EDITORIAL

“Vatayones” kirchneristas

Apenas diez días después de que fuera condenado por incinerar a su esposa, el exbaterista de la banda Callejeros, Eduardo Vázquez, fue autorizado a dejar la cárcel para participar de un supuesto acto cultural organizado por una agrupación política cuyo nombre no deja lugar a dudas: “Vatayón Militante”.

 

El de Vázquez no es el único caso. Otros internos vienen siendo contactados por esta agrupación que responde de manera directa al kirchnerismo.

Cuando la capacidad de asombro parece condenada a desvanecerse en la Argentina, la realidad se encarga de romper la somnolencia social. Como si la noticia inicial no hubiese sido lo suficientemente inaudita, la mismísima presidente de la Nación, Cristina Fernández, avaló lo ocurrido y asumió el costo político de explicar que estas metodologías apuntan a favorecer la reinserción social de los condenados.

La debilidad del argumento es evidente. La participación de un acto organizado por una agrupación político-partidaria poco tiene que ver con la reinserción de un preso, mucho menos cuando se encuentra detenido desde hace apenas algunas semanas por un crimen tan aberrante como el femicidio de su compañera. Como mínimo, se supone que antes de gozar de este tipo de salidas, un prisionero debe hacer méritos durante un tiempo prudencial.

Resulta difícil comprender por qué Cristina Fernández resuelve asumir este costo político, sobre todo cuando siempre se ha mostrado firme contra de la violencia de género. A partir de ahora, la credibilidad del discurso presidencial sobre esta problemática se verá menoscabada.

La presidente no sólo avaló la salida de la cárcel de Vázquez sino que, además, en el mismo discurso tuvo palabras llamativamente tolerantes para con los integrantes de las “barras bravas”, organizaciones mafiosas que desde hace décadas prestan sus servicios al mejor postor.

Cristina no dijo lo que dijo porque sí. La presidente no resolvió azarosamente su toma de posición sobre estos temas. No fue casual la postura adoptada por la mandataria.

El gobierno ha dado claras muestras de su perfil populista. Tras la pantalla de un supuesto progresismo, se esconde en realidad el objetivo de sumar adhesiones electorales, sin importar el origen ni los prontuarios judiciales de los adherentes. La “militancia” manda, aun sobre el género.

En definitiva, todo vale en la meta de conformar un colectivo en el que sólo importa la cantidad de seguidores. Si las restricciones y los controles sobre la economía ahuyentan al electorado de clase media, es necesario reforzar las adhesiones de otros sectores, aunque éstos provengan de los más oscuros pliegues sociales.

Tras la ruptura con Hugo Moyano, el gobierno se quedó sin grupos de choque. Quizá pueda sonar disparatado, pero la experiencia reciente permite suponer que el kirchnerismo intenta reconstruirlos mediante la captación de convictos y mafiosos.

Es que no se sabe cuándo será necesario amedrentar a quien se atreva a cometer el pecado de generar una alternativa política al eje de poder actual.