La vuelta al mundo

Henrique Capriles Radonski,

la pesadilla de Hugo Chávez

Rogelio Alaniz

Reúne las condiciones que toda suegra desearía para su hija: soltero, buen mozo, millonario, culto y simpático. Así y todo los venezolanos ya han aprendido hace rato que este joven exitoso y brillante es algo más que un idealizado buen yerno. Esa misma verdad está descubriendo, muy a su pesar, el propio Hugo Chávez, quien subestimó las condiciones de un rival que hoy amenaza con desalojarlo de un poder que supone que le pertenece por derecho divino.

Una mirada superficial sobre su persona lo ubicaría como el típico candidato del jet set, una de esas “luminarias” que inventaba Menem o que en cualquier parte del mundo algún viejo político oportunista promueve a la política con el afán de seguir manejando los hilos por detrás del trono. Sin embargo, quienes conocen a Capriles, ponderan su estilo mesurado, su prudencia y su manejo preciso de los tiempos políticos.

Henrique Capriles, mal que le pese a Chávez, no tiene nada que ver con el estereotipo de político farandulero, y si alguna relación hay, ésta se reduce exclusivamente a las apariencias. Es verdad que es joven -nació el 11 de julio de 1972-, por lo que este mes cumplió sus primeros cuarenta años. Sus padres son judíos y sus abuelos maternos fueron exterminados por los nazis. Volcada a la actividad empresaria, su familia acumuló una importante fortuna, lo que les permitió educar a los hijos en los colegios más caros y distinguidos.

De Henrique se dice que su juventud transcurrió entre el estudio y el deporte. Se recibió de abogado a los veintidós años con las mejores calificaciones y se especializó en derecho tributario y economía. Finalmente completó sus estudios de posgrado en Nueva York. El resto del tiempo lo dedicó al deporte, al béisbol para ser más exactos, y a discretas galanterías amorosas. Sus promocionados noviazgos, por diferentes motivos nunca llegaron al altar. Dicho a modo de chisme, hoy Capriles es el candidato a la presidencia, pero es también el soltero más codiciado de Venezuela.

Lo cierto es que a la edad en que otros jóvenes recién están pensando qué hacer con sus vidas, Capriles ya ha rendido la mayor parte de las asignaturas, y protegido por la fortuna familiar lo aguardaba un futuro empresario exitoso. Sin embargo, en algún momento, el chico diez decidió comprometerse con la política. No lo hizo en el mejor momento ni con el partido más popular. Un primo lo convenció de presentarse como candidato a diputado del COPEI (la versión venezolana de la democracia cristiana) por el estado de Zulia. Dudó, pero finalmente se largó a la vorágine de la política y fue elegido cuando aún no había cumplido los veintisiete años.

Quienes trajinan en la política, saben que los candidatos están sometidos a complejas determinaciones, pero una de ellas, la menos previsible, se llama azar o suerte, un componente que, si no está presente, dificulta las chances de cualquier candidato por más méritos personales que reúna. Pero ese toque de los dioses lo ha mimado a Capriles hasta el presente.

Continuemos. No terminaba de asumir la banca, cuando una crisis institucional de baja intensidad lo colocó en la presidencia de la Cámara. Fue el presidente legislativo más joven de la historia de Venezuela. La distinción no duró mucho, pero mientras duró, Capriles se distinguió por su excelente muñeca parlamentaria.

Lanzado de lleno a la política, lo primero que hizo fue tomar distancia del desprestigiado Copei y en el 2000 fundó con un puñado de condiscípulos el partido “Primero Justicia”. Ese mismo año se presentó como candidato a alcalde en el municipio de Baruta. A las elecciones las ganó de punta a punta, y su gestión no debe haber sido mala porque en 2004 se presentó a la reelección y obtuvo el setenta y ocho por ciento de los votos.

Respecto de su gestión como alcalde, puede decirse que fue excelente. Escuelas, organización de un sistema de salud para los sectores carecientes, construcción de carreteras y, en una región donde la inseguridad estaba a la orden del día, reducción de la actividad delictiva a su mínima expresión.

Ya para esa fecha, Hugo Chávez lo había identificado como su enemigo más temible. A un mandamás que supone que el poder es un recinto eterno e inamovible, no le resulta sencillo asimilar que sus principales candidatos sean derrotados por goleada a manos “de un mocoso impertinente e ignorante”. A partir de esa primera bravuconada de Chávez, comenzaron las campañas en su contra, campañas que hoy operan en diferentes niveles. A Capriles el chavismo lo ha acusado de niño bien millonario y caprichoso, judío sionista, agente de la Casa Blanca y “mamarracho, imbécil y maricón”. Como se sabe, a la hora de competir, el chavismo y su máximo jefe no se detienen en minucias ni se andan con chiquitas.

La única respuesta de Capriles a ese bombardeo, fue política. Explicó el motivo de su vocación, aclaró que si su preocupación hubiera sido la riqueza se habría dedicado a administrar la fortuna familiar sin arruinar la salud y el espíritu entreverándose en las miserias de la política. A continuación, aclaró que estaba orgulloso de la identidad de sus padres judíos, pero que él era católico por opción propia. Por ultimo, se definió como un político de centro izquierda, cuyos modelos son Lula y Mandela.

Fiel a su estilo, Chávez no dio el brazo a torcer. En abril de 2012, como consecuencia de la asonada perpetrada por sectores conservadores contra el chavismo, se generó un tumulto frente a la embajada de Cuba en Caracas, una embajada que dicho sea de paso- funciona casi como un ministerio del gobierno nacional y, en más de un caso, como una central de espionaje y contrainteligencia. Lo cierto es que los manifestantes aseguraban que el vicepresidente Diosdado Cabello, se había refugiado en la embajada. Por su parte, el embajador aseguraba que las movilizaciones estaban dirigidas por cubanos exiliados, es decir, por “despreciables gusanos”. Como el conflicto ocurría en la jurisdicción donde Capriles era alcalde, personalmente se hizo presente en la embajada, discutió con el embajador Germán Sánchez Otero y, finalmente, le propuso que le permitiera revisar la embajada para informarle a la muchedumbre que la persona que buscaban no estaba refugiada allí. El embajador rechazó la oferta y, después de algunas escaramuzas, el conflicto llegó a su fin.

Sin embargo, dos años después, el fiscal chavista Danilo Anderson, le abrió una causa a Capriles en la que lo acusaba de haber violado un territorio diplomático y amenazado a un embajador. Como consecuencia de ello, Capriles fue detenido durante cuatro meses. La presión nacional e internacional obligaron al régimen a abrir las puertas de la celda. La maniobra de Chávez fracasó por partida doble: Capriles recuperó la libertad y su prestigio político ahora es mucho más amplio y consistente.

Después de su gestión como alcalde durante ocho años en el municipio de Baruta, el hombrte decide presentarse como candidato a gobernador del estado de Miranda con la consigna “En Miranda algo bueno va a pasar”. Y pasó. Esta jurisdicción cuenta con 21 municipios, es el segundo Estado en población de Venezuela, su territorio es de alrededor de nueve mil kilómetros cuadrados y su jurisdicción se extiende hacia la zona este de Caracas. Capriles le ganó con comodidad al candidato del chavismo, Simón Partana. No deja de llamar la atención que después de acusar a Capriles de frívolo, niño bien y otros piropos por el estilo, Chávez presente como candidato a un señor como Partana, cuya exclusiva virtud ha sido la de desempeñarse como actor en los culebrones sentimentales difundidos por la televisión oficial.

O sea que para 2010, Capriles le demostró a la sociedad y a sí mismo que no es un improvisado, ya que desde su primera diputación por Tulia en 2008 hasta su gobernación en Miranda, aprobó con excelente notas cada una de las asignaturas que le presentó su carrera política. En esas condiciones a nadie le llamó demasiado la atención que en las elecciones primarias abiertas para elegir candidato opositor a la presidencia -celebradas en febrero de este año-, él haya sido el más votado y hoy sea el candidato opositor de la Mesa de Unidad Democrática.

Como se sabe, la oposición venezolana decidió, luego de haberse dispersado en el pasado en candidaturas sin destino, unir las fuerzas en un solo candidato elegido en comicios internos limpios y abiertos. Digamos que hicieron lo que la oposición argentina no sabe o no se anima a hacer.

El futuro de Venezuela está abierto. Tambien está abierta la posibilidad de fraude. Capriles podrá ganar o perder, pero está claro que el futuro de Venezuela se parece más a ese rostro y a esa trayectoria, que al empecinado oficialismo y su candidato narcisista, decadente, megalómano, y de indisimulada vocación totalitaria.

Henrique Capriles Radonski, la pesadilla de Hugo Chávez

El opositor, en primer plano. foto:dpa