EDITORIAL

Un nuevo desafío para la educación

A partir de 2013 y de manera progresiva, los alumnos de primer grado de la escuela primaria ya no podrán repetir el año. Así lo resolvieron los representantes de la Nación y de todas las provincias a través del Consejo Federal de Educación.

 

La idea es que los dos primeros grados de la escuela conformen una sola unidad pedagógica, con el objetivo primordial y básico de que los chicos aprendan a leer y escribir entre los 6 y los 7 años.

Ya en 2007, la provincia de Santa Fe intentó llevar adelante un proyecto semejante. Sin embargo, en aquel momento debió abortarse la idea debido a una serie de cuestionamientos generados desde el sector de la docencia. Ahora, se trata de una política a escala nacional.

El tema merece un análisis profundo, ya que los cambios establecidos no representan sólo el hecho puntual de que un niño de seis años no pueda repetir primer grado, sino que incluye una serie de mecanismos tendientes a acompañar al estudiante de manera más personalizada, de modo tal que tenga a su alcance distintas oportunidades para acceder a los conocimientos indispensables para su edad.

La organización de la escuela y la buena predisposición docente serán fundamentales para que este proyecto alcance los objetivos buscados. Acompañar al niño en este proceso representará una tarea ardua, paciente y personal.

El ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, remarcó que el hecho de repetir primer grado significa una carga enorme para cualquier niño de apenas seis años y que no existe convalidación científica alguna que pruebe que esta medida ayude a un estudiante a mejorar su rendimiento a esa edad.

Entre otros elementos, se debe tener en cuenta que no todos los chicos ingresan a primer grado con los seis años cumplidos. Muchos cursan gran parte del ciclo con apenas cinco años y, además, el proceso de maduración cognitiva no se produce de la misma forma y al mismo ritmo en todos los casos.

Los especialistas sostienen que los conocimientos que un niño no logra fijar en noviembre de un año, tal vez puedan ser alcanzados con tres o cuatro meses más de trabajo, a partir de una tarea pedagógica adecuada que le permita al chico alcanzar el nivel de su pares y continuar, de allí en adelante, con el resto del proceso educativo sin mayores inconvenientes.

En países escandinavos, en Israel y en algunos países europeos, funcionan desde hace tiempo sistemas similares al que ahora se propone en la Argentina.

Es probable que los mayores retos para la implementación del nuevo esquema se planteen en las escuelas públicas, donde los docentes suelen verse obligados a trabajar con alumnos que presentan situaciones profundamente dispares desde lo educativo, económico y social.

El desafío planteado por el Consejo Federal es importante, pero será fundamental el compromiso de las autoridades políticas, de los responsables de las escuelas y de cada maestro en particular, para que no se trate de un nuevo intento fallido por alcanzar una educación mejor.