ámbito físico que nos rodea, ¿qué ocurre cuando queremos representar esos estados de ánimo, que también son temporales y existen, pero están dentro de uno? Por eso lo de paisaje interior, es decir, esa representación de tensiones, de emociones, de situaciones internas que en principio se empiezan a materializar a partir de un gesto que se traduce en un movimiento y que produce, a través de un instrumento como pincel o pintura, un registro de eso. La idea es que esos registros reflejen ese paisaje interior.
Proceso reflexivo
—De alguna manera tu pintura tiene una carga cuasiconfesional, en la medida en que visualiza tu estado interior frente a determinada circunstancia.
—Sí, pero también hay que hacer la salvedad de que no es el estado de ánimo en el momento de pintar sino que hay un proceso reflexivo y lo que intento es recrear ciertas situaciones emocionales. Entonces, quienes vean mis pinturas verán momentos de violencia, otros de introspección, algunos más físicos y otros de calma y quietud.

Serie P I Nº 16
—Hay un silencio contenido, una expectación, un ver sin el compromiso sensorial exasperado sino más bien tamizado por una cosa que podríamos llamar rápidamente como sabiduría, en el sentido de autocontrol.
—Sí, pero además hay una cuestión: la tela blanca siempre ha sido un desafío para el pintor, es el vacío que debe ser llenado. Yo pienso distinto. Yo siento que la tela blanca es pura potencialidad y entonces las imágenes pueden pugnar por aparecer, hay unas que borrosamente empiezan a manifestarse y también hay otras que tienden a desaparecer. Son conceptos del Wabi-sabi.
—Es el tránsito...
—La idea de que también es bello aquello que no termina de materializarse todavía, que está pugnando por hacerse su lugar en el mundo pero también aquello que va abandonando el mundo material y que va desapareciendo. Lo único que podemos hacer es materializar un instante fugaz en un proceso. Tanto el pintor como la pintura misma tienen su origen pero también su finitud. Entonces, son verdaderas instantáneas de procesos. Para mí, lo importante es el proceso.
—Estamos hablando de una pintura esencialmente emocional, pero siempre una cuestión inteligente, de compromiso contenido, sin exasperaciones a la vista, pero compromiso al fin de ser uno mismo en aquello que va dejando como huella.
—Yo creo que primero es la intuición. Después viene la racionalidad, el porqué y la búsqueda de perfección, del paso siguiente. Incluso, una pintura no vale por sí misma sino cuando es representativa de una cadena de hechos que se van sucediendo y uno va buscando constantemente. Por eso digo que me aclaré muchos conceptos después de haber presentado la muestra.
—Al haberlo puesto a la vista podés balancearlo y sopesarlo.
—Incluso la interacción con mis alumnos y con gente que me ha preguntado me obliga a repensar por qué lo hice y hacia dónde podría llegar a ir.
No sabemos mirar
—¿Cuál es la recepción que tenés de tu obra que es, en todo caso, no de fácil lectura en el sentido convencional porque no está presente lo evidente sino otras connotaciones y constelaciones emocionales?
—Me ayuda mucho ser docente, está la práctica. Entonces, lo primero que hago es pedirle al alumno que me describa lo que ve y a partir de eso preguntarle qué sensaciones le producen ciertas cosas, qué relaciones encuentra entre unas y otras. Así suelen encontrar sentido. Pero, en definitiva, a pesar de que vivimos en un mundo visual, no sabemos mirar.
—Es una gran discusión el ver y el mirar.
—Sí, porque muchas de las cosas que hago se ven cotidianamente en la calle. Por ejemplo, esos procesos donde uno ve signos, señales visuales, improntas y huellas. En una pared descascarada hay toda una historia contada, de capas y capas, ¿qué es lo que hay detrás de eso?
—Pero es un proceso de investigación que vos podés descubrir también...
—Sí, el tema es que hay que educar. Cuando vos encontrás esas paredes que han sido empapeladas sucesivamente y esos restos que van quedando de afiches viejos, uno sobre otro, produce una sensación...
—Porque están hablando del tiempo, del proceso del devenir, que es lo que a vos te inquieta.
—Claro, y ahí está la gran diferencia con lo que llamamos arte occidental tradicional, que aspira a la eternidad. Dentro de la vertiente Zen del arte japonés y de ciertas corrientes, hay cosas que son muy barrocas y ornamentadas, pero está esa conciencia de la finitud. Algunos templos tradicionales del sintoísmo, anterior al budismo en Japón, son de madera. La belleza está en la calidad de la madera pero periódicamente se destruye y se vuelve a construir. Entonces, aun una obra que está en perfecto estado se vuelve a reafirmar como obra, al darle valor en el tiempo, no es algo que va a durar para siempre.
—Es una percepción absolutamente opuesta a la occidental pero son miradas, experiencias y concepciones que en el fondo siempre hablan de la libertad del sujeto.
—En otros campos artísticos dentro de la cultura occidental como la literatura y la poesía, la idea de finitud del hombre, de lo fugaz del momento, está permanentemente presente. Quizás el Oriente lo acepta y el Occidente trata de negarlo en el arte visual.

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Disfrutar sin prejuicios
—En el fondo, en la cultura occidental, es una cuestión no explicada o no aceptada. El planteo, que seguramente vos habrás escuchado. de “qué somos, desde dónde venimos y hacia dónde vamos”, es una constante que evidentemente en la concepción de la cultura que vos están explicando está al menos resuelta o aceptada como un hecho natural de la vida que se vive.
—Como corolario trato de vivir naturalmente, lo que no quiere decir volverse al campo sino dejar fluir las cosas. Disfrutar sin prejuicios, sin cortapisas y también aceptar las cosas negativas. La expresión artística tiene que ser lo mismo y no el sufrimiento de aquello que tiene que producir lo sublime, ni tampoco el deleite de la “señora gorda” que no tiene nada que hacer.
—¿Sería una forma de presentarse ante el mundo?
—De alguna manera con lo que hago digo “esto soy yo”. Uno busca la mirada también del otro, que es otra forma de autoafirmación.
—Lo que vos estás intentando provocar en el otro es un vínculo, un puente o un leguaje, mucho más que un objeto estático, un artificio inmóvil cristalizado para siempre.
—Creo fervientemente que lo estoy haciendo mejor que si tuviera un Facebook donde dijera: “Hoy me duele la cabeza”, “Hoy no tengo ganas de trabajar” o “Me pasa esto”. Me parece que es un aporte.
—Así dichas las cosas se plantea siempre el hecho de relatar, de narrar, de capturar un instante para uno y para la eternidad sin atarse a ningún precepto de mercado ni teórico sino a uno mismo.
—Creo que sí, no me voy a cerrar tampoco en fórmulas porque están de moda. Eso para mí no tiene ningún sentido. Uno ha conocido gente memorable, cada uno con su estilo, con su rollo, con su historia pero que naturalmente lo hacían. Era una proyección de ellos mismos realmente y eso es a lo que uno aspira.
—En gran medida, uno diría que la expresión, el lenguaje visual, es la firma más auténtica del sujeto que está trabajando, son las huellas digitales de Fulano. La práctica de mirar hace que uno perciba cuándo esa ficción es tal que se delata a sí misma y cuándo es tan auténtica que a uno lo embarga.
—Seguro y por eso a veces descreo también de los análisis de las obras que prescinden del artista. No digo que uno tenga que entrar en el chismerío de qué es lo que hacía tal, pero ciertos datos de quién fue el autor, que están implícitos en la obra, deben ser conocidos como claves para entender. Sobre todo cuando no están presentes.
—¿Cuáles son tus proyectos a futuro?
—En principio, estoy poniéndome ciertas limitaciones o propósitos. Ahora, estoy experimentando con las posibilidades de incorporar el papel como materia pictórica, no como soporte. Quiero poner el acento en eso. Si me da el cuero, seguramente trabajaré algunas cosas tridimensionales, tengo unas cuantas ideas, pero para eso tengo que organizarme mejor. Me falta tiempo, lugar y gente que me lo materialice. También estoy en contacto con un grupo de artistas jóvenes y quiero ayudarlos.
—¿Cómo te ves a vos mismo en el ayer comparándolo con el hoy?

Serie P I Nº 18
—No me arrepiento de nada. Es decir, el punto en que estoy es la confluencia de todas las cosas que estuve haciendo y que me permitieron reflexionar y enriquecerme como persona. Quizás tendría que haber retomado la pintura un poco antes.
—Hiciste una pausa larga.
—Sí, 25 años por decisiones personales. Me dije: no quiero hacer pintura los domingos solamente. En ese momento, yo estaba muy metido en la política cultural, en lo gremial, en la docencia y le puse todas las fichas. A lo sumo, habré hecho algún trabajito secundario. En un momento dado, dije que era suficiente, esa etapa estaba cumplida. En cada uno de esos campos, traté de formar gente para que continúe haciendo lo que yo hacía y ahora me dedico a esto.