LITERATURA
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A 50 años de “La ciudad y los perros”
Ha pasado medio siglo desde que el peruano Mario Vargas Llosa escribió su primera novela, pero ésta sigue tan viva como entonces. Para celebrarlo, la Real Academia Española acaba de lanzar una edición conmemorativa, que presentó orgulloso en Madrid el Nobel de Literatura.
DPA
La publicación de “La ciudad y los perros”, que se prolongó hasta 1963 a causa de la censura en la España de Franco, “marcó un paso importante en la superación de la temática indigenista”, afirma la RAE, pero también en la experimentación de las nuevas formas narrativas que impregnaron el boom latinoamericano.
Enmarcada en los años ‘50, en el colegio militar Leoncio Prado, por cuyas aulas pasó de adolescente el propio autor, esta novela de juventud arremete contra la disciplina castrense y refleja el microcosmos de una sociedad en la que se cuecen diversas tensiones raciales y socioeconómicas. De ahí que su llegada a las librerías no estuviera exenta de polémica.
“No hay manera de que midamos los efectos sociales, políticos y culturales que tiene una obra de ficción”, declaró Vargas Llosa, “pero no creo que la literatura sea gratuita: creo que deja una huella, aunque no hay manera de cuantificarla”. En este sentido, considera que una sociedad “impregnada de buena literatura” es también más crítica, “más exigente con el mundo en el que vive”, porque sueña más y vive más.
A sus 76 años, y después de haberse consagrado entre los grandes de las letras en español, Vargas Llosa recuerda lo difíciles que fueron sus comienzos. “La vocación literaria en esa época era bastante anómala -contó-. En Perú, era como tener un hobby que se practicaba los domingos y feriados (...) por eso mi padre fue tan hostil. Ser escritor era un disparate”.
Nostalgia
Ya instalado en el Madrid de 1958, el autor de “La tía Julia y el escribidor” comenzó a esbozar la que sería su primera novela al calor de una tasca de barrio llena de humo, “El Jute”, costumbre con la que luego continuó. Fue también entonces cuando “descubrió” el método de trabajo que lo acompañaría en el futuro: escribir una primera versión desordenada, “una especie de magma o bosque”, que supone su herramienta para vencer la inseguridad ante un nuevo proyecto.
Además, también se dio cuenta de “la importancia que tendría siempre la experiencia vivida”, aunque sus novelas no sean en modo alguno una reproducción fiel ni fotográfica de la realidad. Y como ha declarado en varias ocasiones, reiteró la influencia del estadounidense William Faulkner -“el primer escritor que leí con lápiz y papel”, afirma- en la manera de estructurar historias. “Creo que probablemente es el escritor que más influencia ha tenido en la literatura latinoamericana moderna”, señaló.
Aunque no le gusta releer sus obras y sólo lo hace si es por obligación, confiesa que esta edición conmemorativa de “La ciudad y los perros” (Alfaguara) le produjo gran nostalgia de la época en que la escribió. “Fue mi primera novela ambiciosa -hasta entonces había publicado relatos- y jamás habría imaginado que a los 50 años estaría viva”, contó ante los medios, acompañado entre otros por el presidente de la RAE, José Manuel Blecua.
La institución le rinde así homenaje con una cuidada edición, que estará disponible también en América Latina, en la que se incluyen estudios como el del presidente de la Real Academia Peruana, Marco Martos, el ex director de la RAE Víctor García de la Concha o el escritor Javier Cercas.
Y aprovechando la celebración, el Nobel peruano -que también posee nacionalidad española- no quiso perder la oportunidad para lanzar un mensaje positivo en los turbulentos tiempos actuales. “Los tiempos malos son generalmente tiempos buenos para la literatura -afirmó-. A lo largo de la historia, los momentos más fecundos son también los de gran inseguridad frente al mundo real, que crea la necesidad de tener universos alternativos”.
En su opinión, “eso explica en parte el ímpetu que tuvo la literatura latinoamericana en los ‘60 y ‘70, años de gran incertidumbre social. Por eso, ahora que reinan la inseguridad y la confusión, creo que es un tiempo muy propicio para las grandes empresas creativas”.

“No creo que la literatura sea gratuita: creo que deja una huella, aunque no hay manera de cuantificarla”, declaró el autor. Foto: EFE
La censura franquista
Cuando el Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa se propuso publicar su primera novela, “La ciudad y los perros”, se encontró con la férrea censura de la España de Francisco Franco. Corría 1962, y todas las editoriales rechazaron aquella historia muy crítica con la disciplina castrense, que además contenía pasajes con una carga sexual impensable por aquel entonces. Por eso, como contó durante la presentación de la edición conmemorativa del libro en Madrid, Vargas Llosa estará “siempre agradecido” al editor Carlos Barral.
Fue él quien lo convenció para que se presentara al premio Biblioteca Breve. La novela resultó ganadora y contó entre otros con el apoyo del poeta y crítico José María Valverde, que fue muy generoso con el libro. A partir de ahí, comenzó una negociación “larga, sorprendente y cómica a ratos” con el Ministerio de Información, que acabaría en la modificación de ocho frases.
Locuaz y sonriente, Vargas Llosa relató cómo los censores no toleraban que escribiera que un coronel tenía un “vientre de ballena”, porque a su juicio ridiculizaba a la institución, pero sí aceptaron “vientre de cetáceo”. O cómo se escandalizaron porque escribió que el capellán del colegio merodeaba burdeles, pero pasaron prostíbulo “porque el término era más suavecito”.
Ese tira y afloja se prolongó un año, y la novela se publicó finalmente en Barcelona en 1963. En la segunda edición del libro, sorteando la censura, Carlos Barral restauró las frases originales, contó el escritor.