Dos íconos de la moda “dialogan” en Nueva York

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Elsa Schiaparelli y Miuccia Prada no llegaron a conocerse, pero ahora “dialogan” a través de sus diseños en un museo de Nueva York.

Una muestra en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York logró lo que la historia no pudo: reunir, a través de sus creaciones, a Elsa Schiaparelli y Miuccia Prada

TEXTO. ANA MARÍA ZANCADA.

La moda, ya considerada como una lujosa manifestación de los últimos tiempos y consagrada como una verdadera creación artística, llegó al Metropolitan Museum of Art de New York. “Schiaparelli and Prada: imposible Conversations”, reúne ahora a dos musas de fuerte protagonismo.

Desde el 10 de mayo al 19 de agosto, las salas del célebre museo se engalanan con las creaciones de estas dos mujeres famosas en el mundo entero, soberanas indiscutidas de su “mettier”, italianas ambas pero que no llegaron a conocerse. Sin embargo, gracias a la magia de la nueva tecnología, casi podríamos decir que dialogan, sentadas a una misma mesa, sobre arte y moda.

Las dos pertenecían a familias acomodadas, de clase alta, pero brillaron en épocas diferentes.

VISIONARIA Y AUDAZ

Elsa Schiaparelli nació en Roma en 1890. Tal vez su infancia no fue precisamente feliz, ya que su madre se burlaba de su estatura y su poco agraciado rostro. Lo que sí recordaba con cariño era la biblioteca de su padre y las begonias del jardín que luego serían la inspiración para su famoso “rosa shocking”. Tal vez arrastrando su complejo de “niña fea”, haya fortalecido su voluntad para destacarse a través de la creación de una línea elegante como forma de expresión.

Su padre era decano de la Universidad de Roma. Elsa, a diferencia de otras niñas de su época, estudió Filosofía en la universidad hasta que publicó un libro de poesía erótica. Por más adelantada que fuese su familia, resultó escándalo. Como consecuencia, Elsa fue recluida en un convento. Pero no era ella muy fácil de doblegar, así que se declaró en huelga de hambre. Resultado: poner distancia y aceptar un trabajo de institutriz en Londres. El destino comenzaba a trazar su camino.

Tras un fulminante flechazo con un joven teósofo, Wilhem Wendt de Kerlor, y previo matrimonio, la pareja se embarcó hacia Norteaméica. En el viaje, Elsa trabó amistad con Gabrielle Picabia, esposa del pintor dadaísta Francis Picabia. Instalados en Estados Unidos, su vida no pareció mejorar. Cuando el dinero de Elsa se terminó su marido la abandonó, deslumbrado por la musa del momento, Isadora Duncan. Fue una época muy dura para ella, que sobrevivió como pudo.

Un día, su amiga Gabrielle le presentó a Marcel Duchamp y Man Ray. Éste le propuso que posara para algunas fotografías. Así, se introduce en el grupo dadaísta que se movía entre París y Nueva York. Luego, otra alegre y rica divorciada, Blanche Hays, le propone que la acompañe a París.

Junto a su amiga comienza a frecuentar las casas de alta costura, donde conoce al gran Poiret, quien descubre en ella a una mujer de gusto exquisito y gran imaginación. Elsa comienza a animarse con el diseño y, luego de un tiempo, decide lanzarse por su cuenta.

En 1927 presenta su primera colección: jérseis, faldas y vestidos en tricot. Su línea tiene aceptación y pronto llega el espaldarazo de Vogue, para asociarse al poco tiempo con un empresario relacionado con las Galerías Lafayette. La colección se amplía y en 1928 presenta trajes de baño, piyamas y estampados cada vez más abstractos. Los materiales empleados se amplían ahora a las sedas y el cuero. Sus colecciones son cada vez más requeridas e incorpora el diseño para el deporte: atuendos para tenis, golf, esquí, natación y hasta piloto de avión. La audacia de sus diseños cautiva a las mujeres modernas que van destacándose en nuevas actividades, antes feudo masculino indiscutido.

Así nace la falda-pantalón y el pantalón, ya adoptado por la mujer que no acepta volver atrás. La misma Elsa es la que va orgullosa luciendo sus creaciones en la alta sociedad. Pero su lugar indiscutido en el mundo lo constituyen la moda y los negocios, y lo gana a fuerza de talento, dedicación, inteligencia y muchas horas de trabajo.

En 1932 ya es propietaria de una firma, con 8 talleres y 400 empleados.

Su fama crece mientras Cocó Chanel es su más feroz adversaria. Introduce las hombreras para marcar aún más los contornos femeninos, a la vez que en la ropa de calle trata de aligerar los movimientos de una mujer moderna y actualizada. Va incorporando las telas sintéticas, el rayón y el látex, crece su fama de inventora y creadora textil.

En 1935 ya su maison está en la plaza Vendôme. Los artistas del momento colaboran en sus creaciones: Braque y Picasso. Coquetea con la distante Rusia lo que le acarrea un vacío de la ultraderecha francesa. Pero ella sigue adelante. En 1936 compite con el vestidito negro de Chanel al lanzar al mercado un abrigo-camisa en franela blanca que enloquece a sus clientas, mientras el fotógrafo Cecil Beaton, inmortaliza sus creaciones.

Y llega 1937, su amistad con Salvador Dalí y aquel inolvidable sombrero-zapato. Arte y moda fusionados, su sueño hecho realidad.

Sus creaciones representan a la mujer del momento, protagonistas de un mundo nuevo: ironía, audacia, sensualidad, como la que muestra su clienta y amiga Mae-West. Por supuesto es requerida por las estrellas del momento y los creadores como ella: Peruggia en los zapatos, Ferragamo y los artistas del momento Dalí y Cocteau con los que se asocia para producir ropa y accesorios que son toda una audacia y, por supuesto, la portada de las revistas especializadas.

Man Ray, Tristán Tzara, Alberto Giacometti están relacionados con sus presentaciones y Gala Dalí luce sus audacias. Mientras Cocó Chanel se refiere a ella despectivamente como “la italiana que hace moda”, Balenciaga la considera una “verdadera artista de la alta costura”.

Pero la Segunda Guerra Mundial marca un irremediable quiebre en las costumbres. Elsa se traslada a Nueva York donde da conferencias, entrevistas por radio y trata de sobrevivir hasta 1944 en que París es liberado por los aliados. En 1946 presenta una nueva colección, ahora están los perfumes, pero el mundo ha cambiado y la quiebra llega en 1954. Publica su autobiografía, y en 1969 dona vestidos y accesorios al Museo de Arte de Filadelfia.

Muere en 1973 a los 83 años, dejando un legado inolvidable en el mundo de la moda y los negocios. A ella se le debe el desfile de modas como espectáculo, las licencias industriales, las gafas de sol, los atuendos deportivos y una larga lista de seguidores que hicieron de la moda una verdadera industria que factura millones.

LA HEREDERA

Miuccia Bianchi Prada también es italiana, nació en 1949 en Milán. Pero, a diferencia de Elsa, toma las riendas de una empresa familiar ya en marcha. Es la nieta más joven del creador de la firma Mario Prada. Eso fue en 1978, luego de haber completado sus estudios de Ciencias Políticas, un breve paso por el teatro y algunos escarceos en la política, enrolada en la defensa de los derechos de la mujer, además de coqueteos con el partido Comunista.

Su primer éxito en su nuevo mettier llega en 1983, al lanzar una colección de zapatos y, en 1985, una línea de bolsos. Pero a diferencia de Schiaparelli, no considera a la moda como un arte, sino como la creación de prendas que hay que vender: “Diseñar es crear, pero no es un arte. Los diseñadores hacen prendas para vender. Tenemos menos libertad que los artistas”.

Fiel a su pensamiento, su línea de bolsos y zapatos tuvieron amplia aceptación en el mercado y se convirtieron en costosos símbolos de distinción.

En 1989 su primera línea de ropa “ready-to-wear”, tuvo el éxito esperado, con total adhesión de un público que la adoptó masivamente. Luego de los grandes diseños, ya en la década de los ‘90 lanza una línea más joven, fresca y con marcados detalles hippies, con mucho color, con el nombre de “Miu-Miu”.

Nueva York y Londres fueron los extremos de una línea de casas que ostentan las cotizadas creaciones de la inteligente heredera de Prada. Una inquieta y creativa mujer que supo llevar adelante la empresa familiar, convertida ya en un símbolo de elegancia, lujo y refinamiento.

Fue consagrada por el Wall Street Journal como una de las treinta mujeres más importantes dentro del mundo económico europeo.

Ahora, el importante museo de Nueva York se viste de sofisticación y belleza al albergar las creaciones de estas dos mujeres valientes y audaces, que revolucionaron la moda femenina en el mundo. Una vez más la realidad nos muestra que belleza, arte y sofisticación se dan la mano en una de las exposiciones más visitadas de la última década.

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FUENTE CONSULTADA

Silvia Alexandrowitch, El País 1-10-2006

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Pura sensualidad en los diseños de Schiaparelli.

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Hasta mediados de agosto, una muestra reúne diseños de Schiaparelli y Prada en Nueva York.

Una vez más la realidad nos muestra que belleza, arte y sofisticación se dan la mano en una de las exposiciones más visitadas de la última década.

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Símbolos de distinción: bolsos y zapatos diseñados por Miuccia Prada.