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El revés de la trama de Saer

Con el libro “Papeles de trabajo” comienza la publicación de una serie de documentos inéditos dejados por Juan José Saer en cuadernos, libretas y hojas sueltas, que muestran los entretelones del proceso creativo del escritor.

Télam

“La particularidad de estos escritos es que abarca su intimidad literaria, no personal como otros escritores. Esto es diferente”, menciona Alberto Díaz, editor de Saer y asesor del grupo Planeta.

“Yo, que paré varias veces en su casa en Montparnasse -cuenta- sabía que en el placard del estudio tenía cuadernos apilados. Siempre pensé que eran los manuscritos de sus novelas, que luego pasaba a máquina y a una computadora y no hacía prácticamente ninguna corrección”.

Cuando viajó a París en junio de 2005 con motivo de la muerte del escritor, Díaz vio esos documentos diseminados en unos sesenta cuadernos, veinte carpetas y hojas sueltas que fueron catalogados y depositados en la Princeton University Library.

“Una copia en CD de todo ese material -informa Díaz- será donada próximamente a la Universidad del Litoral y a otras instituciones argentinas”.

Este primer volumen incluye un cuaderno de juventud (anterior a 1960, con comienzos frustrados y cuentos inéditos); el conjunto de los cuadernos y papeles anteriores al viaje a Francia (siete en total), un cuaderno cuya cronología va de 1964 a 1978 y un dossier sobre la novela “La ocasión” (publicada en 1981, cuyo primer borrador se remonta a 1961).

En París, Laurence -la viuda- le mostró los 10 cuadernos donde había escrito “La grande” y quedó muy sorprendido. “Vi que Saer componía como los poetas: tomaba notas, inicios, pasaba diez años trabajando un tema en la cabeza y el día que ya lo tenía armado se ponía a escribir. Lo hacía rápido y con pocas tachaduras”. “En uno de los cuadernos encontré una foto de juventud, probablemente un asado en Colastiné Norte donde Juan está rodeado de unos 15 amigos santafesinos. La foto está en el cuaderno correspondiente al domingo que en la novela es el día que Gutiérrez junta para un asado a sus amigos, todos personajes de sus novelas. Lo que él llamaba ‘el elenco estable’: Tomatis, Pichón Garay, Barco...”, nombra.

“Me impactó mucho esa foto -recalca- porque creí ver un rasgo de carácter y de estilo de Saer: la fidelidad a los primeros amigos, a ‘la zona’, que los personajes desarrollados a lo largo de su obra estaban ‘in nuce’ en esa foto de juventud”.

La tormenta

En otro cuaderno, Díaz leyó la descripción de una tormenta y se acordó cuando una vez Saer, que estaba terminando “Las nubes”, lo llamó por teléfono y le preguntó cuál era la última fecha para que saliera en octubre y coincidir con su viaje a Buenos Aires.

“Yo le dije en broma: ‘Juan, metele una tormenta y listo’. Y me contestó: ‘Alberto, cada tormenta que describo es una tormenta real” -recuerda Díaz-. Cuando vi la anotación sobre esa tormenta en la libreta comprendí muchas cosas. Él se definía como un escritor ‘realista’, no en el sentido de esa corriente literaria, sino en el sentido real de sus descripciones”.

“Él trataba que el relato fuera verosímil y como pasaban pocas cosas en un tiempo temporal corto, que fuera exacto, porque si perdía el detalle, con un error en la descripción, se caía la novela. En ‘La grande’ hay un personaje que enhebra una aguja, son como cuatro páginas”, ejemplifica.

Geográficamente -aparte de Santa Fe y el río-, “Saer tiene una relación casi metafísica con la llanura. Hay tres novelas -‘El entenado’, ‘La ocasión’ y ‘Las nubes’- que ocurren en otras épocas, y él las llama novelas de la llanura”.

‘‘La ocasión’, con ese comienzo trunco que se remonta a 1961 y termina en 1988, la escribió en 25 días, para el Premio Nadal. Estaba sin un mango y era un premio muy prestigioso, con 25 mil dólares de dotación”, desliza acerca de la novela, cuyo dossier figura en esta primera entrega de Seix Barral.

En el momento que el agente literario Ray Gude Mertin se hizo cargo de los derechos de su obra, el escritor quiso que Díaz continuara con los derechos en la Argentina y América del Sur. “Eso marca su gran fidelidad. Empecé con él en 1984 y desde entonces nos hablábamos todas las semanas por teléfono, se dio una relación muy familiar, con sus hijos, algo que sigue hasta ahora”.

Papeles de trabajo

“Era un lector raro, traducía mucho y cuando le interesaba un autor lo hacía para canibalizarlo. Juan cocinaba, estaba mucho en la casa y su mujer cuando vio todos los papeles me dijo: ‘Pensar que no le creía que trabajaba tanto”.

El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”.

“El decía: ‘Yo soy escritor cuando escribo’, y para él la escritura era todo. ‘Todo el mundo cree que escribir es de haraganes, pero yo escribo con el cuerpo -decía- y hay que tener la cabeza muy fresca para no mezclar los personajes”.

“Papeles de trabajo‘ -señala el editor de Saer- se puede leer también como algo fragmentario, de manera intermitente. Desde un texto increíble sobre Evita, o párrafos chicos, haikus... donde uno abre el libro encuentra algo para leer de una manera independiente. Era un gran lector de Freud y de Lacan, una forma de captar la psicología de los personajes”.

“Saer tenía una gran envidia de los poetas, dispara el editor, y su mayor ambición era escribir una novela en verso”.

“Lo que logró es ciertos ritmos musicales en sus libros. Para un corrector común era muy difícil corregir sus novelas, por las cantidad de comas. Si uno lo lee en voz alta con una respiración más de fuelle, las comas encajan perfecto, es la escritura de un asmático”.

Y volviendo sobre este volumen recién publicado, dice: “Se trata de un trabajo descomunal, que nos devuelve a Saer de una forma distinta. Y va a seguir creciendo en consideración: ya empezó a ser traducido en los Estados Unidos, en España a publicarse muy fuerte y lo están descubriendo en otros lados”.

En octubre saldrá un tomo que abarca el período 1968-2005. Y a continuación le van a seguir dos temáticos, uno de poesía inédita a cargo de Sergio Delgado; unos 250 poemas con la leyenda “listos para publicar”; y otro de ensayos.

“Siempre fue un autor muy seguro de su obra, así como era cuidadoso con la escritura y siempre se consideró un escritor argentino. Escribir como se escribe acá, no en Montevideo. Nunca escribió una palabra en francés. No quería contaminarse y cuando viajaba me preguntaba: ‘¿Esto se sigue usando todavía?’. Quería mantener la fidelidad a la lengua”.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”

Geográficamente -aparte de Santa Fe y el río-, “Saer tiene una relación casi metafísica con la llanura. Hay tres novelas -‘El entenado’, ‘La ocasión’ y ‘Las nubes’- que ocurren en otras épocas, y él las llama novelas de la llanura”.

Fotos: ARCHIVO EL LITORAL

Foto: ARCHIVO EL LITORAL El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”
Foto: ARCHIVO EL LITORAL El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”

Una copia en CD de todo ese material será donada próximamente a la Universidad del Litoral y a otras instituciones argentinas.

Foto: ARCHIVO EL LITORAL El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”

Foto: ARCHIVO EL LITORAL

El prólogo rescata una larga cita de Saer, escrita en febrero de 1975, en la que describe el placer que le produce la escritura: “Mecerme en el equilibrio infrecuente y perecedero de la mano que va deslizándose de izquierda a derecha, oyendo los rasguidos de la pluma sobre la hoja del cuaderno (...)”