Al margen de la crónica

Salven a las ballenas

Ambientalistas latinoamericanos afirmaron que hay que convencer a Japón de que “una ballena viva vale más que una muerta”, para impulsar la conservación de la especie en el seno de la Comisión Ballenera Internacional (CBI).

Japón es el mayor cazador de ballenas del mundo, con unos 1.400 ejemplares sólo este año, según los activistas en un encuentro con la prensa.

Los primeros registros de la caza industrial de las ballenas datan del siglo XVII. Pero a principios del siglo la avaricia y la crueldad superaron el límite sostenible por estos animales, causando un drástico descenso en sus poblaciones.

En la década de 1930, más de 50.000 ballenas por año fueron asesinadas, hasta que en 1986 se prohibió la caza comercial, con el fin de permitir que las poblaciones de cetáceos puedan recuperarse.

Actualmente, los países miembros del CBI no pueden cazar ballenas por razones comerciales, pero está permitida la llamada caza científica.

No obstante, hace unos meses se descubrió un comercio de miles de toneladas de carne de ballena en Japón, disfrazado bajo la máscara de “estudios científicos” cuando en realidad hoy no es necesaria la muerte de cetáceos, pues se puede obtener mediante exámenes de sangre y biopsias.

No por nada se caza a este animal. De la ballena, el comercio toma aceites para usos industriales, iluminación y alimentación; espermaceti (utilizado en cosméticos, lápices labiales, lápices grasos), ámbar gris (destinado a la elaboración de fijadores de perfumes, considerado como el más valioso de los productos de la industria ballenera), glándulas endocrinas e hígado (destinados a productos farmacéuticos, hormonas, vitamina A) y carne (la cual representa al 1,7% de la carne consumida en Japón).

Y la reunión anual de la CBI, que se celebrará en la capital panameña, será clave para determinar si este organismo es capaz de responder por la conservación de las ballenas o si es necesario otro mecanismo.

En este marco, José Truda, dirigente del Centro de Conservación Cetácea, argumentó que la comercialización de carne y grasa de esos cetáceos genera “menos de 100 millones de dólares anuales” que la actividad del avistamiento, que no implica maltrato alguno para los animales.

Se calcula que el avistamiento de esos cetáceos puede generar alrededor de 100 millones de dólares anuales a Panamá, donde las ballenas se dirigen a parir por la calidez de las aguas.

Con este fin, los activistas resaltaron que la aprobación de un santuario para las ballenas en el Atlántico Sur y el petitorio a la ONU actuar para la conservación de esos animales, serán los ejes del encuentro de la CBI, que se extenderá hasta el próximo 6 de julio.

“Esta nueva reunión será decisiva para identificar qué países son congruentes con sus posturas de protección a las ballenas y cuáles no. El mundo entero debe decidirse a aprovechar las ballenas sin maltratarlas, de una manera sostenible, y de no permitir su cacería”, dijo Marcela Vargas, gerente de programas de la WSPA para Centroamérica y el Caribe.