EDITORIAL

Votar a los 16

El gobierno refleja una contundente eficacia para instalar en la opinión pública temas de debate que, por lo general, poco tienen que ver con los problemas urgentes de la coyuntura política, económica o social del país. Y frente a esta estrategia oficial cuidadosamente pergeñada, la oposición muestra una llamativa tendencia a quedar encerrada en sus propias contradicciones, en sus debilidades y sus temores a perder votos luego del mazazo electoral de octubre del año pasado.

El kirchnerismo ultima detalles para introducir en el Congreso de la Nación el debate sobre la posibilidad de que adolescentes de 16 a 18 años puedan ejercer su derecho a votar de manera voluntaria a partir de 2013. La idea es que se trate de un rápido trámite legislativo, pues no hay tiempo que perder en la búsqueda de votos que permitan soñar con una reforma constitucional que garantice la posibilidad de reelección indefinida de la presidente.

Desde el oficialismo se muestran convencidos de que la mayoría de los chicos pertenecientes a esta franja etárea votarán por el kirchnerismo. Y tal vez sea cierto, sobre todo porque crecieron a la par de un proyecto político que comenzó a gestarse a partir de 2002-2003, en un proceso de expansión económica generado luego de la más profunda crisis de la Argentina moderna.

Además, el gobierno cuenta con un fenomenal poder propagandístico y logístico para utilizar a su favor, gracias a los recursos del Estado. La penetración de militantes de La Cámpora en las escuelas secundarias y el bombardeo mediático a través de Fútbol para Todos, son dos claros ejemplos en este sentido.

Una semana después de que el operativo oficial “votar a los 16” fuera echado a rodar, la oposición se muestra dubitativa y tambaleante. Cada uno de los sectores que la integran se encuentra elaborando el desafío de adoptar una posición pública frente al tema: si se oponen a la idea del voto adolescente, perderán el apoyo de este sector en las legislativas del año próximo. Y si avalan la propuesta, saben que estarán siendo funcionales a un proyecto oportunista del gobierno.

Entre los radicales, existiría consenso para apoyar el proyecto, pero con la condición de que el voto también sea obligatorio entre los 16 y los 18 años. Sin embargo, hay sectores internos que no quieren ser funcionales a la estrategia del gobierno.

Lo mismo sucede en el socialismo: Hermes Binner dijo que la idea debería ser estudiada y hasta habló de convocar a una consulta popular. Pero otros sectores del FAP apoyaron públicamente la propuesta del kirchnerismo.

En el PRO, adelantaron que recién en los próximos días se adoptará una posición orgánica frente al tema.

Todos saben que el kirchnerismo tiene los votos suficientes en el Congreso como para aprobar el proyecto sin dar demasiadas explicaciones.

En definitiva, el país sufre hoy las consecuencias de la incapacidad, los errores y las miserias que impidieron a la oposición alcanzar acuerdos previos a las elecciones generales del año pasado.

La fragmentación opositora es de tal magnitud, que el gobierno está en condiciones de gestionar a su antojo, imponiendo sus reglas casi sin límites, ni controles.