Los últimos fríos

Ajajajá: con que ya habían guardado los abrigos. Pues el clima es una de las pocas cosas que por ahora el humano no maneja y mejor dejémoslo así: solemos manejar para el lado del tomate- y puede ocurrir que vos quieras primavera, pero la temperatura todavía piensa, a veces, en invierno. ¿Dónde diablos guardamos el pulóver verde?

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Los últimos fríos
 

Y no es nada un pulóver o una bufanda, porque en definitiva lo encontrás relativamente rápido o lo reemplazás por otra prenda. El tema es que la casa entera, la familia entera, el auto entero, la ciudad entera ya había desarmado el dispositivo del frío y se había acostumbrado rápido al del calor, a partir de las claras ahora vimos que aún intermitentes- señales que daba el clima.

Con los calores de primavera y hasta de verano que tuvimos ni bien pisamos setiembre, hicimos unas cuantas acciones temerarias. Una de ellas es apagar el o los calefactores que hay en la casa. Al comienzo del invierno, con los primeros fríos, uno los ha encendido y dejado así, funcionando, más cuando se trata de un invierno crudo (ahora ya lo tenemos cocinado) como el que tuvimos. Y encenderlos de nuevo porque volvió un despiadado frío apátrida a combatir el flamante reinado del calor (bueno: un rey depuesto pero no ejecutado, tratará de volver desde el exilio con lo que encuentre...), no es tarea sencilla. No se trata de un fosforito. Hay que renegar muchas veces con el botón de encendido, con el piloto automático, con las basuritas en el equipo y hasta con la apatía del aparato que ya se creía de vacaciones hasta el año que viene. Jodido que te llamen de las vacaciones y te digan que tenés que seguir laburando...

Lo mismo con las frazadas, cobertores, cubrecamas y toda la gama/cama de abrigos, que ocupan su buen lugar. En un momento, con calorcito, molestan y uno anda unos días a las patadas (es decir: pateándolos hasta destaparte justo antes de morir asfixiado o de sentirte un pollo con papas- dentro de un horno), otros tantos días quedan a las vueltas por ahí arriba de los muebles. Y al quinto día de calor consecutivo, por fin, se embolsan, reciben sus dos o tres naftalinas (está bien: concedo que es una antigüedad, pero yo vengo del campo y escuché todo el tiempo lo de la señora naftalina, de María Elena Walsh...) y se guardan en el fondo de placares y roperos, hasta la temporada que viene.

Bueno, es muy muy feo mis chiquitas, volver a agacharse o estirarse, desarmar los atados tan prolijamente hechos, sacarles la naftalina de miércoles y volver a tender las camas con frazadas y mantas. Si esperaban unos pocos prudentes días, no les pasaba. Lo siento mucho.

En el auto, por estos días, la perilla de aire acondicionado frío o calor anda de un lado para el otro, a veces con variaciones dentro del mismo día: a la mañana tempranito, necesitás calefaccionar el receptáculo (excepto cuando viene el nono, que ya lo caloventila solito él mismo y con métodos naturales, ecológicos y de reciclado) y al mediodía y a la siesta, todo a babor (babor, dije, no vapor, por babor lean bien), necesitamos aire fresco porque se nos calientan los bobelin. Es muy feo andar por la vida con los bobelin calientes o fríos, destemplados.

Así que en esa andamos: una casa, nosotros y todos los objetos que usamos, tienen diferentes posesiones y posiciones estacionales, que nosotros ilusos pretendemos resolver groseramente en frío o calor y reducir el clima a dos instancias bien determinadas. Pero la naturaleza, de jodona que es nomás, se empeña en matizarnos nuestro empeño organizativo. La vida no es tan prolija como nosotros la diagramamos. Así que mientras salgo a buscar, o vuelvo a guardar los desabrigos, me voy despidiendo justo en el momento en que empiezo a sentir un calorcito de novela y en que me siento observado. Como desnudo, les diría. Y siento un fresquete repentino y una súbita comprensión de los problemas que empezó a tener Adán y todo por morfarse una manzana que andaba a las vueltas. Me da frío pensar en esas cosas. Me da calor escribirlas...