“La” biblioteca está en Alejandría

Carlos Vernazza (*)

Comencemos por el final: la Nueva Biblioteca de Alejandría es sencillamente fascinante. Está recostada junto al mar de los mares, el Mediterráneo, y evoca el pasado mítico de esta urbe. Junto al delta del Nilo, la ciudad fue fundada en el 331 antes de Cristo por Alejandro Magno y ahora, con el apoyo de la UNESCO y de varios países europeos se propone recuperar al menos parte de lo que fue un faro cultural de aquellas épocas.

En Alejandría, considerada como el archivo de la mente humana, nacieron la alquimia, la trigonometría y allí se tradujo por primera vez el Antiguo Testamento del hebreo al griego. Es más, también allí se calculó la circunferencia de la tierra con un mínimo error.

La antigua biblioteca creada por Alejandro Magno duró hasta el 48 antes de Cristo, cuando las legiones del emperador Julio César destruyeron los barcos anclados en el puerto y el fuego de la conflagración se propagó a la biblioteca.

Una obra monumental

En octubre de 2002, se inauguró la Nueva Biblioteca de Alejandría, con la presencia de decenas de presidentes y 14 premios Nobel. El fuego del fanatismo había sido superado después de siglos, gracias a una obra monumental que demoró 25 años en concluirse y que costó 230 millones de dólares, más de la mitad aportados por Egipto.

Tiene la forma de un cilindro hundido hasta casi la mitad, ya que cuatro de sus once pisos están debajo del nivel del mar, en cuyas playas termina esta colosal obra. La parte superior es un disco de vidrio que representa al sol naciente y simboliza el carácter universal de la civilización egipcia. Su superficie es de 35 mil metros cuadrados y solamente su sala de lectura tiene dos mil asientos.

La construcción estuvo a cargo de los noruegos del estudio Shohetta, que ganaron el concurso mundial entre 650 proyectos, con una rareza: esa pequeña empresa escandinava jamás había obtenido uno.

Rescatando la historia

Por supuesto que este modelo de cultura pretende ser un centro donde dialoguen personas de todo tipo de creencias e ideologías. El director de la nueva biblioteca, el egipcio Ismail Serageldin lo dijo con claridad: “se trata del rescate de nuestra historia y nuestro orgullo. Y no es para menos, porque la civilización egipcia abrió rumbos durante cinco mil años en la historia de la humanidad”.

Cuando estuve en este país maravilloso, uno de los más interesantes del planeta, no sólo la biblioteca me asombró, sino también la ciudad, con su puerto, clave para el ingreso al Canal de Suez, con sus centenares de mezquitas, sus viejos tranvías, sus miles de cafés -muchos con fuerte influencia francesa-, y una costanera junto al Mediterráneo que puede ser la envidia de otras ciudades que gozan de mayor fama y publicidad.

Alejandría tiene cinco millones de habitantes, está unida a El Cairo por una autopista de 230 kilómetros y poblada por miles de estudiantes de todo el mundo, que van a beber allí, un pasado glorioso e inigualable.

Cifras que asombran

La biblioteca llegará a tener 8 millones de libros, donados en su gran mayoría desde los cinco continentes. Ya contiene 450 mil cartas de figuras de todo el mundo, 100 mil manuscritos, 500 mil libros y 10 mil textos antiguos. Las visitas se prolongan durante 8 horas por día a un módico costo de seis dólares. Esto incluye el servicio de guías, que hablan diez idiomas y que cada treinta minutos forman pequeños grupos, incluso de una sola persona, para mostrarles a los visitantes la segunda biblioteca más grande del mundo después de la del Congreso de los Estados Unidos, en Washington.

Con todos estos asombrosos datos, si puede, no deje de conocer Alejandría, porque forma parte esencial de un país que escapa a cualquier tipo de clasificación y que, además, es barato para el bolsillo argentino.

Egipto es mundialmente famoso por sus pirámides, pero si estas no existiesen, la ciudad de Alejandría y su biblioteca, los templos de Luxor, el mar Rojo y la represa de Asuán, con el lago artificial más grande del mundo, justifican sobradamente una visita. Y una perla más: navegar en un crucero por el Nilo, es recorrer la historia plena, sin lujos ni pompas.

(*) Subdirector de la revista de ADEPA y ex director periodístico del diario El Tribuno (Salta)

“La” biblioteca está en Alejandría

Foto: Archivo El Litoral