Frío, fresca, fresquete y variantes

En medio del invierno, un inviernito de los de antes, es conveniente repasar expresiones y nombres a incorporar en nuestras conversaciones ocasionales con taxistas, vecinas y gente en los baños públicos. El tema parece frío, pero le vamos a dar duro para entrar en clima.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

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La primera estúpida conversación sobre el frío tiene que ver con el famoso “está fresco afuera” y su consabida cuec-respuesta: “Decile que pase”. Es un modo de comenzar a matizar la situación. Es que tenemos un invierno de los de antes, un invierno endulzanaranjas, un invierno matabichos y un invierno con un frío de novela.

He descubierto, en una compulsa simple, que no hay tantas variaciones idiomáticas, coloquiales o sinónimos para el frío, acaso porque en su cortante y acentuada palabra, “frío” no necesita demasiados sinónimos.

“Qué ofri”, dicen algunos, apelando al vesre, una suerte de prelunfardo trucho (“y la luna atorrando por el frío del alba”, dice bellamente Borges por ahí) que se puede pronunciar ya todo junto como una sola “palabra”, hasta apingüinada y patagónica, si quieren: “keofri”. Y dentro de la familia, tiene su variante “unofri”: “hace unofri”.

Luego aparecen las variantes que remiten a apellidos, encabezados por el inigualable Fresquete (lo usa María Elena Walsh en un poema canción muy conocido: “Se ha marchado Don Fresquete...”) y con Frescolari, un supuesto señor tano que remite al frío. Hay otra denominación que no nombraré aquí que combina al mismo señor Frescolari con la guarra e inimputable diputada Gasconcha, personaje de Humberto Tortonese.

Después, del campo traemos, un “se viene la fresca”, acaso con la misma incorrección de “la calor”, adjudicándoles a ambos caracteres femeninos. En el caso de nuestros gringos, los de la patria difusa pero precisa del altro che, la fonética transforma en una suerte de ye o sh a la s: “Se viene la freshca, ma va...”

Otra referencia para el frío que ha venido ganando terreno es asociar la baja temperatura con ferretería. Es el caso del popular tornillo, vulgar adminículo de múltiples usos, que aquí se usa como sinónimo directo de frío: “¡Qué tornillo!”, se dice, destempladamente y todos sabemos que el termómetro está por debajo de diez grados.

Nunca supe el origen, pero me gusta intuir que uno cuando tiene frío se retuerce, se concentra y se afina y hasta junta sus pies como si se tratara de la punta de tornillo. Otra explicación puede remitir a lo metálico, que a su vez puede llevarnos por los recónditos y recoletos caminos de la semántica hacia lo frío. Y otra asociación libre -total, no tenemos nada que hacer con este ofri...- tiene que ver con lo duro, que también puede llevarnos a la escondida habitación del frío extremo. Se aceptan, desde luego, mejores, más apropiadas y hasta científicas explicaciones.

El tornillo, contrario ciento por ciento a hornillo, admite además la posibilidad de estar “atornillado” de frío, y en este caso, sí, hace referencia a la inmovilidad, a la parálisis, a la fijación y a la falta de movimiento que puede ocasionar en los humanos el frío. Una helada, una nevada, dejan a todo duro e inmóvil, atornillado, quietito...

Y nos vamos yendo, despacito, como quien no quiere la cosa. Hace frío y me falta un abrigo y me pesa el hambre de esperar (cuando tenés frío, se impone el espíritu de sobrevivencia y uno agarra lo que tiene a mano para seguir), tengo los dedos duritos, unofri de antología, un fresquete insoportable, un frescolari y su amiga la diputada, una fresca y una freshca, está fresco afuera y espero que nadie lo haga pasar, porque de verdad, a esta altura tengo atornillado el cerebro. Debe ser el frío.

He descubierto, en una compulsa simple, que no hay tantas variaciones idiomáticas, coloquiales o sinónimos para el frío, acaso porque en su cortante y acentuada palabra, “frío” no necesita demasiados sinónimos.