presidenciales estadounidenses
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Obama y Mitt Romney debatirán el miércoles
Silvia Ayuso - DPA
Después de meses de acusaciones y ataques públicos, y de desmentidos y contraataques inmediatos, los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, el demócrata Barack Obama, y el republicano Mitt Romney, van a poder por fin decirse las cosas a la cara y tomarse el pulso en serio.
Porque este miércoles, en Denver, se celebrará el primero de los tres debates que pondrán frente a frente a los dos candidatos, unas citas consideradas clave no sólo porque marcan de forma definitiva la recta final de la carrera hacia las urnas el 6 de noviembre.
De un lado, buena parte de los electores indecisos suelen tomar su decisión final sobre a quién apoyar tras estos encuentros en la pequeña pantalla en horario de máxima audiencia.
Y, por otro, los debates hacen a menudo que otros votantes que tampoco tienen comprometido en firme su voto cambien de opinión según consideren quién ha salido mejor parado del duelo dialéctico.
Por eso, la del miércoles es una cita en la que ninguno de los aspirantes presidenciales se puede dormir en los laureles.
La delgadísima agenda de ambos en los días previos al debate contrasta fuertemente con sus normalmente sobrecargadas jornadas electorales. Algo que da fe, más que ningún otro gesto o palabra, de la importancia que ambos le conceden a su primer cara a cara en directo, encuentro para el que se han dado amplio espacio de preparación en las jornadas previas, entrenando y ensayando cada gesto, palabra y mirada.
Para Romney será crucial no sólo porque será su primer debate como candidato presidencial, sino porque se le está acabando el tiempo para convencer a los votantes de que es el adecuado para darle al país el empujón que necesita tras años de economía renqueante.
Llega además a la cita de Denver con la presión extra de las encuestas, que en los últimos días han ido favoreciendo -de manera aún no irreversible, pero sí preocupante para el aspirante- a Obama a nivel nacional y, más inquietante aún para el equipo de campaña republicano, en los estados indecisos que definirán los comicios.
Pero el respiro de las encuestas no debe ser para Obama más que eso, un respiro.
El presidente demócrata tiene experiencia en los debates presidenciales -ya pasó, con nota, los de cuatro años atrás que le dieron el último empujón para llegar a la Casa Blanca- y además es un reconocido orador, todo lo contrario que el hierático Romney.
Pero Obama puede haber perdido algo de práctica, todo lo contrario que Romney, que en los primeros meses del año participó en numerosos debates en las primarias republicanas.
Además, el primer debate presidencial de los tres programados hasta la cita en las urnas el 6 de noviembre estará centrado en política doméstica.
Es decir: economía, econonomía, economía... y desempleo. Y, también, su más que disputada reforma sanitaria.
Obama ha recordado una y otra vez que cuando llegó a la Casa Blanca hace casi cuatro años el país estaba “al borde” de una nueva Gran Depresión y que sólo en su primer mes de mandato se perdieron 800.000 puestos de trabajo. Pero lo más probable es que en su cara a cara con Romney, éste le achaque que Estados Unidos siga sin despegar de forma decisiva y que el desempleo continúe por encima del 8 por ciento, algo inaceptable históricamente para un aspirante a la Casa Blanca.
Una de las estrategias de Romney para captar indecisos ha sido, desde la convención republicana en Tampa, Florida, a finales de agosto, dirigirse a aquellos que votaron por Obama en 2008 y asegurarles que no pasa nada por cambiar en esta ocasión de partido, que hicieron bien en intentar el ‘cambio‘ prometido por su rival pero que ahora ha llegado el momento de hacer una apuesta diferente.
Asimismo, se espera que el candidato republicano trate de poner a Obama contra las cuerdas respecto de su reforma sanitaria, que él ha prometido revocar, así como por la deuda estatal o los impuestos.