La tecnología desafía al trabajo de narrar los hechos
Gabetta duda sobre el futuro del periodismo
Integró redacciones como las de El Periodista. Hizo radio en Rosario y TV en París para México. Es el autor de más de una docena de libros. Prepara “La encrucijada argentina: república o país mafioso”.
Luis Rodrigo
Conserva los rulos propios del cabello sin peinar de los ‘70, las bufandas a cuadros de unas décadas posteriores y la noble costumbre de los buenos periodistas de no ensuciar el idioma con lugares comunes, aunque ésa, hoy, parezca una idea anticuada.
Por algo prefiere un cortado a una gaseosa light. Mantiene la calma al hablar. Parece que no se ha creído el cuento de que los años crean sabios.
Expresa sus ideas de manera sencilla, clara y directa, como dicen los libros de estilo. Cita sólo a los autores y directores de cine que hacen falta y demuestra que tiene intacta la pasión por el trabajo de narrar los hechos.
Se ha cubierto de canas y cuando se mezcla en una charla con otros periodistas, organizada por el PS, les advierte de sus dudas sobre el futuro. Lo cubre cierto pesimismo por cómo las tecnologías desafían las claves que construyeron “el periodismo tal como lo conocimos”, hecho para responder a las preguntas qué-quién-dónde-cuándo-cómo, “y, si se puede, ¿por qué?”.
Algo que “lleva un tiempo, preguntas, lectura previa y observación. Pero si la pretensión es salir ya; ‘ya con lo que tengas’; ‘ya porque ya sale el otro canal’, se sale ya, pero se sale con algo sin valor”.
Carlos Gabetta está incómodo con la suerte del trabajo periodístico en la Argentina. Describe a la aplicación de la ley de medios -no al texto de la ley- como “una decepción”. Lamenta sobre todo la política de medios oficial que no siga los principios rectores de aquella norma.
Hace unos comentarios poco originales respecto del Canal 7, pero tiene razón: es TV estatal, no pública, carente de la pluralidad de voces que supere al monopolio informativo, del que también se queja cuando recuerda cómo se despidió a doscientos periodistas (delegados incluidos) sin que nadie se entere. La compara con lo mejor de Francia: “Allá podés ser comunista, de derecha, de centro, pero a la hora de defender un trabajador, los sindicatos y los trabajadores están”.
Usa un modesto “qué se yo” cuando hace enumeraciones y observaciones sobre el trabajo que comparte con quienes lo interrogan. Seguramente, lo hace para que quienes lo entrevistan también digan -de vez en cuando- algo importante. Hasta eso logra.
El papel de la prensa
Coincide con que la prensa escrita, más aún, el periodismo hecho sobre papel mantiene ciertas maneras de vincularse con la noticia, con la realidad que en otros medios se desalienta.
“Hay que reconocer que el de la gráfica es otro estilo: el análisis es mayor, la urgencia menor”. Explica que así se crean unas condiciones especiales para enfrentar la noticia y coincide: “Los periodistas que escriben tienen ciertas pretensiones sobre la realidad”.
“Hablamos de generalidades, pero lo comparto. Hice radio, también televisión, pero lo mío es la prensa escrita... En París fui corresponsal de la TV de México, y en Rosario hicimos durante 4 años un programa de radio de tres horas por día, con Rafael Ielpi, que es hoy director del Centro Cultural Rivadavia, en Rosario, se llamaba ‘La Música y la Gente’... en fin, todo esto para decir que sí que las diferencias son importantes”.
“Pienso que si sos periodista, en cualquier lado que vayas, dejás de algún modo tu huella. Tengo mi estilo, ustedes seguramente el suyo”, concilia con los movileros.
“Siempre he concebido a la profesión como una actividad que me da de vivir, y he tenido -como todo el mundo- momentos para arriba y para abajo. Pero en lo que nunca negocié nada es en que siempre me tiene que haber interesado. Tengo que estar de acuerdo. Y si no lo estoy, al menos me tienen que dejar hacer lo que quiero. Tampoco soy un papanatas, en criollo: no soy un boludo. Si trabajás en un medio liberal te tenés que acomodar a esa situación, podés decir tus cosas, pero no podés ir a levantar un puño como Altamira”, grafica.
“A mí, me ha divertido mucho el oficio”, dice como si se tratara de ser un francotirador de cerbatana hecha con una birome, en un aula del secundario.
Desde que dejó la dirección para el Cono Sur de Le Monde Diplomatique, el rosarino que vivió durante años en París se ha hecho cargo de La Vanguardia. Acompaña a Hermes Binner y a la dirección de nacional del PS en actos y charlas.
¿Oficio o profesión?
No se propone responder al viejo dilema. ¿Es el periodismo suficientemente complejo y especializado para constituir una profesión?¿No contiene tantos secretos y enseñanzas prácticas como ocurre con un oficio?
“Es las dos cosas, creo yo, aunque ahora con la desaparición creciente de lo gráfico tal como lo conocimos, el oficio, lo que es propio de los oficios, tiene menos lugar. Incluso se pierden oficios. Ya hay diarios que han desarmado la Corrección, es un oficio que está desapareciendo. Así salen, también”.
Mira los grabadores y las cámaras digitales y apunta: “Ustedes tal vez no lo han vivido, pero antes a vos te decían en la redacción: ‘Hace mil quinientas palabras’ o ‘Hacé dos carillas’. Y eso luego tenía un editor y un corrector, sobre el plomo o sobre el papel. Había muchas más manos, mucho por hacer desde lo gráfico: frizadores, armadores, correctores, editores, los fotógrafos que vivían trabajando con sus químicos; ya no hay laboratorios con películas, ni siquiera papel fotográfico... Qué sé yo es toda una locura la revolución que se ha producido”.
“Por suerte vamos quedando los periodistas; estamos en una punta del ovillo. Somos nosotros de un lado y la máquina que imprime del otro. Ha cambiado el oficio, pero sigue siendo una cosa interesante. Es un oficio privilegiado que, si además uno se lo toma como se lo debe tomar, te confiere muchas responsabilidades”.
“Ayer di una charla en Humanidades sobre el tema medios de comunicación y educación, y les decía que se vive un momento de gran confusión. Tanto entre el profesor y los alumnos como entre el periodista y su público... se ha creado una especie de igualdad... determinada por la tecnología que crea la comunicación, el periodismo, en tiempo real... ¡Vos te das cuenta que a la foto de Kadafi muerto se la sacó su asesino! O su ejecutor, como se quiera ver, pero lo importante es que no la sacó un fotógrafo. ¡Y esa imagen dio la vuelta al mundo!”.
No cierra la frase, que deja suspendida en un gesto de aversión, casi de temor: “Si el periodista cada vez más es reducido a ser el que acerca el micrófono, porque manda la noticia en tiempo real...”.
Pregunta otra vez: “Cuando vos ves una cosa que pasa en tiempo real, ¿qué pasa con la función del periodista? ¿Qué pasa con el que recibe esa información? Cuando vos ves una cosa que pasa en tiempo real, eso ¿quiere decir que la entendés?; ¿es seguro que la entendés?”.





