llegan cartas

Experiencias negativas y un atisbo de consuelo

Ana Marína Suarez Gianello.

DNI 14.002.973. Ciudad.

Señores directores: Me dirijo a usted y por su intermedio a los lectores de este diario para compartir una experiencia. También quisiera hacer un pedido: si alguien les ofrece un teléfono, una pantalla de plasma, una rueda de auxilio o la batería de un auto, a la mitad de su precio, por favor no los compren porque seguramente fueron robados.

La rueda de auxilio de mi auto, un “clásico” del siglo pasado, descansa en la seguridad de mi garaje. Es la cuarta vez que compro una rueda para reemplazar las robadas en ocasiones anteriores. En dos de esas ocasiones tuve que reemplazar también la cerradura del baúl, forzada y rota por los ladrones y como no hay dos sin tres... El viernes pasado entre las 8 y las 10 de la noche, otra vez forzaron y rompieron la cerradura del baúl. No sé si robaron el kit de primeros auxilios o las balizas, que era lo único que quedaba de pillajes anteriores, porque todavía no he podido llevar el auto al cerrajero. Esta vez también forzaron y rompieron el capot para robarse la vieja batería del “clásico”.

Este es, sin dudas, un hecho menor, comparado con los robos violentos, asesinatos, violaciones y ataques callejeros sobre los que cotidianamente leemos en el diario. Sin embargo, para mí, no es un tema insignificante. Robos como el que describo o el arrebato de la cartera de mi vecina cuando estaba en la puerta de su casa o la amenaza con cuchillo para robar a una madre joven que llevaba a su hijita al Jardín de Infantes, seguramente son poco importantes para los que, hace ya largo tiempo, deberían haber encontrado una solución y serán olvidados pronto, me imagino. Yo, en cambio, los voy a recordar la próxima vez que elija a un legislador o a un gobernante, porque estas personas son responsables de buscar, encontrar y ofrecer salidas de la pobreza y la desesperación que incluyan educación y trabajo digno en vez de dádiva y limosna.

De esta experiencia negativa rescato algo bueno: entrada la noche, en un barrio que solía ser tranquilo y que ahora, como la mayoría de los barrios, es tierra de nadie y territorio de arrebatadores y ladrones, dos vecinos se acercaron a ayudar. Al ver que estaba en problemas, sin dudar ofrecieron su ayuda, que por supuesto acepté. Gracias a ellos pude entrar el auto en el garaje de mi casa.

Estos dos hombres me reconciliaron con la idea de que no todo se perdió en este naufragio generalizado. También hay manos generosas que se tienden para evitar que nos hundamos. A ellos quiero volver a expresarles mi gratitud.