El paradigma lechero

El frío de la noche invernal despide a los tamberos al cierre de una asamblea. En el viaje de vuelta, dos periodistas analizan lo ocurrido y se hacen preguntas que inquietan. ¿Cómo termina esta historia?

Federico Aguer

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“¿Y, qué conclusiones sacás de todo esto?”, me pregunta Juan Manuel, frotándose las manos, cuando emprendemos el retorno de la asamblea tambera de Nuevo Torino.

Allí confluyeron productores de toda la cuenca, con una preocupación común. Están trabajando al borde del quebranto, y por eso decidieron unificar la protesta, aunando esfuerzos y poniéndose de acuerdo en la metodología del reclamo.

En primera instancia, el evento denotó lo que titula nuestra página 3 de hoy: 400 brazos en alto que decidieron tirar la leche si no les dan una mano, rompiendo ese paradigma de salvarse por sí mismos, sin importar lo que le ocurra al vecino, le digo cuando pasamos por Humboldt.

“Tené también en cuenta el daño ocasionado a la credibilidad de la entidad que los nucleaba (MeProlSaFe) por parte de quienes fueran sus principales referentes cuando se pasaron a las filas del Gobierno” me responde, en referencia a los chiflidos que se escucharon cada vez que se pronunció el nombre de Socín.

Ya llegando a Esperanza, se me ocurre que a un nivel más profundo, el evento connota otras implicancias: el promedio de edad de los asistentes, más cercano a los 50 años, que habla de la falta de recambio generacional para la actividad, y el poco interés en los jóvenes en abrazar un oficio tan bien remunerado como sacrificado.

“Vamos a reflejar lo que pasa en el mundo, porque este no es un fenómeno aislado”, agrega mi compañero, y ahí nomás decidimos mostrarles algunas de las fotos del reclamo lechero en Inglaterra, el que también se replica en Francia, España y otros países.

“A nivel mundial el capitalismo se termina llevando a muchos pequeños productores”, agrega. La diferencia está en que en esos países existe un Estado dispuesto a poner algo más que palabras para frenar esos procesos concentradores. Aquí, ese Estado se ha retirado no sólo de la lechería, sino de sus inherencias más estructurales, pero no sólo en esta gestión de Gobierno, sino bastante más atrás en el tiempo. Están peleando una guerra que ya está perdida, acordamos, en relación al creciente proceso concentrador mundial, del que nuestro país no es la excepción.

Ya estacionando en el diario, no sé si él o yo finalizamos el viaje con una reflexión: el tambo ejerce una función de arraigo, trabajo digno, generación de riqueza en los pueblos, y produce uno de los alimentos más nobles del mundo. ¿Alguna vez tendrá una política de Estado?.