Contrapunto

Luis Alberto Romero y una nueva edición de “Breve historia contemporánea argentina”

Luis Alberto Romero y una nueva edición  de “Breve historia contemporánea argentina”

El historiador Luis Alberto Romero.

Foto: Archivo El Litoral

Rogelio Alaniz

Es uno de los grandes historiadores argentinos. Sus libros se leen con la atención del académico y el placer del texto bien escrito. “Breve historia contemporánea argentina” fue publicado por primera vez en 1994 y luego hubo una reedición actualizada en el 2001. Diez años después, Romero decide otra actualización, la de los años kirchneristas. ¿Motivo de tantas actualizaciones? La divulgación del libro, material de conocimiento y consulta en facultades y colegios, pero, además, texto indispensable para todos aquellos que quieran indagar en serio acerca de la historia argentina en el siglo XX.

—Estamos como esos viejos libros sagrados que se actualizan periódicamente (sonrisa).

—En efecto, se va actualizando. Al libro lo escribí en 1994 y la primera actualización la hice en el 2001 para evaluar la década menemista Luego llegó la crisis del 2001 y la gestión de los Kirchner.

—¿Se puede escribir un texto de historia con tanta cercanía?

—Se puede, pero es un desafío grande. En el caso que nos ocupa, consideré que era necesario evaluar la etapa kirchnerista. Las dificultades que se me presentaban era con la periodización, pero la sorpresiva muerte de él, permitió establecer una periodización.

—¿Hasta cuándo le va a ir agregando capítulos al libro?

—Eso no lo sé. Lo que sí puedo decirle es que lo de agregar capítulos nunca puede ser hasta el infinito por elementales razones biológicas. Con este libro yo he hecho una actualización cada diez años, pero creo que he llegado al fin. Esto de agregar capítulos no es algo que me satisfaga. En el caso que estamos hablando, hacerlo me dio mucho trabajo porque no es sencillo compatibilizar lo viejo con lo nuevo.

—¿Por ejemplo?

—A este libro yo lo escribí en 1994 y entonces el punto de vista para desarrollarlo fue el de la democracia. Temas como las instituciones republicanas, el estado de derecho, el pluralismo fueron abordados desde una perspectiva histórica. Ahora la mirada es otra, la mirada cambia porque los cambios históricos son significativos. La democracia iniciada en 1983 tuvo sus particulares desviaciones y yo diría que en la actualidad el problema no es tanto la democracia como el Estado. La pregunta a hacerse en este caso sería. ¿Cómo es el Estado, en qué condiciones está el Estado que va a ser gobernado por gente que es votada por la sociedad’.

—Es una preocupación que está presente en algunos de sus últimos escritos.

—Efectivamente. Me preocupa indagar acerca de la colonización del Estado por parte de lo que yo calificaría como grupos parásitos y depredadores. Atendiendo al desarrollo de los acontecimientos, puede observarse que en los últimos años el Estado fue desmantelado en todo lo que signifique controles institucionales y como consecuencia de ello los depredadores han logrado un amplio espacio para desplegar su actividad. Esto tiene un punto de desarrollo importante con la dictadura militar, pero continúa durante la democracia a través de las gestiones de Menem y Kirchner. El capitalismo de amigos es la causa y al consecuencia de este proceso en el que, para definirlo con pocas palabras, podría decir que cada vez hay menos Estado y cada vez hay gobiernos con menos controles, gobiernos con una clara orientación decisionista.

—¿El populismo no se define acaso como estatista?

—Yo estimo que en este punto hay en la actualidad una suerte de fraude ideológico. La gente suele dejarse engañar con el tema del estatismo, cuando en realidad aquí no puede haber estatismo por la sencilla razón que no hay Estado.

—¿Este juicio, alcanza a Perón?

—Perón sí tenía una visión de Estado, él mismo se consideraba un estadista. Se podrá estar o no de acuerdo con algunas de sus decisiones, pero en Perón el Estado es importante.

—Sin embargo, la Fundación Evita era una institución paralela al Estado.

—Es verdad, allí no había auditorías, ni contabilidad, ni controles institucionales de ninguna clase. Pero yo creo que en el peronismo de aquellos años la Fundación ocupaba un lugar menor. Loris Zanatta en su libro señala la tensión existente entre un Perón estatista y una Evita populista

—Volvamos al libro: ¿Qué novedades hay en el nuevo texto?

—Por ejemplo, decidí eliminar la palabra “genocidio” para afirmar más el concepto de terrorismo de Estado. El genocidio como concepto alude a limpieza étnica y aquí pasaron cosas terribles, pero esto no sucedió.

—Y ya que estamos, ¿qué opina de la cifra de treinta mil desaparecidos?

—Esa cifra hoy se defiende con disciplina militante. No hay datos que la corroboren, pero es agitada con mucha fuerza. Creo que hay otras lecturas sobre este tema que no necesariamente son complacientes con lo realizado por la dictadura militar. Lo que sucede es que cierta militancia de los llamados derechos humanos parecería interesada no en entender lo que pasó, sino en valerse del pasado para golpear en el presente.

—¿Es posible escribir buenos libros de historia destinados al gran público?

—Claro que lo es. No es fácil hacerlo, pero se puede hacer y hay que intentar hacerlo.

—Sin embargo, los historiadores parecen empecinados en escribir para historiadores, viven encerrados en su mundillo escribiendo monografías que leen sólo son sus evaluadores académicos.

—No hay que exagerar. En algún momento es importante el conocimiento monográfico, es importante y necesario, pero pareciera que los historiadores a cierta edad se dedican a pensar ampliamente. Se trata de escribir libros que lleguen a otros historiadores, pero también a un público no especializado, un público culto que debe aprender a diferenciar los buenos libros de historia de la divulgación en sus niveles más vulgares. Yo creo que es necesario convencer a los historiadores para que escriban libros destinados al gran público, pero también es necesario convencer a los lectores que lean buenos libros de historia.