Preludio de tango

Carlos Dante, del Marzotto al “Glostora Tango Club”

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Manuel Adet

 

De alguna manera, podría decir sin exageraciones que a Carlos Dante me lo presentó mi padre cuando una noche de invierno me hizo escuchar a la orquesta del “Glostora Tango Club”, ese singular suceso de LR1 radio El Mundo que duraba quince minutos, pero era esperado con devoción religiosa por cientos de miles de tangueros. Yo era chico entonces, pero me acuerdo del episodio y me acuerdo de la ansiedad con que todos los días esperaba que se iniciara el “Glostora” para disfrutar, muy en particular, de la voz de Carlos Dante, de ese estilo tan singular de decir el tango de un modo sobrio, sin estridencias ni gritos destemplados o sobre actuaciones sentimentales.

Después supe que para esos años Carlos Dante estaba desde hacía rato en su plenitud y su presencia era celebrada en los principales locales nocturnos del Buenos Aires de entonces y sus giras artísticas se extendían por todo el país, donde multitudes de tangueros se citaban para disfrutar de quien fuera uno de los grandes cantores del género, un artista que enseñó en su tiempo cómo el tango podía cantarse de una manera elegante, tal vez porque nunca olvidó el consejo que allá en los inicios de la década del treinta le diera en París, en el cabaret El Garrón, el cantante lírico Tito Ruffa, cuando le dijo que “al tango hay que decirlo, no gritarlo”.

Dante se había incorporado a la orquesta de Alfredo de Ángelis en 1944 para reemplazar al Tata Floreal Ruiz que había decidido sumarse a la orquesta de Troilo en lugar de Fiorentino. La dupla que hizo Dante con Julio Martel fue muy buena. Allí, estuvieron juntos hasta que en 1951 a Martel le sucedió Oscar Larroca. Dante y Larroca constituyeron otra de las grandes parejas del tango, al punto que cuando en 1957 se abrieran de la orquesta de De Ángelis, siguieron juntos unas temporadas cosechando aplausos y afectos.

Carlos Dante Testori nació en el barrio porteño de Boedo el 12 de marzo de 1906. Su padre se llamaba Luis y su madre María Rufino. Dicen que se inició desde pibe en el canto en la iglesia del barrio donde también se desempeñó como monaguillo. Su infancia y adolescencia fue la de un típico chico de Boedo: el potrero, la esquina y la mesa de billar. En esos años, conoció en el café del barrio a los hermanos Caló, una multitudinaria familia dedicada a la música y que luego, a través de Miguel, habrían de tener una importancia decisiva en su carrera como profesional.

De familia modesta, trabajó de empleado en la casa La Piedad y después, gracias a los favores de su pinta, fue modelo en la tienda Los 49 Auténticos. Tal vez, los primeros pasos como profesional los haya dado en el cine Astral, donde intervino como estribillista en funciones donde entre otras cantantes estaba Carlos Gardel, en escenarios donde lucía sus atributos musicales la Jazz Band González.

Lo seguro es que para 1928, además de casarse con Celia Alonso, se incorpora a la orquesta dirigida por Miguel Caló e integrada por músicos de la talla de Anselmo Aieta, Luis Visca y Juan D’Arienzo, quien entonces hacía muy buena música y todavía no era el rey del compás. Las sesiones musicales en el cine Hindú de calle Lavalle forman parte de una de las notables tradiciones del tango.

Siempre en el Hindú, Dante habrá de continuar como cantante, pero esta vez con la orquesta de Pedro Maffia y acompañado, nada más y nada menos, que por Elvino Vardaro y Osvaldo Pugliese. Para ese tiempo, iniciaron sus giras por Mar del Plata, Rosario, Córdoba, además de animar los bailes de los clubes porteños. También pertenecen a esa época sus primeras grabaciones en el sello Electra, algunas con D’Arienzo, grabaciones que hoy son requeridas con fervor por parte de los coleccionistas, muy en particular la primera: “Callejas solo”, dedicada al jockey.

En 1929, gracias a las gestiones de Francisco Canaro, se va a Europa como cantante de la orquesta de Rafael Canaro. Cuatro años habrá de vivir en el Viejo Mundo recorriendo sus principales ciudades y relacionándose con la “crema” tanguera de aquellos años. En 1932, regresa a Buenos Aires y se suma a la orquesta de Canaro donde habrá de permanecer unos meses, cuando se reencuentra con Caló con quien va a estar hasta 1936. Para esa fecha, y a través de una iniciativa de Agustín Irusta, inicia su ciclo con quien fuera el acompañante de Magaldi, Pedro Noda, con el que habrán de compartir escenarios hasta 1940.

Después está su paso por el cine. En 1937, participa en la película “Muchachos de la ciudad”, dirigida por José A. Ferreyra. En 1941, se hace ver en “Un bebé en París”, dirigida por Manuel Romero. Y en 1948, canta el tango “Pregonera” en la película “El cantor del pueblo”, dirigida por Antonio Ber Ciani. Para esos años, entra a trabajar en las oficinas de YPF. Para los biógrafos sigue siendo un misterio cómo el hombre pudo compatibilizar los horarios exigentes de YPF con su labor tanguera, pero lo cierto es que lo hizo y la leyenda cuanta que en algún momento el presidente Perón intervino para ayudar que la burocracia estatal no asfixiara a uno de los grandes cantores de su tiempo.

Anécdotas al margen, al iniciarse la prodigiosa década tanguera del cuarenta, Dante ya es un cantor reconocido por el público y muy apreciado por los grandes maestros de su tiempo. De todos modos, el acontecimiento que habrá de marcar definitivamente su carrera profesional se producirá en 1944, cuando en el mítico café Marzotto debute en la orquesta de Alfredo de Ángelis. Trece años habrá de estar Dante en esa formación musical. Trece años de éxitos, de presentaciones en los más distinguidos escenarios del país; trece años de creciente popularidad, al punto que las grabaciones en el sello Odeón llegaron a ser una marca registrada que los tangueros consumían como pan caliente.

Se estima que con De Ángelis, Dante grabó alrededor de ciento cuarenta canciones. Allí quedaron registrados sus grandes temas, entre los que merecen destacarse “Lunes”, “Remembranzas”, “Allá en el bajo” “Mocosita”, “Carnaval”, “La brisa”, “Melenita de oro” y “Ya estamos iguales”. La última actuación con De Ángelis, la hizo en los bailes de carnaval del Club Provincial de Rosario. Después vino el breve ciclo con Oscar Larroca y su prolongado recorrido como solista hasta su retiro a fines de diciembre de 1974, luego de casi cincuenta años de recorrer los más variados escenarios acompañado por un público que le fue leal hasta su último día y que asoció la palabra “tango” con su estampa y su voz. Durante todos ese tiempo, Dante fue acompañado por músicos de la talla de Víctor Braña, Jorge Dragone, Roberto Panssera, Aquiles Ruggero y Oscar de la Fuente. Carlos Dante, Carlos Dante Testori, murió en Buenos Aires el 28 de abril de 1985. Era domingo y llovía.