Los sonidos del idioma

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Letras extraídas de los catálogos de fundidores ingleses, reproducidos por Nicolette Gray, 1976.

Por Enrique José Milani

 

Cada uno de los sonidos de la voz humana recibe el nombre de fonema, y solo o en conjunto expresan una idea mediante la palabra. Puede ser representado por un signo gráfico al que llamamos letra. Los fonemas son unidades abstractas, compuestas de elementos coexistentes denominados rasgos distintivos, referidos a nociones como sonoridad, lugar y modo de articulación. La oposición entre los sonidos de la cadena hablada se establece entre vocales y consonantes. Las vocales son los sonidos más abiertos que permite la lengua, sin obstáculos ante la salida del aire; en cambio, en las consonantes hay como una contracción o estrechamiento en el tracto vocal. El acento es el grado de fuerza con que se pronuncia una sílaba, y la entonación, la línea o curva melódica con que se pronuncia un enunciado.

El conjunto ordenado de todas las letras de un idioma se llama alfabeto, abecedario o abecé. “Alfabeto” por el nombre de las dos primeras letras del abecedario griego: alfa y beta. Los fonemas son estudiados por la Fonemática, que a su vez es parte de la Fonología, que estudia los elementos fónicos atendiendo a su valor funcional. También la Fonética se ocupa de los fonemas, pero en su aspecto fisiológico y acústico, y además en su evolución histórica.

Los fonemas forman palabras. La Ortología enseña la pronunciación correcta de estas. Algunos la llaman Prosodia y también Fonética, aunque establecen diferencias: la Prosodia se ocupa en especial de la pronunciación de los sonidos aislados; la Fonética, de la pronunciación de las palabras: tono, cantidad, acento, etc.

Cada letra del alfabeto tiene su dibujo que adquiere forma especial para cada clase de escritura: manuscrita, cursiva, de imprenta o de molde, bastardilla, cancilleresca, dórica, historiada, inglesa, itálica, minúscula, mayúscula, estirada, gótica, etc.; y también un nombre, aunque algunas reciben hasta dos o más: ve, uve, ve baja, ve corta, etc.

A continuación presentamos el alfabeto castellano o español (ahora sólo “español”, a partir de 1924) con su fisonomía y sus nombres: A a (a), B b (be- be alta- be larga), C c (ce), Ch ch (che), D d (de), E e (e), F f (efe), G g (ge), H h (hache), I i (i), J j (jota), K k (ka), L l (ele), Ll ll (elle), M m (eme), N n (ene), Ñ n (eñe), O o (o), P p (pe), Q q (cu), R r (erre, ere), S s (ese), T t (te), U u (u), V v (uve, ve, ve baja, ve corta), W w (uve doble, ve doble, doble ve), X x ( equis), Y y (i griega, ye), Z z (ceta, zeta, ceda, zeda). Algunos nombres no son de uso universal, sino sólo regional. En realidad, ch y ll son dígrafos, es decir, signos ortográficos compuestos de dos letras. En el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid, 1994), se acordó reordenar esos dígrafos en el lugar que el alfabeto latino universal les asigna. Por esto en el Diccionario, las palabras que comienzan por ch se registran en la letra C entre las que empiezan por ce y ci; las que comienzan por ll, en la letra L, entre las que se inician por li y lo.

El nombre de las letras también admite el plural. Comencemos por las vocales: aes, ees, íes, oes, úes. Ahora las consonantes: bes, ces, ches, des, efes, ges, haches, jotas, kas, (algunos proponen “kaes”), eles, elles, emes, enes, eñes, pes, cus, eres, erres, eses, tes, ves o uves, uves dobles, ves dobles, equis, yes o íes griegas, cetas, cedas, zetas o zedas. De acuerdo con esto, el/la docente le dirá al alumno: “No hiciste bien las aes. Dibuja más grandes las oes. Faltan los puntos sobre las íes. Las jotas minúsculas llevan punto. Hiciste las ches como kas”.

Observaciones:

1. Las vocales cuando van solas no deben llevar tilde: padre e hijo, unos u otros, va a Brasil. Se exceptúa la “o” cuando podría confundirse con el cero: 3 ó 4 niños, trajo 6 ó 7 limones, prometiole 7 ó más, mándeme 9 ó los que pueda. Esta misma vocal se cambia en “u” cuando la palabra que la sigue comienza por “o” u “ho”: siete u ocho, ayer u hoy.

2. La “erre” sigue siendo vibrante múltiple cuando es inicial y cuando sigue a consonantes como b, l, m, n, s t, sin formar sílabas con ellas, pero se simplifica en “r”: Roma, subrogar, alrededor, rumrum, enroscar, postromántico.

3. Con respecto a “v”, su nombre es uve o ve y su pronunciación similar a la de la “b”, ya que en la práctica nadie le da el sonido labiodental fricativo que tiene en otros idiomas. Los argentinos la llamamos casi siempre “ve corta”; los españoles, “uve”.

4. “W”: es preferible llamarla “ve doble”, y no “doble ve”. En España se inclinan por “uve doble”. Se trata de una letra propia de algunas lenguas extranjeras. Se usa sólo en palabras tomadas de aquellas, sin modificar la ortografía. En general, si la palabra ha sido admitida, se escribe con “v”: vagón, valón, vatio, vals. El cambio no se produce si son nombres propios o derivados: Wagner, wagneriano. Como “v” suena en nombres góticos o alemanes: Wamba, Walia, Weterico. En inglés, holandés y flamenco, como una “u”: whisky, Waterloo.

5. “X” : en otro tiempo tuvo, además de su actual sonido, el de j: relox, mexicano. Hoy sólo se conserva esta pronunciación en México, en contadas palabras.

6. “Y”: por motivos fonéticos se cambia en “e” delante de palabras que comienzan por “i”: Padres e hijas, Alberto e Isabel; pero no cuando le sigue el diptongo “ie” o tiene valor tónico en una interrogación: leones y hienas, vino y hielo, ¿Y Ignacio?, ¿I Inés?

7. “Z”: en regiones extensas de habla castellana se pronuncia con sonido de “s”, lo que se conoce como seseo: zona, azúcar, etc.