Murió Susana Squeff, maestra de vida

El domingo pasado, a los 61 años, murió en esta ciudad Susana Squeff, una mujer multifacética que dejó huellas en distintos ámbitos. Hizo de todo, pero al cabo de sus días, condensó sus conocimientos y aprendizajes en la grata tarea de enseñar, acción en la que su apasionada naturaleza pudo desplegarse en clases que sus alumnas de diversas edades nunca olvidarán. El otro lugar que cultivó con esmero, y de seguro el principal, fue el de los afectos. Adoraba a su hija Malena y tenía una amorosa relación con su hermana Marilita, también con Emmita y su familia. Quería entrañablemente a sus amigos.

Susana había nacido el 8 de marzo de 1951 -en coincidencia con el Día de la Mujer- y cursó sus estudios primarios y secundarios en el colegio de Nuestra Señora del Huerto. Más adelante se recibiría de profesora de Enseñanza Superior en Literatura y Castellano.

Desde muy joven militó en política e integró en los ‘70 grupos renovadores del justicialismo nucleados en torno a la figura de Raúl Carignano. No obstante, pese a la disciplina implícita en la participación en un colectivo político, desarrolló a la vez su singular potencial intelectual, nutrido por innúmeras lecturas e intensas discusiones que la remitían a nuevas lecturas en los campos de la política, la filosofía y la sociología. Al mismo tiempo, profundizaba sus conocimientos específicos, sustrato de sus clases en el Instituto Superior de Profesorado Nº 6, donde enseñaba Literatura Española y Literatura Argentina.

A fines de los ‘70 fue fundadora, junto a Ricardo Gandini y otros colaboradores, del Teatro Arena, sala que marcó un hito en las artes escénicas santafesinas. Y siguió leyendo y comunicando sus hallazgos y reflexiones, sin reservas ni cortapisas, a quien quisiera escucharla. Directa e intensa, tanto en política como en cultura, transmitía sin remilgos sus pensamientos, provocaba reacciones y obligaba a sus interlocutores a levantar la puntería en el terreno de los argumentos.

Desde el retorno de la democracia en 1983, ejerció diversos cargos públicos en el Ministerio de Educación de la provincia, donde fue, sucesivamente, jefa del Departamento de Enseñanza Superior, directora de Enseñanza Superior y secretaria técnica de la Secretaría de Asistencia Educativa.

En la pasada década, también desempeñó funciones en el Ministerio de Gobierno, donde fue asesora del titular de la cartera y, además, subsecretaria de Logística.

En el plano municipal, actuó como subsecretaria de Control, secretaria de la Producción y secretaria de Planeamiento y de la Producción, demostrando talento también en el área económica.

En el orden legislativo, cumplió tareas de asesoramiento tanto en la Cámara de Diputados de la provincia, como en la de la Nación.

Pero el ámbito en el que dio rienda suelta a su imaginación y su creatividad, en el que sus dotes expresivas y su capacidad para comunicar se manifestaron a pleno fue el de la cultura. Lo hizo de manera más contenida y formal como consultora del Proyecto de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y con toda libertad como autora del libro “Poemas”, como articulista de El Litoral y, sobre todo, en sus cursos de historia del arte y la literatura. Allí sintetizó todo lo que había aprendido y lo transmitió con generosidad.

En los últimos años, había viajado mucho a Europa y se había sumergido en el mundo de las artes plásticas, en especial la pintura. Tenía, en este sentido, un registro muy amplio de este modo expresivo -desde el Renacimiento italiano hasta el pop art norteamericano- y sus gustos escapaban a cualquier encuadramiento o receta. Le apasionaba Picasso, que revolucionó el siglo XX, pero el que le quitaba el sueño, la inquietaba y movilizaba como ningún otro, era Caravaggio, el polémico, conflictivo y extraordinario pintor lombardo del siglo XVI. Él fue quien la imantó con fuerza irresistible en su último viaje a Italia, y luego de algunos intentos fallidos, la llevó hasta Malta, donde al fin pudo ver el gran cuadro de “El degüello de San Juan Bautista” en el templo homónimo, obra en la que el pintor, acuciado por sus fantasmas interiores, carga el lienzo con una dramaticidad quizá asociada con su propio conflicto respecto de la muerte. Susana volvió deslumbrada y conmovida, a tal punto que comenzó a planear otro viaje con algunas de sus alumnas, haciendo eje en Caravaggio. No pudo ser. Pero como dijo en su último cumpleaños, cuando reunió a sus familiares y amigos para despedirse, no estaba triste porque había vivido su vida a pleno y la había disfrutado. Fue la última lección de la “Profe”.

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La “Profe”Foto: Archivo El Litoral