Entrevista a Liliana Bodoc
“La imaginación no es un delirio”

Liliana Bodoc.
En “Los Relatos de los Confines. Oficio de búhos”, Liliana Bodoc ofrece un conjunto de cuentos que comparten la calidad ya demostrada con “Los Días del Venado”, primera parte de lo que sería la trilogía “La Saga de los Confines”. Metódica en su profesión, Bodoc trabajó minuciosamente con bibliografía, trazó mapas, inclusive líneas de tiempo, con el fin de alcanzar a desarrollar con la mayor verosimilitud posible los mundos imaginarios; calibrando cada página pródiga en alianzas, conjuras y traiciones; siempre a la busca de nuevas épicas.
Por Augusto Munaro
—Desde el punto de vista escriturario, ¿qué supone escribir un libro ocho años después del éxito que significó “La Saga de los Confines”?
—Supone entender que en la espiral que es la vida nunca se vuelve exactamente al mismo sitio. Asimismo supone reencontrarme con un imaginario familiar y querido, cuando ni ese imaginario ni yo somos los mismos. Estos años, en verdad diez si tomamos como referencia la edición de “Los Días del Venado”, no pasaron en vano; mi relación con la escritura es otra, mis temores y mis certezas también. Pero sigo creyendo fervientemente en la potencia de lo fantástico para hablar de nosotros mismos. Y supone, sobre todo, reclinarme de nuevo en el pecho de Kupuka, Brujo de la Tierra al que tanto le debo.
—¿Cuál es la relación entre estos cuentos aquí reunidos y su afamada trilogía?
—No hay una sola manera en que la saga y los relatos se relacionan. A veces los relatos expanden un asunto ya abordado, a veces niegan lo que fue contado, lo discuten, lo problematizan. A veces se cuenta el pasado y otras el futuro. Aparecen personajes nuevos y lugares nunca antes mencionados. No escribí los relatos para saciar la ansiedad de nadie, tampoco podría hacerlo. Porque como lo dice el texto no se puede narrar ningún hecho, por pequeño que sea, sin abrir cien interrogantes.
—A través de las páginas de “Oficio de búhos” vuelven reconocidos personajes de las Tierras Fértiles y de las Tierras Antiguas, como resultan Cucub y la vieja Kush, por ejemplo. ¿Por qué?
—Porque, como dije antes, regresé en busca de personajes queridos que, en mi opinión, aún tenían cosas por contar. Kush, Cucub y Kupuka son, sin lugar a dudas, los pilares narrativos de “La Saga de los Confines”. Sin ellos, los relatos serían como Caperucita sin Roja.
—¿Cómo ha ido cambiando “Oficio de búhos” desde que empezó a escribirlo?
—Al comienzo fue y vino, acercándose y alejándose del ritmo narrativo y el lenguaje de la saga que le dio origen. De a poco, encontró su voz propia. Los relatos continúan la saga pero también resisten y cambian. De hecho, en esos cambios, quedaron muchos relatos sin editar.
—Reyes, astrónomos, príncipes, brujos. Las convenciones sociales son un tema fundamental en el libro.
—Claro, y eso se debe a que los relatos épicos son construcciones de sociedades con instituciones más o menos cristalizadas, desde un rey hasta un brujo. No hay relato épico, aun los fantásticos, sin esa construcción ficcional. Entonces yo te diría que más que un tema, se trata de un soporte.
—Asimismo es un conjunto de relatos en un sentido- sobre modos de ver lo fantástico. ¿Qué significa la imaginación para usted?
—Sabemos que la imaginación es el motor del conocimiento. Creo, sin embargo, que para ser fértil la imaginación debe sujetarse a leyes, aunque sean leyes íntimas. Quienes trabajamos con la imaginación, aprendemos a metodizarla y a argumentarla para poder transferirla, y que los demás la decodifiquen. La imaginación no es delirio.
—Cierta vez dijo que “la ficción es un lenguaje poderosísimo para despertar o ahondar la comprensión de la realidad”. ¿De qué manera la literatura se conecta con la realidad?
—Se ficcionaliza desde lo real y para lo real. Ficcionalizar no es mentir en la vulgar acepción del término. En cambio, ficcionalizar es reflexionar desde otro paradigma, desde una visión distinta a la exclusivamente racional pero igual de virtuosa. Lo ficcional enseña no desde la demostración sino desde la fascinación. Y habiendo tanto y tanto sin comprender, los seres humanos no estamos en condiciones de rechazar ningún método de conocimiento.
—Teniendo en cuenta las diferencias esenciales de ambas propuestas, ¿qué significa Tolkien para usted?
—Me siento deudora del gran escritor. Todos los que nos lanzamos a la creación de nuevas épicas le adeudamos mucho a Tolkien. He dicho y repito que si yo no hubiese leído “El Señor de los Anillos” con seguridad tampoco hubiese escrito “La Saga de los Confines”. Y muy probablemente, no hubiese escrito nada. La profunda maravilla que me causaron esos libros, el deseo de que no acabaran nunca, derivaron en la escritura de otra épica.
—¿Y C. S. Lewis?, ¿identifica puntos de convergencia?
—En todo caso, los identifico por transitiva. Al parecer, C. S. Lewis y Tolkien eran, además de amigos, colegas de escritura y de pensamiento. Lewis, ya lo sabemos, escribió también calificada literatura fantástica y trabajó sobre la épica división Bien-Mal, pero lo cierto es que no fue él a quien tuve en la cabeza y en el corazón a la hora de ponerme a escribir.
—La flora y fauna de Mendoza provincia donde ha vivido muchos años- se atisba ligeramente trastocada en el trasfondo de sus cuentos. ¿Le preocupa lo verosímil?
—Hay, así lo afirman algunos lectores, algo de mi provincia. Sin embargo eso no fue una elección, sino más bien un trasluz de mi realidad. Pero sí me preocupa el verosímil, en realidad me desvela, porque como lectora y espectadora tengo muy poca aceptación de la inverosimilitud. (Digamos de paso que hay mucho realismo inverosímil). Para eso, para ajustar el verosímil, trabajé con bibliografía, tracé mapas, hice líneas de tiempo, y me aferré a culturas existentes. Después, recién después, las transformé en relato ficcional.
—Es interesante notar la amplia riqueza inventiva que presentan muchos de los nombres de sus personajes: Mano Despierta, Kume, Kuy-Kuyen, Chiguay. ¿Están referenciados en el pueblo mapuche?
—En efecto. Los nombres del pueblo husihuilke están referenciados en la lengua mapuche, los del pueblo zitzahay en la lengua náhuatl y si hablamos de los sideresios en nombres griegos.
—La presente edición además incluye ilustraciones de Gonzalo Kenny...
—Felizmente para mí. Gonzalo Kenny logró proyectar con precisión las imágenes que andaban dentro mío. Lo mejor es que la maravilla sucede sin mediar ninguna referencia específica de mi parte, ni precisiones, ¡y muchísimo menos, correcciones! Gonzalo dibuja como si hubiera viajado a Los Confines, como si se hubiese sentado a la sombra de un nogal a conversar con Kupuka, como si hubiese caminado junto a Cucub bajo el sol del Desierto de los Pastores.
—Algunos escritores contemporáneos creen que uno de los temas medulares de la literatura actual pasa por el supuesto enfrentamiento dicotómico entre narración vs. información. ¿Cree en ese dualismo?
—La verdad no acuerdo con esa polarización. En principio, las dos comparten la subjetividad y el recorte de la realidad propios del lenguaje. Muchas veces la información es literatura, es ficción. Y siempre la literatura nos provee de información, y no me refiero a los datos de la realidad inmediata, sino a la información profunda.
—¿En qué está trabajando actualmente?
—En literatura estoy trabajando en una novela que, acorde con este espacio, se llama “La entrevista”. También, y en rol de dramaturga, estoy estrenando la versión teatral de “Rojo”, uno de los cuentos de “Sucedió en colores”, realizada por la compañía teatral Tres Gatos Locos.