Lecturas videntes
El poeta italiano Eugenio Montale, en un montaje de fotos de Giorgio Lotti.
Lecturas videntes
El poeta italiano Eugenio Montale, en un montaje de fotos de Giorgio Lotti.
Por Raúl Fedele
“Informes de lectura. Cartas a Montale”, de Roberto Bazlen. Trad. de Ernesto Montequin. La Bestia Equilátera. Buenos Aires, 2012.
Roberto Bazlen (Trieste, 1902- Milán, 1965) fue un oscuro personaje que a su manera incidió notablemente en la cultura literaria italiana. Fue lector y asesor literario (sobre todo de la mítica editorial Einaudi), amigo de Saba, Svevo, Montale, Solmi. Aunque no publicó nada en vida, ahora se divulgan, incluso en castellano, sus Informes de lectura y sus Cartas a Montale.
El poeta Sergio Solmi se ocupa de una suerte de introducción en la que destaca la extrema libertad de las opiniones de Bazlen y su completa independencia respecto de “los compartimientos teóricos o de las modas culturales que nuestra época multiplica y reemplaza simultáneamente en su fluir, para luego cristalizarlas, la mayor parte de las veces, en dogmas”.
Basta al respecto ver la opinión que le merece El mirón, de Alain Robbe-Grillet, en 1956, cuando la irrupción estelar del pope del nouveau-roman era irrefrenable. Bazlen escribe: “El ‘problema’ de la simultaneidad de tiempos y de espacios (que probablemente se convertirá en el eslogan con el que Robbe-Grillet hará carrera) está resuelto exclusivamente en un plano de impura habilidad cinematográfica” y concluye: “Pero son todas objeciones secundarias. Lo que me impresiona, en cambio, es el hecho de que un hombre, sin duda bastante joven, verdaderamente sensible e intuitivo, dotado de ojos verdaderamente abiertos, pueda pasar uno o dos años de su vida dedicado al único fin de crear una ‘máquina’ que ponga al lector en condiciones de revivir algunos días de un vendedor ambulante y pequeño criminal que rumia una coartada. R.G. es uno de los tantos (que son casi todos) que preparan la Tercera Guerra Mundial; y de una cultura reducida a semejante estado no queda sino emigrar”. Con el mismo desprejuicio demoledor abate obras y autores aún hoy ensalzados, como el músico John Cage o el estudioso de las comunicaciones Marshall McLuhan
En cambio, avizora con entusiasmo la posibilidad de que su lectura ayude a la publicación de Ferdydurke, de Witold Gombrowicz; de El vino del estío, de Ray Bradbury, o de El hombre sin atributos, de Robert Musil.
Las cartas a Montale, que completan el volumen, resultan demasiado “privadas” y no brindan demasiado aparte de los signos de una entrañable amistad.